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La ingenuidad
Extraer de la lucha de clases las elecciones del próximo domingo, es, por lo menos, cándido. El interés que ha mostrado el mundo entero por este proceso se debe a que aquí habrá de darse el gran encuentro entre la democracia, esto es, el poder del pueblo para decidir su destino, y la plutocracia que ya domina amplias parcelas y busca una mayor concentración de riqueza y de poder a fin de cumplir el sueño de los déspotas que en el planeta han sido, para erigirse como la gran potestad por pura y simple egolatría.
Aquí es pertinente recordar las palabras del sociólogo liberal Graham Sumner cuando señaló que no todos los ricos son plutócratas: "Debemos hacer distinciones importantes. La plutocracia se distingue claramente del poder del capital. Un gran capitalista no es necesariamente un plutócrata como un gran general, no es un tirano. Los plutócratas no son simplemente los propietarios de fábricas que están en el extremo económico de las teorías marxistas de que todos los capitalistas explotan a sus trabajadores".
Luego explica cómo los plutócratas modernos compran su camino a través de las elecciones y las legislaturas, en la confianza de poder obtener poderes que les recuperen todo lo desembolsado y les produzcan un amplio excedente, además. Es decir, los plutócratas son operadores políticos que emplean el poder del Estado para lograr fines políticos y financieros. Además, el plutócrata es un hombre que, teniendo la posesión de capital y el poder del mismo a su disposición, lo utiliza, no productiva, sino políticamente; en lugar de emplear a trabajadores, recluta a grupos de presión. En lugar de aplicar el capital a la tierra, opera sobre el mercado mediante la legislación, el monopolio artificial y privilegios legislativos; crea puestos de trabajo, erige combinaciones, que son mitad políticas y mitad industriales.
En este espacio se dijo que el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, no está en posibilidades de frenar el financiamiento de los organismos de la plutocracia que han concentrado sus baterías en las próximas elecciones de México, porque dentro de su país está por definir el camino que habrá de tomar su gobierno ante las presiones que están ejerciendo los magnates y las corporaciones multinacionales para enfilar las decisiones de Estado en su beneficio. Los ejemplos al caso menudean y son evidentes.
Por ejemplo, la semana pasada más de 100 directores ejecutivos de empresa se reunieron para planear formas de castigo al pueblo de Georgia por estar deteniendo las inversiones en el estado al aprobar leyes no avaladas por la clase multimillonaria. Así, se tomó la decisión de que la Major League Baseball trasladara el partido de las estrellas de la liga para negar a Atlanta los beneficios económicos de ser sede.
Antes, el CEO de Apple, Tim Cook, lideró una campaña corporativa para boicotear a Indiana después de que Cook y Marc Benioff (directores de ventas) exigieran que se castigara al pueblo de Indiana porque su legislatura aprobó una ley que decidieron que no respondía a sus intereses. Estos ejemplos constituyen sólo una pequeña parte de los tejemanejes políticos de los grupos de presión en los que los poderosos directores ejecutivos, multimillonarios e inversores participan habitualmente.
Curiosamente, el historiador Ralph Raico, dice que la idea de la explotación de una clase por otra fue, de hecho, iniciada por los liberales clásicos. Fueron ellos los que comprendieron bien que el poder del Estado podía ser aprovechado por un grupo con el fin de extraer recursos de otro grupo. Por supuesto, el mercado no fomenta la explotación, ya que las actividades de mercado son voluntarias. Sin embargo, una vez que interviene el Estado, el poder coercitivo del régimen cambia los resultados. El éxito en la explotación de otros reside en usar el poder del Estado para cumplir los planes de los explotadores.
Cuando los grupos empresariales mexicanos surgidos de la venta de garaje que hizo Salinas de las empresas del Estado mexicano, que no generaban riqueza para unos cuantos, sino bienestar para las mayoría, se amafian para inducir el voto y hasta ´aconsejan´ a sus trabajadores por quién votar, no están haciendo otra cosa que cuidar sus propios intereses. Se visten con piel de lobo para seguir manteniendo privilegios mal habidos; para seguir lucrando con el hambre, la enfermedad y el desamparo del pueblo.
En Estados Unidos también. Cuando la corporación Amazon apoya el aumento al salario mínimo puede parecer populista y magnánima; pero así, con poco gasto, se librará de la competencia de las pequeñas empresas que no podrán cubrirlo.