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La resistencia
En estos tiempos, nuevamente, México se convierte en el epicentro mundial. Aunque están ocurriendo eventos y acontecimientos importantes, ninguno tiene un impacto tan grande en la geopolítica como las elecciones del próximo 6 de junio, ya tan próximo. México dio al mundo la primera revolución social del siglo XX y la constitución más avanzada de la época, con principios básicos de justicia social, economía mixta con rectoría del Estado y nacionalismo revolucionario que trajo progreso y bienestar.
Ahora se busca consolidar la revolución pacífica bajo los mismos principios, enriquecidos con las ideas que han venido surgiendo al paso de los años, para hacer de este mundo un mejor lugar para vivir y para que el ser humano se reconozca y asuma su papel fundamental como el ser superior de la creación, con un serio compromiso con su hábitat, consigo mismo y con las demás especies que pueblan su entorno. Pero, las fuerzas de la oposición y de la resistencia, de dentro y de fuera, son muchas y muy poderosas.
Se ha escrito mucho en cuanto a la resistencia al cambio, inclusive se le asume como un mecanismo de defensa que nace y se promueve a través del miedo. Primero, ante el temor de perder lo que tengo, me opongo, lucho hasta con los dientes de manera legal o no; luego, me retraigo, me aparto, me alejo e intento pasar desapercibido para no perder lo que de algún modo ya he ganado. En ambos casos, se asume al cambio como un evento nocivo que puede convertirse en instrumento de despojo, no de lo bien ganado; sino de lo obtenido por medios coactivos, el abuso, el compadrazgo y la corrupción y, claro, la rapiña.
Es posible que hubiera a principios del siglo pasado y que lo haya ahora, alguien que pudo amasar una fortuna respetable a base de talento, trabajo y servicio, cuyos intereses resulten afectados; pero, son tan pocos que brillan contra la oscuridad del abuso y el pillaje, en el alquitrán untuoso y pestilente del envilecimiento y la deshonestidad que ha permitido a manos estériles y mentes obtusas hacerse de mulas a la mala quitando a los niños el pan de la boca y al resto la oportunidad de vivir bien.
En 1910, la revolución política en pos de la democracia, iniciada por Francisco I. Madero, se convirtió en una revolución social a su muerte. Tres hombres fueron clave en la gran transformación del país: Don Venustiano Carranza, que era gobernador de Coahuila cuando Madero fue asesinado y tenía un acendrado espíritu constitucionalista; Francisco Villa, el bandolero que se convirtió en jefe de la División del Norte, una fuerza militar arrolladora; y Emiliano Zapata, el caudillo agrarista del sur.
A pesar de la oposición de los beneficiarios del porfirismo, de la intromisión de los poderosos intereses extranjeros, especialmente ingleses y norteamericanos, de la injerencia de la Iglesia Católica y de las naciones imperialistas; a pesar de las traiciones de los revolucionarios que fueron comprados con oro o con prebendas y reconocimientos, la revolución triunfó y se constituyó en el gran ejemplo planetario.
Basta con echar una mirada limpia de prejuicios para ver cómo México brilló en todos los confines del ancho mundo aportando los logros de la revolución en los tres grandes campos de la cultura humana; arte, ciencia y moral. Y el largo periodo de paz, estabilidad y desarrollo en un mundo agitado por la guerra.
Ahora, ya es imposible negar la existencia de una guerra neoliberal, que es el intento de romper con los conceptos que siguen atando el equilibrio de poder entre los factores de la producción: capital y trabajo, poder económico o poder político, y de visibilizar la violencia tan confusa que están viviendo actualmente varias naciones de Latinoamérica. Violencia que incluye acciones invisibles que siembran incertidumbre y miedo, aunque también se dan en eventos abiertos como mensajes con igual propósito.
Decir que los ojos del mundo están pendientes de México y los eventos del mes próximo, no es una exageración. Bien pueden recordarse las palabras del líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, ante el Congreso nacional, dijo: "Esta asamblea está contribuyendo a cambiar el país y la Cuarta Transformación va a triunfar en México y va a ser un ejemplo en Francia y el mundo", señalándole como ´La era del pueblo´ y ´La revolución ciudadana´. Para agregar al término de su brillante charla, que: "México es una parte adelantada de la humanidad, que está haciendo camino nuevo". Palabras asumidas por otros líderes mundiales.
A medida que avancen los días, las posiciones habrán de enconarse. Es la oportunidad ideal para que los mexicanos saquen la casta y defiendan con ideas, acciones y firmeza, la recuperación del estado de derecho y la justicia social.