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Más pedagogía
Más de un siglo (107 años, para ser exactos) han transcurrido de aquella profunda transformación de la enseñanza que realizó el ilustre pedagogo tamaulipeco Lauro Aguirre Espinosa. Buscó, entonces, que la educación respondiera y correspondiera a los retos que planteaban los nuevos tiempos. Para sacar adelante tan importante y tan delicada tarea, se rodeó de lo mejor que había en el campo de las ciencias didácticas, muchos alumnos de Sierra.
Por su formación propia, entendía la importancia de la vocación en la carrera del maestro, por ello fue siempre un crítico severo de quienes asumen el magisterio como simple forma de ganar el pan, sin ese valioso elemento que es el amor por los niños y el interés en su educación a fin de que logren desarrollar cabalmente todas sus facultades para bien propio y de los demás. Justo Sierra dejó una educación con grandes pretensiones, imbuida de las teoría pedagógicas europeas, que no respondía a los planteamientos de la Revolución.
Cuando el general carrancista Luis Caballero Vargas, fue nombrado gobernador y comandante militar del estado de Tamaulipas, en 1914, tuvo a bien entregar la Dirección General de Educación al profesor normalista Lauro Aguirre Espinosa, quien de inmediato propuso un plan afincado en tres premisas fundamentales: mayores exigencias en la formación de los maestros; más pedagogía, menos administración y una educación basada en la experiencia cotidiana de los niños.
Quizá una de las propuestas más notables del Profr. Lauro Aguirre es que se suprimiera la dirección de las escuelas y que las decisiones en materia educativa para las nuevas generaciones fueran tomadas por un consejo de personas involucradas en el tema: maestros, médicos, trabajadores sociales, padres de familia y autoridades civiles. Proponía, además, menos horas dentro del aula y más en actividades que tuvieran alguna relación con la vida comunitaria: talleres, agricultura y jardinería, deportes, artes.
Como primera providencia, convocó a Tamaulipas a varios de los más brillantes compañeros que había tenido en la Escuela Normal Nacional: Alfredo E. Uruchurtu, Guillermo Padilla, Galación Gómez, Manuel Ramírez, Lucio Tapia Bustamante, Epigmenio García, Matías S. Canales, pioneros que dieron un gran impulso y sentaron las bases para la educación en Tamaulipas. La idea común era que el método expositivo carece de valor en tanto que no aporta ninguna experiencia vivencial al educando.
A la caída del gobernador Luis Caballero, el maestro Aguirre debió salir del estado para hacerse cargo de tareas relacionadas con la educación en Guanajuato y otros estados, hasta que retornó a la Ciudad de México (Alfredo E. Uruchurtu fue asesinado en Ciudad Victoria). En 1925 fundó la Escuela Nacional de Maestros para dar un fuerte impulso al normalismo en el país y profesionalizar el ejercicio del magisterio. Pugnó por unificar los criterios educativos para la formación de una conciencia nacional.
Durante el Congreso Constituyente de Querétaro, uno de los temas más discutidos fue el de la educación. Los constituyentes recibieron la influencia del pensamiento de Aguirre, que pugnaba por que el estado proveyera educación, no simple instrucción. Aseguraba que, en primer lugar, la palabra enseñanza, si bien implica a la vez que la idea de instrucción, ésta se contrae casi exclusivamente a la cultura intelectual, mientras que la palabra educación comprende el cultivo de todas las facultades del individuo. Trata de promover la cultura general valiéndose principalmente de la escuela primaria, cuyo objeto es desarrollar armónicamente la naturaleza del niño, en su triple modo de ser: físico, moral e intelectual, único medio de formar un hombre cabal, ideas plasmadas en el Art. Tercero constitucional.
Como director de la Escuela Nacional de Maestros, propuso que la misión era preparar al mentor para que pudiera guiar al educando durante su formación, apoyándolo en su desarrollo y en el proceso de asimilación de sus capacidades intelectuales. Creía que sólo así se conseguiría una sólida formación científica-pedagógica y una pródiga vocación profesional. Por lo tanto, consideró fundamental que el prototipo de maestro tuviera un amplio conocimiento tanto de sus pupilos como de los medios didácticos y pedagógicos básicos.
Eso permitiría a los docentes orientar a los alumnos con el fin de lograr su realización integral, ser conscientes de sus aptitudes y su aplicación en beneficio propio y de la sociedad en general.
El ilustre maestro don Lauro Aguirre Espinosa falleció el 4 de abril de 1928 en la Ciudad de México, a los 46 años de edad.
Como respuesta a los estragos de la pandemia, quizá ha llegado la hora de recuperar y aplicar sus ideas que se convirtieron en ideales revolucionarios.