Editoriales

Salarios de miedo

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 18 DICIEMBRE 2020
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Salarios de miedo

Allá por los años 70s, había un banco llamado Confía, muy ligado al acontecer comunitario. Tanto que anualmente publicaba un opúsculo en el que hacía un estudio completo de la economía regional y daba a conocer sus pronósticos para el año venidero, de tal suerte que sus clientes podían estar enterados de las posibilidades de mejorar sus ingresos y operar con acierto sus cuentas. Pero, vino a suceder que el año en que examinó el tema de la llegada masiva de maquiladoras, vaticinó un panorama muy sombrío.

No se equivocó. Las maquiladoras, como punta de lanza del capitalismo salvaje han provocado la caída de los salarios a niveles criminales, además de inconstitucionales, inmorales e inhumanos. Para el 2018, la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos, presidida por el delincuente salinista Basilio González, fijó el ingreso mínimo de los trabajadores en 88 pesos con 76 centavos, a todas luces insuficiente para que una persona pudiera comer tres veces al día, sin contar los demás gastos obligados. 

Ese mismo año, con 76 años a cuestas y 26 de presidir la CoNaSaMi, González ganó al mes 173 mil 620 pesos brutos, lo que un trabajador con el mínimo alcanzaría laborando mil 486 días. Curiosamente, en todos los años que llevaba de fijar las percepciones mínimas de los trabajadores, jamás aceptó hacer la declaración de su patrimonio, que debe ser una fortuna incalculable, dado que a sus ingresos colosales debió agregar los negocios que operó gracias a su poder e influencia con el sector patronal.

Ya en el 2019, con el nuevo gobierno, las cosas cambiaron y los minisalarios se elevaron a 102 pesos con 68 centavos en todo el territorio nacional, excepto en la zona fronteriza, donde se fueron hasta los 176.72. En el 2020, fueron fijados en 123.22 y 185.56. Para el año venidero, se espera que aumenten en un quince por ciento, para llegar a los 141.7 y 213.39, que, sin ser suficientes, si son un gran paso en la recuperación del poder adquisitivo de la gran mayoría de los mexicanos que sobreviven con angustia.

La aberración de elevar los dividendos de las empresas por la vía del abaratamiento de la mano de obra es una idea venida del modelo neoclásico de economía que parte de las premisas erróneas de que para crear más fuentes de empleo, hay que bajar las nóminas. Por aquellas fechas que se mencionan, había un ´líder obrero´ que aseguraba que sí, los ingresos de un trabajador no eran suficiente para cubrir las necesidades de la familia; pero, si la mujer se incorporaba al trabajo obrero pudiera ser que alcanzaran.

Las estadísticas señalan que cuando los salarios bajan mucho, cualquier otra reducción de los salarios reales puede aumentar la oferta de trabajo; en ese caso, las personas deben trabajar más para sobrevivir. Históricamente, este fenómeno podía observarse durante la revolución industrial. En muchos países en vías de desarrollo o en transición se puede ver una evolución similar. El fenómeno también es conocido en los países desarrollados en el grupo de los trabajadores mal remunerados, como en Estados Unidos.

La representación sindical de los trabajadores dejó de tener peso, cuando menos en México y así ha sido posible que el sector empresarial finque sus ganancias en los salarios de hambre y que el gobierno ofrezca la precarización del trabajo como uno de los grandes atractivos para invertir en el país. Del otro lado está la globalización, tanto industrial como financiera, que ha generado un nuevo tipo de empresa global totalmente desligada de la gente, cuyas necesidades desconoce y sacrifica en aras de mayores utilidades.

Este fenómeno se hace más dramático con la presencia de los grandes monopolios que acaparan los mercados globales y determinan las condiciones bajo las cuales quieren operar para tener beneficios cada vez mayores. Bajos salarios (excepto para los altos ejecutivos), nulas regulaciones ambientales y sociales, apoyos fiscales diversos que les permiten tener fondos públicos en vez de contribuir a la hacienda, facilidad para explotar los recursos naturales sin compromiso para la restauración de los  ecosistemas.

Como ese modelo es insostenible de por sí, se acude a las crisis recurrentes que no son más que ajustes por medio de los cuales las empresas monopólicas salen más fortalecidas a costa de los recursos que obtienen incumpliendo los compromisos básicos en un modelo de gestión empresarial decente.

La realidad es que, mientras mejores ingresos tengan los trabajadores, más empleo se generará, ya que éstos habrán de ocupar su tiempo libre en atender a la familia y con poder de compra se convierten en consumidores de los bienes y servicios que ayudan a producir. Pagar bien mejora el rendimiento de las empresas. 

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