Columnas > ERNESTO SALAYANDIA GARCÍA
Neurótica explosiva, por demás agresiva
Soy neurótica. Un pleito con mi esposo me causaba mucha irritación, me altero porque las cosas no son como yo quiero, como yo digo, y cuando yo digo, exploto, arde Troya y aviento todo, licuadora, lámparas, vasos, cubiertos, todo vuela en contra de mi víctima, rompes todo, vajillas completas, computadoras, no me importa nada, las pantallas ya las cuido más, pero las televisiones no, no puedo controlar mi ira. Vengo de un hogar disfuncional, mis hermanos me enseñaron a ser neurótica, soy niña adoptada, cuando llego a esa familia, mis padres ya tenían hijos, cinco hijos, cuatro hombres y una mujer, más grandes que yo, llego a los 3 meses de nacida, siento el rechazo de ellos, pero de mi mamá y mi papá no, mi papá dice que cuando llegué a su casa, es como si hubiera adoptado a Dios, le cambió la vida, le subieron el sueldo, mi madre era muy feliz abrazándome, pero mis hermanos no sabían que yo no tenía la culpa, yo era una bebé, nunca los concientizaron, nunca les explicaron bien cómo tenían que tratarme, me decían, eres una recogida, muerta de hambre, vete a la verrrr y tantas agresiones que me decían y mis padres no hacían nada, mi madre me decía, ya te voy a llevar conmigo, porque si te sigo dejando aquí, estos te matan. Fui amarrada en un árbol de moras por mis hermanos, ellos hacían alianzas en mi contra, cierto es que fui muy chiple, y ellos tenían el sartén por el mango, cierto es que al principio doblaba las manos, después vinieron las mías y les di un infierno a los 5, o sea, como yo tenía el cariño de mis padres en la bolsa, el biberón lo dejé bien tarde, el chupón lo dejé hasta muy grande, el dedo lo dejé hasta muy grande, yo sabía muy bien que mis papás estaban a mi favor, mi papá me apodo su estrella y crecí en un ambiente muy neurótico, gritos y golpes, nos aventábamos con cajas de soda, con máquinas de escribir, con cuchillos, un día me ensarté a un hermano, le encajé el cuchillo en la pierna derecha porque me agarró un gajito de naranja y lo que es mío, se respeta.
Heridas que marcaron mi alma
Empiezo a enojarme con la vida, siempre deseo una muñeca barbi que nunca tuve y cuando llegó a mis manos, me enojé porque ya no tenía ganas de jugar a las muñecas, me daba mucha envidia ver a mis amiguitas con ropa tan padre y mi papá era mesero, éramos muchos hijos y no tenía para darnos regalos a todos, si él quería hacernos un buen regalo, era una bicicleta para todos, pero no cumplía mis caprichos como una barbi, un brinca brinca, unos trastecitos, tenía que usar unas teguas de suela y llanta, no quería ir a la escuela, me avergonzaba, aparte porque era burra, sentía que tenía ganas de ser feliz, a esa edad, y me molestaba tener que ponerle atención a la escuela, siempre fui muy burra y siempre pasaba de panzazo.
La soledad no me abandona
Crezco frustrada, toda mi vida he sido una mujer frustrada, nunca me gustó lo que yo traía en mi mente, en mi cuerpo, nunca me acepté y estuve siempre en conflicto, me sentía incomprendida, no podían voltear a verme nadie, si me veían mi ropa mis aretes, yo los agredía, - Que fregados me ves, ¿te modelo? en fin, sumamente agresiva. Yo no tengo amigas porque yo misma las ahuyento con mi actitud, con mi manera de ser con mis enfados, con mi comportamiento, con mi agresividad, con mi manera de alterarme, sufro porque estoy sola.
Acumulando ira, dolor y frustración
Me caso enamorada, pero me caso por fugarme de la casa y tener la mía, donde nadie me corriera, nadie me dijera muerta de hambre, en mi casa mando yo, le guste a quien le guste, si no te gusta la puerta está muy ancha, un solo dedo me falta para tener a alguien mejor que tú, me sentí tejida a mano, me sentí mucho jamón para un par de huevos, mi esposo y yo nos conocíamos desde niños, yo no sabía que él era alcohólico y drogadicto, ni él sabía que yo era neurótica, entonces cuando siento que por primera vez me aman, yo me desquito todas, estábamos esperando con mucha ilusión el primer bebé, luego, el segundo, luego el tercero, nunca llegaron, pasó un año, otro año, así se me pasó la vida, con avances tecnológicos, los mejores doctores, y nada, me encabroné con Dios, mucho con Dios, mi sueño era decirle a mi padre, ya eres abuelo, mi sueño era estar en una cama de hospital pujando y ver a mi esposo hablarle a mi panza, me hubiera gustado haber visto nacer a ese bebé y disfrutar de él y esos tiempos nunca llegaron, tengo 27 años de casada, me llené de más frustración, más odio, más dolor, más ira y le reclamé muchas veces a Dios, levantaba la cara al cielo y le decía a Dios, - Tú también te equivocas, gente que se alcoholiza y se droga, los dejas y los bendices, era tanto mi coraje con la vida que decía yo, ¿por qué no se meten un dedo en la cola y luego se lo chupan para que sientan que es la misma fregadera que se están tragando?, estaba sumamente encabronada con Dios y con la vida y me desquité con mi marido, porque realmente Jorge fue un gran hombre, me aproveché de él como un perrito, y le decía, hasta aquí llegas pendejo, al son que te toco bailas, nunca entendí que nacemos con un soplo de vida propio.