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El feminismo como arma política
Al tratar un tema tan sensible y controversial, es imperativo hacer algunas precisiones que tienen que ver con el hecho de que en México hay un enorme rezago en el reconocimiento de los derechos de las mujeres a una vida digna y libre de violencia; que ese atraso no es privativo de género, sino resultado de un modelo económico injusto y rapaz, que produce enormes riquezas mediante el despojo y graves daños al entorno ecológico; que México es pionero mundial en la aplicación de la paridad de género.
Dicho lo anterior, ayer fue lanzado a nivel continental un ´manifiesto´, que en realidad es un libro con el título de Quemar el miedo, en el que se dice: "Es mentira que nos protegen. Porque es mentira que nos quieren vivas. Lo vemos cuando rechazan la educación sexual integral. Los vemos cuando rechazan el cambio sociocultural y político que necesitamos para abolir las opresiones y violencias de género". Sin embargo, no están en contra de todos los hombres; sino de quienes sostienen, las prácticas patriarcales.
El concepto de patriarcado ha tenido diversos significados a lo largo de los siglos, sin que ello haya obstaculizado la obra de mujeres excepcionales en lo individual y en lo colectivo; pero, el patriarcado como instrumento de dominio surge con el neoliberalismo. La entrada del capitalismo salvaje supuso una transformación radical de las formas de vida y de relación humanas. Con la implantación de las viejas dinámicas de acumulación y la producción de plusvalía, el sistema capitalista generó una de las divisiones sociales más estudiadas por el feminismo: la separación de la esfera pública y la esfera privada, asociadas respectivamente a lo masculino (la política, la academia, el desarrollo profesional) y lo femenino (la crianza, los cuidados, lo doméstico). Luego, la mujer obrera y la explotación laboral.
Quizá una de los estudios más acuciosos sobre el tema sea el publicado por la historiadora Julia Cámara, quien, luego de certeras consideraciones previas, afirma que: "Y si, como algunas pensamos, las dinámicas patriarcales no son ya separables de manera íntegra del sistema capitalista, entonces su cuestionamiento puede suponer una lucha global por la justicia social y la defensa de posiciones radicalmente anticapitalistas". Ello convierte al feminismo en parte importante de una lucha más vital.
Quemar el miedo, publicado por Editorial Planeta, es obra del colectivo feminista chileno Las Tesis y busca tener honda penetración a nivel continental; pero, se queda corto en algunos temas esenciales y, por desgracia, encaja muy bien en el uso del feminismo como arma política ( hoy tan de moda). El manifiesto se divide en siete capítulos: Nos roban todo, menos la rabia; Patriarcado y capital es alianza criminal; Mi cuerpo no será más el sostén capitalista; Juntas abortamos; Bajo el disfraz del amor; El potencial transformador del performance y El Estado opresor. Generaliza conflictos concretos propios.
La respuesta la da Carmen Boullosa: "No creo que esto hable fuerte, sino que cierra puertas, ventanas. Es muy necesario mover pisos en una estructura social que ha conducido a la hecatombe ecológica y a una generación continua de violencia: económica, donde tanta gente vive en estado de extrema miseria; doméstica, de violencia política, etcétera. Veo con entusiasmo, con enorme simpatía, con emoción, este movimiento, pero veo también el lado de la violencia; me preocupa que sea la condena del movimiento".
Lamentablemente, el feminismo en todas sus expresiones se utiliza como arma política. Siguiendo los postulados de la ideología de género, se vuelve una lucha de sexos que tiende a sustituir a la lucha de clases. De un lado, la ruptura de la igualdad de hombres y mujeres por mandato de ley y por sentencia judicial, para quien el hombre tiene más culpa por el mero hecho de serlo y sus actos siempre tendrán el estigma de buscar la sumisión y sometimiento de la mujer. Basta con un simple señalamiento para cargar culpas, sin menester pruebas.
El feminismo de estos tiempos provoca que la política pierda su función de buscar el bien común para convertirse en un campo de batalla donde imponer ideologías al resto de los ciudadanos, a ser posible sin contar con ellos una vez hayan depositado su voto en la correspondiente urna. En el vértigo de la sociedad, que no permite la calma, que sólo demanda espectáculo y cuyos medios de comunicación, cuya función debería ser estimular el debate, se pliegan a lo escandaloso para conseguir audiencia.
La idea de Las Tesis de convertir el patriarcado en un ariete político para cumplir los propósitos más deleznables del ´feminismo´: dividir y debilitar la lucha por la justicia social, resulta harto inaceptable.