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Una fuente inagotable de sabiduría es la historia; en ella están contenidas las pruebas fehacientes de los acontecimientos que van ocurriendo y la respuesta que los pueblos han dado en determinadas coyunturas. Si bien se mira, el pueblo de México jamás ha sido derrotado. Sus penurias y sufrimientos se deben a la traición de los hombres que han tenido sobre sus espaldas la responsabilidad de conducir los asuntos de la nación. Así fue en los tiempos pasados, remotos o recientes, y así viene a resultar en esta hora aciaga.
La nación mexicana emerge de dos derrotas prácticamente consecutivas: como consecuencia de la Matanza del Templo Mayor, se iniciaron las hostilidades entre aztecas y españoles, por lo que éstos decidieron huir al punto de la medianoche del 30 de junio de 1520. Cortés dio la señal de partida y bajo la consigna de silencio, marcharon por un puente de madera; pero, fueron sorprendidos y derrotados en la jornada que se conoce como la Noche Tristes de Cortés, quien, se dice, lloró bajo un ahuehuete. Las crónicas de la época dicen que dijo Alonso Pérez: "Señor capitán, no esté vuestra merced tan triste, que en las guerras estas cosas suelen acaecer".
Y que Cortés le dijo que ya veía cuántas veces había enviado a México a rogarles con la paz; y que la tristeza no la tenía por una sola cosa, "sino en pensar en los grandes trabajos en que nos habíamos de ver hasta tornarla a señorear". Efectivamente, los españoles volvieron y tomaron a la gran Tenochtitlán luego de un largo asedio. Casi dos años después, el 13 de agosto de 1521, fue vencida la resistencia de los aborígenes y terminó la conquista para dar paso a la colonización de lo que sería la Nueva España.
Resulta que en ambas derrotas, la de los españoles y la de los indios, ninguna de la parte buscó llegar al exterminio, como había acontecido en las Antillas y en otras partes de la América sometida por los europeos. Dióse, entonces, el portentoso fenómeno sincrético que funde a tres razas y dos culturas para inaugurar una nueva época de esplendor en los tres grandes campos de la cultura humana (léase al Dr. Miguel Pastrana Flores y sus tradiciones y Vitrales de Nuestra Señora de Guadalupe en Reynosa).
Luego de la guerra de independencia, vino la guerra con los Estados Unidos que se dice que perdió México, aunque no fue así. Las tropas del contingente norteamericano más importante estuvieron al mando del general Zachary Taylor, quien se había manifestado en contra de la guerra por considerar que era una agresión inmoral, y que más tarde sería presidente de los Estados Unidos. Taylor no mostró entusiasmo por la invasión de México y en la batalla decisiva, en La Angostura, donde quedó atrapado, comisionó a un tal capitán Blood, para ofrecer a Santa Anna 4 millones de dólares en oro, con lo que quedó definido el conflicto y las tropas acantonadas en Veracruz pudieron tomar la Cd. de México.
Ello por la ayuda la Iglesia y los traidores conocidos como los polkos por apoyar la invasión. Según los archivos del Departamento de Estado de los Estados Unidos, "Cuando el general Scott anunció su desembarco en Veracruz, ellos levantaron las bandera de la guerra civil en la capital, en Puebla y en cierto grado en Michoacán". Así, impidieron que el ejército mexicano pudiera combatir a las tropas extranjeras.
Según los informes del agente confidencial Moses Y. Beach: "Al correr el décimo día del pronunciamiento, fui informado de que se pedían al clero (estadounidense) cincuenta mil dólares para sostener la revolución otra semana, mas que sólo se entregarían en el caso de que la importancia de la crisis lo justificara"... "El día 10 de marzo despaché un mensaje al general Scott comunicándole la buena disposición del clero y proporcionándole todas las informaciones necesarias para su avance a la capital".
El mismo clero y los mismos polkos con otro nombre, fueron a Europa en busca de un príncipe rubio que reinara sobre las tierras del Anáhuac. Los sueños de los traidores yacen junto a los cadáveres de los fusilados en el cerro de Las Campanas. En Santa Gertrudis, Tamaulipas, el ejército de la República, al mando del Gral. Mariano Escobedo que contaba aproximadamente 5000 hombres, comandados por los generales Sóstenes Rocha, Jerónimo Treviño, Francisco Naranjo y Servando Canales Molano, dieron la puntilla a la segunda invasión.
Ya en la Revolución, está abundantemente documentada la intromisión de Wilson en la asonada que terminó con el gobierno y la vida del presidente Madero y cómo se logró derrotar a la poderosa División del Norte con la venta de armas y parque defectuoso, lo que ocasionó la incursión a Columbus y posteriormente la persecución de Villa por una tropa al mando del general Pershing, quien nunca lo pudo encontrar. Luego Carranza convocó al Congreso Constituyente de Querétaro para dar al país la más avanzada constitución de su tiempo, con la propuesta de justicia social.
El destino de México ha estado siempre en manos del pueblo, aunque los traidores hayan existido siempre.