Editoriales

El poder de las mayorías

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 11 DICIEMBRE 2020
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El poder de las mayorías

México ha vivido un retraso histórico innegable. Los planes y programas que fueron anunciados en los 90s para hacer del país una potencia productora, han tenido mucho éxito, si; pero, en China, que actualmente es la nación que disputa el predominio mundial al coloso del norte. Aquí, la industria maquiladora sólo ha traído hambre y severos problemas para las administraciones públicas, incapaces de responder a las demandas de la gente.

Quizá es la indiferencia de una buena parte de esas personas, lo que les hace más fácil criticar que proponer; derruir que edificar; embrollar que ordenar. Científicamente está comprobado que es más costoso proponer que reaccionar ante una propuesta, tanto desde el punto de vista personal como desde el punto de vista del riesgo social que se asume. 

La persona que propone y la que se opone, consiguen su propósito de existencia social. El conglomerado ciudadano suele entender que hay dos posturas, una a favor y otra en contra; pero, olvida con frecuencia que para que haya posturas tiene que haber una idea sobre la que hablar, idea a la que apuesta la persona que sugiere. Las dos personas consiguen reconocimiento; pero, la segunda con un esfuerzo muy inferior. Para emitir una idea se requiere un pensamiento creativo, una visión sistémica y articuladora de la idea. La crítica presupone la mayor parte de las ocasiones un mecanismo mucho más simple; basta con usar argumentos opuestos. Lo que daría validez a la crítica sería el sustento científico.

En el caso de que se trata hoy, nada hay de analítico o científico en el coro de críticas ácidas que se hace a las colosales tareas que ha emprendido el régimen de la Cuarta Transformación, que está buscando revertir los estragos del capitalismo salvaje y retornar a los trabajadores el poder de compra que se les ha arrebatado, para que puedan incorporarse al tren de vida del siglo XXI.

No hay forma de negar que los cambios causan algunos inconvenientes para la población acostumbrada a la colusión de las autoridades con los pillos de cuello blanco que han hecho del trabajo la mercancía más barata, mientras se hinchan los bolsillos de billetes verdes, porque pesos no agarran.

La Ley Federal del Trabajo, Reglamentaria del Artículo 123 Constitucional, acendra el precepto constitucional y establece en su artículo 90 que el salario mínimo es la cantidad menor que debe recibir en efectivo el trabajador por los servicios prestados en una jornada de trabajo. Asimismo, señala que éste deberá ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos.

Quien sabe si la letra del texto de la norma que rige a la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos se escribió como burla sangrienta a los trabajadores o si es producto de un mente kafkiana, que ni idea tiene de lo que dice, porque en uno de sus párrafos correspondientes a los estudios que debe revisar para establecer los estipendios dice: 

"El presupuesto indispensable para la satisfacción de las siguientes necesidades de cada familia, entre otras: las de orden material, tales como la habitación, menaje de casa, alimentación, vestido y transporte; las de carácter social y cultural, tales como concurrencia a espectáculos, práctica de deportes, asistencia a escuelas de capacitación, bibliotecas y otros centros de cultura; y las relacionadas con la educación de los hijos".

Además de: "Solicitar toda clase de informes y estudios de las instituciones oficiales, federales y estatales y de las particulares que se ocupen de problemas económicos, tales como los institutos de investigaciones sociales y económicas, las organizaciones sindicales, las cámaras de comercio, las de industria y otras instituciones semejantes".

Las aberraciones promovidas por el capitalismo salvaje y los gobiernos a su servicio, llegaron a tanto que México fue uno de los tres países con los salarios más bajos a nivel mundial. Ni Haití pagaba tan mal a sus trabajadores, con el agravante de que las prestaciones sociales se fueron perdiendo poco a poco para que no se notara su ausencia.

La plutocracia, como una potente aspiradora, absorbía la riqueza generada por el trabajo del hombre y la explotación de la naturaleza, dejando a unos y otros en el nivel mínimo de sostenibilidad. El neoliberalismo revivió las condiciones de esclavitud que establecieron las fincas henequeneras del sureste, nomás que aquí con trabajos precarios, extenuantes y mórbidos.

Los que echaban los cohetes de júbilo cada vez que robaban a los trabajadores, ahora tendrán que recoger las varas. Aunque se critique el trabajo de restaurar el poder adquisitivo de los salarios, por voluntad popular no hay marcha atrás. 

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