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La política cuántica
En los días que corren hay un clima de incertidumbre que cubre varios aspectos de la vida nacional, tal parece que existen propósitos de no llegar a definiciones precisas para dar oportunidad de que ocurran hechos que vengan a poner los puntos sobre las íes de forma contundente. La idea en sí no es mala y como táctica se ha venido utilizando prácticamente desde los albores de la humanidad. Basta repasar los textos de historia para hallar ejemplos que cambiaron el rumbo de los acontecimientos en un tris.
En la física cuántica, que derrumbó todo lo conocido hasta principios del siglo XX, e hizo posible el desarrollo acelerado de las tecnologías que han achicado el mundo y han facilitado la vida del ser humano a tal grado de que necesita usar aparatos para cumplir con el gasto de energía que requiere el organismo para mantenerse en óptimo estado de salud; en la física cuántica y su aplicación la mecánica cuántica, viene a resultar que el producto final no se sabe hasta que termina el meneo de los elementos.
Así, en la política cuántica que vive México, los resultados no se sabrán hasta que se cumplan los plazos y se agoten los recursos, lo que, siguiendo la idea de la física, no puede determinarse si es bueno o si resulta perjudicial para alguna de las partes y, lo más importante, para la buena marcha del país. En el devenir del tiempo han ocurrido circunstancias parecidas cuyo final apuntaba, casi inexorablemente a un rumbo; pero, terminó siendo lo contrario. El ejemplo más a modo: las invasiones que sufrió Rusia.
Según el poeta persa Ne?ami, cuando Alejandro Magno, el gran conquistador de la antigüedad regresaba de China al Turkestán, se enfrentó con los rusos en siete ocasiones y en las siete los venció con relativa facilidad, lo que alentó al poderoso ejército a perseguirlos en sus propios dominios, en las heladas estepas, donde fueron devastados. El episodio tiene lugar cuando Alejandro describe "cómo su ejército atraviesa durante un mes un desierto cuya tierra era de plata y donde el agua contenía mercurio, por lo que muchos de sus hombres murieron de sed al no poder beberla". La resistencia del pueblo y el auxilio de la naturaleza.
Luego, vino Napoleón, que había firmado un pacto de amistad con Rusia; pero que no pudo resistir la tentación de doblegar al coloso. El 7 de septiembre de 1812, el ejército de Napoleón derrotó a las tropas rusas con un saldo de 75.000 bajas entre imperiales y rusos. Una semana después, el gran corso estaba a las puertas de Moscú. Esa misma noche se iniciaron los primeros fuegos del pavoroso incendio que en los siguientes cuatro días arrasó a la antigua capital de Rusia. El zar decidió privar a Napoleón de la victoria que podía suponer la toma de Moscú y ordenó quemar todo: los edificios, las bodegas, los almacenes, los campos. Los rebaños fueron trasladados a las altas montañas protegidas por la nieve.
De esta manera, Napoleón quedó en una situación precaria; el poderoso ejército francés de 600 mil combatientes veteranos y bien armados, se fue reduciendo. Lejos de sus bases logísticas, con sus líneas de comunicación cortadas y el invierno encima, las tropas quedaron inmovilizadas y sin posibilidad de recibir ayuda de la metrópoli o de sus bases más cercanas. El hielo y la nieve cubriendo las enormes distancias terminarían de transformar la aventura rusa de Napoleón en un completo desastre. Bonaparte fue derrotado por los mismos elementos.
El ego de Hitler era tan grande que no pudo resistir la tentación de echar su cuarto de espadas con una invasión a Rusia. A pesar de tener acuerdos de no agresión y de colaboración y asistencia mutua, bajo el nombre en código Operación Barbarroja, Alemania invadió a la Unión Soviética el 22 de junio de 1941, en lo que fue la operación militar alemana más grande de la Segunda Guerra Mundial, con 134 divisiones con máxima capacidad de fuego y 73 divisiones de reserva, para un total de tres millones de soldados alemanes, apoyados por 650 mil soldados de los países aliados. Creyó que era muy fácil.
Pero, luego de varios meses de campaña, el ejército alemán estaba exhausto. Los estrategas alemanes, que habían confiado en un colapso soviético rápido, no habían equipado a sus tropas para la lucha en invierno. Y como esperaban que el personal militar viviera de lo que producía la tierra de una Unión Soviética conquistada, no les proporcionaron alimentos y medicamentos suficientes. Peor aún fue que las tropas alemanas avanzaban tan rápidamente que sus líneas de suministro quedaron rezagadas, y dejaban así flancos apenas defendidos vulnerables al contraataque soviético a lo largo 1.609 km que iban de Berlín a Moscú.
Así, como en la física cuántica, así como en la historia, los resultados sólo se conocerán cuando los elementos activos estén en reposo.