Columnas > ERNESTO SALAYANDIA GARCÍA
Celos patológicos, psicóticos, enfermizos
Celotipia infernal
E n aquel tiempo, mi mujer y mis dos hijos pequeños se fueron de vacaciones a Tijuana, y me quedé solo en mi residencia con alberca techada y un estilo colonial italiano, jardines y bambús por todos lados. La relación con mi esposa era buena y cordial, al menos así lo denotaba yo, y ella se extrañaba mucho cada noche que hablábamos por teléfono; la hostigaba con mis celos patológicos, enfermizos, me invadió en mi mente enferma una celotipia obsesiva, destructiva, por demás psicótica, patológica.- Amor, ¿Qué te pasa, por qué me dices eso? Ella, extrañada, sacada de onda me preguntaba, mientras que yo, indignado, enojado, le colgaba, aventaba el aparato telefónico o lo golpeaba. La denigraba, humillándola, tratándola como prostituta, ofendiéndola sin razón, y ella no sabía qué demonios pasaba, porque desconocía por completo lo que yo traía en mi mente, que era toda una película de terror y de celotipia infernal. Por la droga tenía un pensamiento obsesivo, lo que ahora llamo la loca de la azotea; mi lenguaje era grosero, por demás vulgar y agresivo.
Obsesiones que matan
Lleno de frustración, dolor, sexo obsesivo, perversidad y morbosidad, lleno de miedos. Hoy lo sé; sé que detrás de mis celos hay miedos. Mi argumento era enfermizo y eché a andar al mismo diablo que llevaba dentro de mí. Solté al demonio, con la gran diferencia de que lo drogué y lo ponía bombo con tanto vodka, morfina, cocaína, pastillas y nicotina; me volví loco, perdí el sano juicio, me obsesioné al extremo de mi celotipia, que mañana, tarde y noche me abocaba a buscar papel higiénico imprentado de semen; incluso, en los pañales de los niños, los muñecos de peluche, ropa interior de ambos y en infinidad de prendas donde mi mente generaba que ella limpiaba sus partes después de haber tenido relaciones sexuales con su supuesto amante. Imagínate al mismo diablo, solo que hasta las cachas de cocaína, Nubain, vodka y pastillas. Loco endemoniado, furia infernal, de ahí vengo, y sólo por la gracia de Dios hoy no regreso allá.