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La Cuarta Ola
Nadie podría explicar con mayor precisión el sentido de la cuarta ola feminista, que una mujer con estudios universitarios y una basta obra literaria en la que aborda los temas sociales del momento. Su último libro, Afrodita Desenmascarada, pone los puntos sobre las íes con respecto al feminismo actual que se ha tornado desaforado, violento y hasta misándrico. Un feminismo que no es casual ni gratuito; sino que tiene orígenes en oscuros intereses que tienen que ver con la resistencia al cambio económico.
En 2017, María Blanco escribió un libro imprescindible para quienes huyen de las ideas feministas radicales de izquierda y derecha. El punto de partida de Afrodita desenmascarada, la defensa del feminismo liberal, es claro. El chovinismo masculino, la discriminación y la desigualdad existen en nuestras sociedades. La historia también es irrefutable, todos los ámbitos de la vida pública han sido durante siglos territorios exclusivos del hombre, por lo que las mujeres que han logrado sobresalir en el arte, la ciencia, los negocios o la política llaman la atención con una mirada de admiración y respeto.
Reconoce que el feminismo ha sido liberal desde sus inicios: el derecho al voto, acceso a la educación, el derecho a la propiedad, el derecho a decidir sobre la propia vida son demandas que afectan tanto a hombres como a mujeres. La autora señala que en el camino, el liberalismo se ha deformado y que el feminismo ha sido secuestrado por una escuela de pensamiento monolítica, que habla por todas las mujeres cuando en realidad representa sólo la opinión de un grupo. "Un grupo mayoritario, sí, y que tiene un poder político y social nada despreciable"; pero que se ha convertido en simple instrumento.
Haciendo un poco de historia, habría que decir que la primera ola feminista se da cuando la mujer va en busca del voto, esto es, su derecho a elegir a sus líderes y gobernantes y, ocasionalmente, a ser elegida para alguna responsabilidad. Célebre fue la respuesta de la reina Victoria, en 1870: "Dejad que las mujeres sean lo que Dios quiso: una buena compañera para el hombre, pero con deberes y vocaciones totalmente diferentes. Si las mujeres se despojaran de sí mismas al reclamar igualdad con los hombres, se convertirían en los seres más odiosos, paganos y repugnantes, y seguramente perecerían sin protección masculina". Eso dijo la mujer que gobernó Gran Bretaña desde los 18 años, de 1837 a 1901.
La segunda ola se presenta con la modalidad de la libertad sexual a partir de los años sesenta. Buscaba separar el sexo de la maternidad. Se crean los métodos anticonceptivos y se ponen de moda los abortos aunque fue mucho después cuando se avanzó en su despenalización. Pero, es entonces cuando se le empieza a percibir como un instrumento exitoso para lograr propósitos políticos, económicos y, desde luego, sectarios. Afirma Erin Pizzey que el feminismo se convirtió en un gran negocios para invertir.
La tercera ola convierte a la mujer en víctima y las organizaciones de defensa logran obtener cuantiosos recursos del Estado para tareas que ya no tienen que ver con los gritos de las sufragistas del siglo XIX; sus ideas ya no venden. Tampoco la libertad de la mujer y la igualdad de derechos con respecto al hombre, tan añoradas por las feministas de la primera y segunda ola. La mujer como ser desvalido, sí genera enormes recursos. El gran negocio, las feministas se enganchan a la yugular del contribuyente.
Escalofriante, descarnada es la visión de María Blanco: "La tercera ola feminista de los setenta fue capturada por la izquierda, pero aún tenía buenas intenciones sobre los derechos de la mujer. Ahora, sin embargo, vamos hacia una cuarta ola feminista con objetivos espurios: que los hombres lleven tacones o que los niños carezcan de identidad sexual, por ejemplo". Quizá le faltó agregar, que sirvan de ariete para echar abajo candidaturas de personas que pueden molestar poderosos intereses de diversa índole.
Su visión del asunto es tan aguda, que en su libro desarrolla y defiende brillantemente un feminismo individualista basado en la libertad personal, en la no delegación de los legítimos intereses, en la no autovictimización y en el rechazo de las etiquetas. En cada uno de los capítulos, María Blanco presenta argumentos sólidos, aporta datos contrastantes y contrastables. No subestima el sufrimiento de las víctimas de violencia, discriminación o violación sistemática de los derechos de las mujeres. Para ella, las máscaras que cubre Afrodita en el siglo XXI son las mentiras y manipulaciones políticas que impiden que las mujeres se hagan cargo de sus vidas sin culpar a los hombres ni pedir ayuda al Estado.
No se puede evitar señalar a una víctima de la cuarta ola feminista: Alicia Verónica Rubio Calle, madre de familia, licenciada en Filología Clásica, profesora, escritora y política española, quien desde 2019 es diputada de la XI legislatura de la Asamblea de Madrid. Ella fue separada de la cátedra por sus ideas, luego de escribir su controversial libro, Cuando nos prohibieron ser mujeres... y os persiguieron por ser hombres, en el que pone al descubierto el entramado económico y la mafia feminista en España.
Testimonia que el dinero destinado a organizaciones como el Instituto de la Mujer no se fiscaliza, es decir, no se dan explicaciones de lo que hacen con el presupuesto. "Estuve en una reunión en el Instituto de la Mujer donde se decidían qué coordinadoras se encargarían de repartir los 50 millones de euros procedentes de los Fondos Europeos. Discutían entre ellas y lo único que estas 200 personas reclamaban eran que querían pasar a ser funcionarias, y otras que ya les tocaba el contrato indefinido".
En base a las consideraciones señaladas, bueno sería hacer una profunda reflexión sobre el movimiento llamado cuarta ola feminista que presenta diversas aristas no todas favorables al reconocimiento de los derechos de la mujer, compañera del hombre en la gran tarea de hacer de este mundo un mejor lugar para vivir.
La violencia que han desatado en pos de un poder destructivo, es en sí mismo un contrasentido de las luchas históricas del feminismo. La igualdad es lo contrario al privilegio y sólo se consigue cuando todos aportan su esfuerzo para lograr el bienestar común.