Editoriales

Un mundo enajenado

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 08 NOVIEMBRE 2020
  • COMPARTIR
Un mundo enajenado

El Paraiso Perdido, un extenso poema de 10 mil 565 versos libres, divididos en 12 libros, situó a John Milton detrás de Shakespeare entres los grandes genios de la literatura inglesa; sin embargo, sus ideas y su pensamiento político lo llevó más allá y es considerado uno de los inspiradores de la Constitución Política de los Estados Unidos de América. Una muestra de su enorme talento fue el discurso que leyó ante el parlamento inglés en defensa de la libertad de expresión a la que situó como la máxima libertad.

Ese discurso fue publicado posteriormente con el título de Areopagítica, en alusión al Areópago griego, el máximo tribunal en el que se dirimían las cosas importantes de la Hélade. Aunque un tanto difícil de seguir por sus muchas figuras literarias y alusiones históricas, es de una belleza y un razonamiento impresionantes: "Muchos hay que se quejan por haber permitido la Divina Providencia la trasgresión de Adán. ¡Estultas lenguas! Al darle Dios razón, diole también libertad de elegir, pues la razón no es sino elección; hubiese sido de otra manera un Adán artificial, como aquellos Adanes de los titiriteros".

John Milton nació en Londres, el 9 de diciembre de 1608 y falleció el 8 de noviembre de 1674. Dueño de un intelecto superior, aprendió latín y griego antiguo, además de italiano y francés. A los 16 años ingresó al prestigioso Christ´s College de Cambridge, donde logró graduarse con honores en 1632. Luego de un largo viaje por Italia y Francia regresó a su país y puso su pluma a favor de Oliver Cromwell escribiendo varios tratados sobre el gobierno civil y contra de la jerarquía eclesiástica.

En su juventud fue estigmatizado por sus compañeros estudiantes por su elevado intelecto; ya adulto, la filosofía personal que desarrolló fue motivo de críticas y rechazo por parte importante de la sociedad a la que denominaba 'ignorantes'. Parte importante de la creación miltoniana son sus tratados, en los que escribió sobre varios temas, como la doctrina cristiana, la política, el buen gobierno, la educación, el divorcio e incluso la ceguera. El haber sido un gran estudioso de la Biblia le permitió ver claramente que el protestantismo religioso no cumplía cabalmente lo que decían las santas escrituras. Además, no estaba de acuerdo con la predestinación y se sintió más inclinado por el libre albedrío de los católicos.

Llevó su entendimiento de la Biblia a la realidad que vivió en su tiempo. Así, en El Paraíso Perdido, Luzbel es expulsado de los cielos, luego de lo cual se dirige a tentar a Adán y Eva, y logra que sean sacados del paraíso. Como que su intención es hacer notar una semejanza entre la rebelión de Luzbel contra Dios y la de Cromwell contra el rey. Esta empatía la hace con formas poéticas únicas, excelsas.

La influencia de Milton en la conformación de los Estados Unidos de América, se evidencia en el ensayo de Ma. Nieves Saldaña Díaz que dice: "Aquellas tierras lejanas en las que precisamente puritanos y disidentes políticos y religiosos habían desembarcado para hacer realidad el famoso sueño americano, de la búsqueda de la libertad y de la felicidad. Sueños de libertad en los que los pasajes de los escritos antiepiscopales miltonianos, las doctrinas apologistas del tiranicidio y del derecho de resistencia, y los universales pasajes épicos del enfrentamiento del bien y del mal fueron aprehendidos, rememorados y proclamados en el período colonial para hacer también realidad el sueño miltoniano, la "conquista" del Paraíso Perdido. Y, tampoco podía imaginar el universal poeta de la Revolución Puritana que sus doctrinas políticas cruzarían las fronteras oceánicas para ser enarboladas por aquellos que defendieron la libertad en el proceso revolucionario americano y por aquellos que hicieron realidad las doctrinas iuscontractualistas miltonianas, los Founding Fathers de la Constitución norteamericana".

Tanto como la llamada Revolución Puritana, como la defensa de la libertad de expresión forma parte del gran legado de Milton a los Estados Unidos. Dijo: "Enajenarse del mundo en sistemas atlánticos y utópicos que jamás puedan ponerse en práctica no enmendará nuestra condición; para esto habrá de gobernarse sabiamente en este mundo de maldad, en medio del cual Dios nos ha echado sin remedio. Tampoco conseguirá esto el licenciamiento platónico de libros, el cual conlleva muchos otros tipos de licencia que a todos nos traerán el ridículo y el hastío, y aun la frustración; no obstante, son aquellas inéditas, o al menos irrepresivas, leyes de educación virtuosa, de formación religiosa y civil que Platón menciona como vínculos y trabas de la mancomunidad, pilares y fundamentos de todo estatuto escrito, las que han de ejercer mayor influencia sobre asuntos tales, en que todo licenciamiento sea fácil de eludir".

La maestría del pensador queda al descubierto cuando dijo: "La impunidad y la negligencia, cierto, son el veneno de cualquier mancomunidad; pero el arte más grande está en discernir en qué ha de imponer restricción y castigo la ley, y en qué cosas únicamente la persuasión ha de emplearse. Si toda acción, ya fuese buena o mala para hombre sazonado, hubiese de estar bajo escrutinio, prescripción y obligación, ¿que sería la virtud sino mero nombre y qué encomio merecerían las buenas acciones?, ¿que gracia tendrán los sobrios, los justos o los contenidos?".

Es posible que en la hora incierta que vive el país más poderoso del planeta le convenga volver a los textos de John Milton, aquel que expresó de sí mismo: "Admito que no soy alto, pero mi estatura se acerca más a la mediana que a la pequeña... Tampoco soy especialmente débil... cuando mi edad y mi forma de vida lo requirieron, no fui ignorante en el manejo de la espada, y practicaba en usarla cada día... Ahora tengo el mismo espíritu, la misma fuerza, pero no los mismos ojos. Y sin embargo, conservan todavía la apariencia de unos ojos sanos, y son tan claros y vívidos, sin neblina alguna, como los ojos de aquellos que ven perfectamente... en mi rostro, del que él dice "jamás haber visto rostro con menos sangre", todavía se percibe un color que es el exacto opuesto de lo pálido y sin vida, por lo que, aunque tengo ya más de cuarenta años, apenas hay alguien a quien no le parezca más joven en por lo menos diez años. Tampoco es cierto que mi cuerpo o mi piel se hayan marchitado".

Termina su Areopagítica con el siguiente párrafo, muy a modo: "Sé bien que los errores de un buen gobierno y de uno malo son casi igualmente incidentales; porque ¿qué magistrado podrá no recibir mala información, y más prontamente, si la libertad de prensa se redujere al poder de unos cuantos? Mas el redimir los desaciertos, y en cimera autoridad tener una advertencia más clara de lo que otros tienen un soborno suntuoso, es una virtud, honorables lores y comunes, digna de vuestras elevadísimas acciones, y de la cual no podrán participar sino los más grandes y sabios varones".

Continúa leyendo otros autores

DEJA TU COMENTARIO