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La escoba
Inexorablemente, después de las elecciones de mañana, el sistema electoral tendrá que entrar en un periodo de renovación que permita dar transparencia, certeza y legalidad a los comicios. El país no puede avanzar con autoridades electorales que se adjudican un exacerbado protagonismo para cumplir el axioma anunciado por José Stalin: "Los que votan, no deciden nada; los que cuentan los votos son los que deciden todo". Un aparato tan rudimentario podría funcionar, si tuviera operadores adecuados.
Pero, ninguna estructura comicial, por más avanzada, sofisticada y transparente, puede ofrecer buenos resultados si es operada por los mapaches de siempre, cuyo origen puede rastrearse hasta el régimen de Carlos Salinas. Es una organización tan cerrada y eficiente para sus propósitos, que el árbitro es el dueño de la pelota y sus decisiones son calificadas, avaladas o sancionadas por una instancia del mismo origen y de igual naturaleza. Por si eso no fuera suficiente, se apoyan en organismos supranacionales.
Con facultades desmesuradas, el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación pueden imponer liderazgos y modificar los estatutos internos de los partidos a criterio de consejeros y magistrados. Además, como se vio flagrantemente, vetar candidatos interpretando de manera torcida las disposiciones de la ley. El príncipe Córdova y su corte de lacayos ejercen el cargo que se les confió con despotismo para impedir que los partidos cumplan la voluntad de sus miembros.
De esta suerte, los fraudes empiezan desde antes de las elecciones, con el arreglo a modo del padrón de votantes, la espulgada y la rasurada de sufragantes, cambio de domicilio de casilla que, curiosamente, la ley permite de último momento y la integración de los funcionarios de casilla con los cuates de siempre, una vez que se arregló a los otros. Los estudiosos en la materia han logrado identificar diez estrategias para perpetrar los fraudes in situ: el acarreo, el mapacheo, la mesa que más aplauda, el carrusel, las urnas embarazadas, la catafixia, el ratón loco, la uña negra, la foto de celular y las tarjetas.
Asegura un viejo y conocido refrán que la soberbia es mala consejera, quizá por ello y como evidencia de poder, los integrantes del INE decidieron construirse un formidable palacio en pleno centro de la Ciudad de México, a fin de ejercer su potestad desde aposentos reales a la altura de su excelencia en un país con más de 70 millones de pobres. Solamente la cordura de los legisladores impidió que llevaran a cabo una locura de tal magnitud, únicamente comparable con el fastuoso elefante blanco del NAICM.
Las instancias electoral tendrán que reformarse de tal suerte que puedan cumplir con su función en la misma medida que incorporan los más avanzados sistemas de sufragio, cómputo y ratificación de las jornadas comiciales por medio de las cuales los ciudadanos mexicanos, sin importar edad, sexo, condición social, económica o filiación política e ideológica, puedan darse los gobiernos que deseen en consonancia con el mandato constitucional venido de la primera revolución social del siglo veinte.
Igualmente, tendrán que dar cabal cumplimiento a la responsabilidad vital de promover la creación de ciudadanía mediante tareas de concientización que ahora sólo sirven para que unos cuantos se llenen los bolsillos de dinero haciendo que hacen sin hacer nada. Hasta ahora el príncipe Córdova ha sido omiso en mencionar la Estrategia Nacional de Cultura Cívica 2017-2023, porque sabe que es un tema que no se ha tocado por dos razones fundamentales: educaría a los ciudadanos votantes y no deja dinero.
En la presentación de esa iniciativa, explica: "Decir que la cultura política en clave democrática no atraviesa su mejor momento no es algo inédito. Prácticamente todos los estudios en la materia revelan el malestar y descontento de amplias franjas de ciudadanos con los resultados de la democracia, cuando no con la democracia misma. Es indudable que en un cuarto de siglo hemos logrado grandes avances en los procedimentales que igualan el valor del sufragio, pero estos avances han sido insuficientes ante los grandes problemas estructurales de pobreza, desigualdad e injusticia que padecemos secularmente como sociedad. Las expectativas puestas en las instituciones y autoridades surgidas de las urnas derivan en decepción ante la capacidad de respuesta y la debilidad del Estado de derecho. La baja estima de los partidos políticos y de los parlamentos (instituciones indispensables de todo sistema democrático), la erosión de la confianza en las instituciones públicas y entre las personas, así como el consecuente debilitamiento del tejido social, son fenómenos que reflejan el desencanto con la democracia y subrayan la necesidad de impulsar un cambio cultural".
Una auténtica perla que no puede pasar desapercibida es su afirmación de que: "Prácticamente todos los estudios en la materia revelan el malestar y descontento de amplias franjas de ciudadanos con los resultados de la democracia, cuando no con la democracia misma". ¡Qué tontería! Los ciudadanos no están disgustados con la democracia, sino con las autoridades electorales que la obstruyen y la afectan para proteger intereses oscuros que tienen que ver con el mandato de las instancia del neoliberalismo.
El capitalismo salvaje es el que ha propiciado, como medida de protección, que haya funcionarios inmensamente ricos con un pueblo pobre que debe pagar sus excesos. Orita mismo, el príncipe Córdova ha solicitado amparo para que no se aplique en él y su corte de lacayos la Ley de Austeridad Republicana con la cual se busca disminuir los gastos operativos del gobierno para hacer inversiones productivas, especialmente en infraestructura para el desarrollo. Y para elevar el salario de los trabajadores, esos que mantienen en acción el sistema productivo nacional y generan riqueza.
La jornada de mañana será la última trapacería de Córdova y sus cordovitas. El agotamiento del sistema político-electoral, demanda después del 6 de junio un amplio debate nacional orientado a la construcción de un nuevo modelo capaz de generar certeza, confiabilidad y credibilidad, incluso en situaciones de diferencias cerradas en la votación. Los modelos al respecto menudean y han resultado ser más efectivos y menos costosos que la tediosa parafernalia que actualmente arroja tantas dudas.
Que la escoba ponga la basura en su lugar.