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Las palabras serenas

En estos días tormentosos, cuando los vientos alisios arrastran la basura de las calles y al interior de los hombres se agitan las pasiones, las palabras de José Martí vienen a marcar, nuevamente, el rumbo de la libertad que acerca al ser humano con su calidad de ser superior de la creación. Fue en mayo cuando escribió: "Comete un delito, y tiene el alma ruin, el que ve en paz, y sin que el alma se le deshaga en piedad, la vida dolorosa del pobre obrero moderno, de la pobre obrera, en estas tierras frías... (NY)".

Martí, sobre todas las razones, reconoció y apoyó el derecho de los trabajadores a plantear legítimas demandas. Lo reafirmó al decir: "Repugna al orden de la razón que unos tengan demasiado y otros no tengan lo indispensable. Lo que está hecho así, debe deshacerse, porque no está bien hecho. Salgamos amistosamente al encuentro de la justicia, si no queremos que la justicia se desplome sobre nosotros". En su pensamiento idealista y revolucionario optó por los caminos de la justicia social y de la equidad.

Las palabras serenas

Por ello, hoy primero de mayo, Día del Trabajo, es pertinente recordar su vida y su obra, de la que destaca la carta que escribió desde su exilio en los Estados Unidos al director del periódico La Nación de Buenos Aires, refiriéndose a los Mártires de Chicago: "Como gotas de sangre que se lleva la mar eran en los Estados Unidos las teorías revolucionarias del obrero europeo, mientras con ancha tierra y vida republicana, ganaba aquí el recién llegado el pan, y en su casa propia ponía de lado una parte para la vejez. Pero vinieron luego la guerra corruptora, el hábito de autoridad y dominio que es su dejo amargo, el crédito que estimuló la creación de fortunas colosales y la inmigración desordenada, y la holganza de los desocupados de la guerra, dispuestos siempre, por sostener su bienestar y por la afición fatal del que ha olido sangre, a servir los intereses impuros que nacen de ella. De una apacible aldea pasmosa se convirtió la república en una monarquía disimulada". 

Y qué decir del texto que empieza: "Nueva York, 12 de agosto de 1886. Señor Director de La República: Inteligencia, elocuencia, calor de corazón, todo esto lo dio naturaleza ricamente a nuestras tierras americanas; mas sin lazos que las aten al resto del mundo, sin aplicación laboriosa que las haga respetables, sin vías por donde salgan las riquezas escondidas, sin un trabajo productivo que emplee natural y noblemente aquellas condiciones ventajosas, se extraviarían por siempre en floreos y hojosidades de literatura inútil, se pondrían al servicio de las revueltas políticas que aseguran por cierto tiempo en caso de triunfo un sustento fácil y vergonzoso, y se esterilizarían a lo sumo en la persecución fantástica de la mera forma. No hay más medio de asegurar la libertad en la patria y el decoro en el hombre, que fomentar la riqueza pública. La propiedad conserva los Estados. Un déspota no puede imponerse a un pueblo de trabajadores".

En sus colaboraciones periódicas, Martí tocó todos los temas, como cuando dijo: "A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma de gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país".

En el mismo sentido que Martí, escribió Eduardo Galeano: "El primero de mayo es el único día verdaderamente universal de la humanidad entera, el único día donde coinciden todas las historias y todas las geografías, todas las lenguas y las religiones y las culturas del mundo; pero en los Estados Unidos, el primero de mayo es un día cualquiera. Cada 1º de mayo el mundo recuerda a esos mártires, y con el paso del tiempo las convenciones internacionales, las constituciones y las leyes les han dado la razón. Sin embargo, las empresas más exitosas siguen sin enterarse. Prohíben los sindicatos obreros y miden las jornadas de trabajo con aquellos relojes derretidos de Salvador Dalí".

Abundando sobre los Mártires de Chicago, escribió en su libro De los abrazos: "Les espera la horca. Eran cinco, pero Lingg madrugó a la muerte haciendo estallar entre sus dientes una cápsula de dinamita. Fischer se viste sin prisa, tarareando La Marsellesa. Parsons, el agitador que empleaba la palabra como látigo o cuchillo, aprieta las manos de sus compañeros antes de que los guardias se las aten a la espalda. Engel, famoso por la puntería, pide vino de Oporto y hace reír a todos con un chiste. Spies, que tanto ha escrito pintando a la anarquía como la entrada a la vida se prepara, en silencio, para entrar en la muerte.

Los espectadores, en platea de teatro, clavan la vista en el cadalso. Una seña, un ruido, la trampa cede... Ya, en danza horrible, murieron dando vueltas en el aire. José Martí escribe la crónica de la ejecución de los anarquistas en Chicago. La clase obrera del mundo los resucitará todos los primeros de mayo. Eso todavía no se sabe, pero Martí siempre escribe como escuchando, donde menos se espera, el llanto de un recién nacido".

El sentido de la celebración del Día del Trabajo se perdió durante la noche oscura del capitalismo salvaje; pero, al impulso vigoroso de un pueblo de trabajadores, ese pueblo que hizo la primera revolución social del siglo veinte y va por la revolución pacífica, es que se está recuperando como se van restaurando los derechos de quienes con sus manos producen la riqueza que ha engordado bolsas filibusteras de parásitos que no sabría cómo hacer un café con leche, pero que gozan de privilegios al amparo del poder corrupto e impune.

Impune hasta ahora, porque los tiempos cambian y ha llegado la hora de revalorar el quehacer humano como generador de bienes cuyos beneficios deben ser para todos de una manera equitativa y justa. Hoy, el sol saldrá para acariciar la cara de los trabajadores, de los hombres que tienen un propósito noble en su existencia. 

Hoy brilla el sol de la justicia social y eso no podrá arrebatarlo nadie.