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La dictadura de los mercados
De la misma suerte que Chile fue el laboratorio experimental para imponer el neoliberalismo en el planeta, ahora México es el campo de batalla en que se juega el futuro de la humanidad. Por un lado están las propuestas, que se han generalizado por los estragos que ha provocado el capitalismo salvaje, para ponerle riendas y humanizar a la economía de tal suerte que todos puedan comer y si se puede tres veces al día y poniendo manteca a los frijoles, mejor; por el otro, los impíos explotadores del ser humano.
De eso se trata la guerra que han emprendido las facciones de la ultraderecha, aliados a la plutocracia universal, que buscan impedir que avance el proyecto de nación que fue ideado por los mexicanos para darse un régimen de justicia social en que "La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno" (Artículo 41).
Desde el régimen salinista, con el bipartidismo estadounidense como modelo, en que PRI y PAN se alternaban en el poder, la dictadura de los mercados, la circulación de los capitales en provecho de los dictados del capitalismo especulativo dejaron en claro que el mercado gobierna y engloba todo. Detrás de la globalización, esto es el derrumbe de todas las medidas de protección de las economía locales. Se afirmó el poder creciente de las empresas financieras y el mundo ha sido testigo como tiran gobiernos.
Las encumbradas multinacionales fueron el factor decisivo para sacar del poder a un hombre que se sentía todopoderoso y que se atrevió a desafiarlas. Con un montaje mediático espectacular lo hicieron víctima de las mismas tácticas desestabilizadoras que fueron usadas por el Poder Judicial en Brasil para defenestrar a Rousseff y, con la ayuda de ese cuarto de operaciones que es la Organización de Estados Americanos, desconocer la reelección, totalmente válida y comprobada, de Evo Morales en Bolivia.
Como la zanahoria atada al frente del borrico para que haga funcionar la noria, así los gobiernos de las localidades soberanas, sean estados, departamentos o provincias unidas en un pacto federal, se ideó la deuda soberana, de tal suerte que las entidades pueden contratar financiamiento con los organismo e instituciones supranacionales y, además, hacer acuerdos excluyentes, con lo que se compromete el futuro de los pueblos que heredarán grandes deudas y compromisos firmados por gobernantes irresponsables.
Así, el desmantelamiento de las soberanías populares y nacionales se ha hecho bajo la colosal presión de estructuras tecnocráticas creadas por algunos gobiernos por encima de sus constituciones y sistemas normativos. Ante ello, es imprescindible preservar el estado de derecho y sus instrumentos de control; el Estado será más poderoso y eficaz cuanto mejor sepa integrar la democracia ciudadana, como es el caso que se observa actualmente de la pugna entre la soberanía popular y los organismos de invasión.
Si México ha venido a ser el campo de batalla de la resistencia neoliberal, también lo es en cuanto a la imposición de los patrones económicos que han concentrado la riqueza a costa de la miseria general. Es ya imperativo actuar mundialmente para reformar las instituciones internacionales a fin de abrirlas y democratizarlas. Para reestructurar el sistema financiero internacional, transparentar sus acciones y hacerlo más justo, con normas de protección para el trabajador, el medio ambiente y los clientes. Igualmente, está muy claro que no todo debe dejarse en manos de la mercantilización. La salud, la educación, la cultura, los recursos no renovables deben pertenecer al sector público, no al comercial.
Pero, si México se convierte en el epicentro mundial y, aunque ocurran eventos y acontecimientos importantes, ninguno tiene un impacto tan grande en la geopolítica como las elecciones del próximo 6 de junio, ya tan próximo, también en otros lugares sopla el aire. La mundialización tiende a orientarse a reducir la deuda del tercer mundo y crear nuevos fondos internacionales para el crédito de esos países. Un punto toral reside en fortalecer el constitucionalismo a fin de que las relaciones económicas y otras, producto de la globalización, no queden al margen del derecho y del control ciudadano institucional.
Es evidente que la reversión de los procesos de globalización injustos y la limitación al poder de los medios de comunicación electrónica, es tarea de ese constitucionalismo mundial. Las instituciones mundiales y nacionales requieren apertura, incorporación de los excluidos, publicidad de sus acciones y decisiones, así como deliberación y control ciudadano. Pero, además, las instituciones deben encaminar sus acciones en favor de la gente, de los pueblos, no de los poderes fácticos que sostiene la plutocracia.
Lo que fue en un tiempo un factor real de poder, los partidos políticos, se han pervertido. El Partido Revolucionario Institucional, esto es de la Revolución convertida en instituciones al servicio de la gente, ha devenido es una camarilla de bribones con ínfulas de realeza; el Partido Acción Nacional, creado para dar contras a los avances revolucionarios se identificó como el partido de la gente decente y ahora abriga a toda laya de sinvergüenzas; el Partido de la Revolución Democrática, propulsor de un cambio democrático ha devenido en pandillas de mendicantes que recogen las migajas de los otros.
Durante el imperio de la partidocracia, cada partido ponía a su gente en los lugares claves para seguir repartiéndose el jugoso pastel del gobierno. Así, el aparato electoral fallaba siempre en favor de los intereses creados, de los cuales forma parte. En el Poder Judicial se arrochelaban los políticos que habían sido sacados de la jugada, otorgándoles un puesto vitalicio con canonjías hasta para la tercera generación, a efecto de que no pillaran. Los pleitos eran por los agandalles de una parte y de la otra.
Siempre vino a resultar una gran contradicción que la democracia funcionara con organizaciones antidemocráticas que tenían acogotado el aparato de gobierno y se lo repartían como botín. Por ello no es raro ver a las víboras prietas y las tepocatas salir de sus madrigueras para contribuir a la derrota de la voluntad popular manifestada mediante el voto secreto y directo en las urnas el próximo 6 de junio.
Los gandallines como Diego, fueron buenos para asustar con el petate del muerto a quien quería salir corriendo de pavor; ahora, ni quien lo pele. Es una pobre caricatura como el resto de los 'defensores de la democracia' que viven en palacios construidos con ladrillos de corrupción enjarrados con el hambre de los niños que deben pasar el día con una taza de atole de maíz como todo alimento, según le consta a Rosario.