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Un hombre de principios
Un ser humano con atributos personales propios, además situado en las circunstancias que le permiten enriquecer su formación intelectual y emocional, no puede otra cosa que dar frutos extraordinarios, como ocurrió con don Genaro Estrada Félix, un autodidacta que buceó en las aguas profundas de la historia, del derecho y de la diplomacia de México, para sentar las bases de la política exterior que ha caracterizado al país en el concierto de las naciones civilizadas, al grado de ser adoptada por la ONU.
La Doctrina Estrada es la respuesta de México a las presiones de las potencias en contra de los ideales de la Revolución Mexicana. Llegó en el momento preciso y se mantuvo incólume hasta antes del asalto de las huestes neoliberales que habían tomado el poder para entregar al país y a los paisanos a los intereses de la plutocracia, de la cual forman parte importante, aunque supeditada al mandato de las colosales empresas que dominan la economía mundial y con ello las decisiones de los gobiernos a su servicio.
Es un valioso compendio de ideas que sintetiza dos aspectos vinculados en la historia de las relaciones internacionales de México: por un lado la actitud clara e inteligente en contra del colonialismo, del abuso del poder, de la explotación económica y de la intervención de las potencias imperiales europeas y de Estados Unidos en la América Latina y por el otro, la necesidad de que México se vincule con otros países y con ellos comparta principios en los que fundamenta el ejercicio de su política exterior.
Genaro Estrada nació el 2 de junio de 1887, en Mazatlán, Sinaloa. Desde joven incursionó en el periodismo y como redactor en El Diario de la Ciudad de México, fue comisionado en Morelos para cubrir la rebelión zapatista. Hizo carrera en el servicio diplomático dentro del país, pues organizó los archivos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, impulsó el servicio profesional de carrera y fijó los estándares de la representación diplomática en todos los países con los que México tenía relaciones.
Ya como titular de la dependencia, sentó las bases de la política exterior de México durante una época caracterizada por el poder de los caudillos militares, la rebelión cristera, las presiones de las potencias extranjeras para mantener o recuperar su influencia sobre los asuntos internos del país, la propaganda extranjera contra la revolución y la gran depresión del capitalismo internacional que provocó la repatriación de miles de mexicanos que trabajaban en EU. Ante estos retos, Estrada sustentó la política exterior basada en los principios del derecho internacional, en la defensa de la autodeterminación, en la no intervención, y en la soberanía nacional. No cedió un ápice en sus principios y antes de ello, renunció.
No dudó un instante cuando, en 1927, debió difundir al mundo que el conflicto con la Iglesia católica no era de carácter religioso, ni siquiera de creencias; sino político, entre el Vaticano y el Estado mexicano laico. En 1928 defendió el principio de la no intervención en los asuntos en la Sexta Conferencia Panamericana de la Habana. En 1929, estableció una red consular para que los trabajadores mexicanos que habían quedado desempleados en EU pudieran regresar al país en las mejores condiciones posibles.
Suspendió el trato oficial con el gobierno soviético y clausuró la legación mexicana en Moscú debido al rechazo de la exhortación de México para que se llegara a un acuerdo pacífico en el conflicto surgido entre China y la URSS, y por la propaganda en contra del gobierno mexicano que realizaban los soviéticos radicados en México. Además, estableció un sistema informativo para contrarrestar las presiones que el gobierno norteamericano hacía a través de sus agencias noticiosas. Creó la Agencia Trens de información mexicana.
Habiendo trabajado en el Tratado de Bucarelli, condición impuesta por EU para reconocer el gobierno de Obregón, escribiría el 10 de diciembre de 1931, consciente de la amenaza militar o la coacción económica a que está sujeta la AL: "Los Estados Unidos buscan siempre romper con procedimientos muy hábiles y cautelosos todo aquello que tienda a una unidad, siquiera espiritual, de los países latinoamericanos; y se valen generalmente del halago a algunos de los gobiernos de estos países, para que sean ellos mismos los que obren en fondo y forma tal como lo quieren los Estados Unidos".
Genaro Estrada falleció en la ciudad de México, el 29 de septiembre de 1937. El 24 de octubre de 1996, los nombres de Genaro Estrada e Isidro Fabela, fueron inscritos con letras de oro en el Muro de Honor de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
Fue un hombre de espíritu templado, broquelado con el conocimiento profundo de la esencia del ser mexicano, cuyos principios defendió al grado de renunciar a su posición privilegiada cuando no pudo sostenerlos en defensa de México.