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Protesta estudiantil en México
Aquel pleito entre estudiantes de las Vocacionales 2 y 5 del Politécnico Nacional, y la Preparatoria Ochoterena de la UNAM, ocurrido el 22 de julio de 1968, dio pie para que ocurrieran una serie de sucesos que habrían de minar las bases del sistema político mexicano, ese que tanto asombro causaba a nivel mundial por haber mantenido un país tan plural y diverso en un clima de paz, estabilidad y desarrollo en medio de la vorágine de la guerra; de terribles genocidios por todos los puntos del globo.
El enfrentamiento entre estudiantes no era raro al calor de los sentimientos de pertenencia a alguna de las grandes instituciones del país; pero, fue creciendo en la medida que intervinieron actores de la más disímbola tesitura. En la primavera del 68 se dieron importantes movimientos estudiantiles en todo el ancho mundo, destacando la protesta y el rechazo de los jóvenes norteamericanos a la guerra de Vietnam, en la que se utilizaron figuras de gran arrastre, como Elvis Presley a favor y Mohamed Alí en contra; y el movimiento de chicos, a los que se unieron los obreros, en Francia contra el capitalismo.
Allá, se esgrimían argumentaciones de mucho peso, como la injusta invasión de un país situado al otro lado del mar, o la tendencia a la desmedida concentración de la riqueza. Aquí, todo era como jugando. La prueba de ello era el pliego petitorio que debía cumplir el gobierno: 1.- Libertad a los presos políticos. 2.- Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal, relativos al delito de disolución social. 3.- Indemnización a los familiares de los muertos y heridos desde el inicio del conflicto, víctimas de la represión policíaca y de otras fuerzas y mecanismos de seguridad. 4. Desaparición del Cuerpo de Granaderos. 5.- Deslinde de responsabilidades por parte de los funcionarios públicos y autoridades por los actos de represión de la policía, los granaderos y el Ejército. 6.- Destitución de los generales Raúl Mendiolea Cerecero y Luis Cueto Ramírez, jefe y subjefe de la Policía de la Ciudad de México y del coronel Armando Frías, comandante del Cuerpo de Granaderos.
Como se aprecia, no había demanda social alguna. Lo que se buscaba era desestabilizar al país en las vísperas del inicio de los Décimo Novenos Juegos Olímpicos de la era moderna, que fueron otorgados a México por ser un ejemplo mundial en justicia y seguridad social y por marcar rumbos en la política de conciliación y proscripción, tanto de las armas nucleares, como de armas inmorales como las minas antipersonales, una de las favoritas de las potencias que buscaba dominar el planeta por la fuerza.
Un texto obligado para entender lo absurdo del movimiento estudiantil del 68 en México, es el de Los Símbolos Transparentes, de Gonzalo Martré (Mario Trejo González, profesor y director de la Escuela Preparatoria Uno de la UNAM en el 68). Dice a través de su personaje Humberto, presente en el mitin del 26 de julio por la Revolución cubana: "Reflexioné en ese momento que si bien no vivíamos en el paraíso, el mexicano no sufría persecuciones. Pensé también en la otra cara; el campesino y el obrero sometidos pacíficamente gracias a la gigantesca hábil deformación de la palabra ´revolución´".
Quienes vivieron aquella época sin cobrar en las embajadas de los Estados Unidos o de la Unión Soviética, pudieron percatarse que la Revolución Cubana, Fidel, el Che, los Kennedy, Martín Luther King, el movimiento hippie, las guerras de Corea, de Vietnam, los Sables de Argel, el mayo francés, etc.; que las protestas y demandas de los protagonistas mexicanos del Movimiento Estudiantil nada tenían que ver con las de los jóvenes de Estados Unidos que protestaba contra contra la penalización del uso de la mariguana, o la de los estudiantes y obreros franceses que hicieron la Revolución de París, que transformó ideas y valores morales; pero, no cambió el sistema. ¡Aquí se quería acabar con el sistema! Finalmente, con el gran mito de la Matanza de Tlatelolco y la llegada al poder de la alta burocracia que abrió las puertas a los tecnócratas y estos al gran capital, del cual en estos días forman parte como figuras principales de la mayor importancia, el gobierno revolucionario sucumbió ante el capitalismo.
En respuesta a los jóvenes idealistas de aquellos días, el presidente Gustavo Díaz Ordaz expresó que: "Una mano está tendida, la de un hombre que a través de la pequeña historia de su vida, ha demostrado que sabe ser leal. Los mexicanos dirán si esa mano se queda tendida en el aire o bien esa mano, de acuerdo con la tradición del mexicano, con la verdadera tradición del verdadero, genuino, del auténtico mexicano se ve acompañada por millones de manos que, entre todos, quieran restablecer la paz y la tranquilidad de las conciencias...".