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La seguridad ficticia de Tamaulipas

En el 2016, el asunto de la seguridad fue el reclamo electoral más recurrente por parte de los tamaulipecos a quienes contendían por la gubernatura, “si el próximo gobernador resuelve el problema de la violencia, tendrá el Estado y la gratitud de los ciudadanos”, se decía por todos lados.

Hoy, en el 2021, cinco años después de aquella lucha, la exigencia ciudadana sigue siendo la misma, por tanto, el reto del próximo gobierno, será la inseguridad, pues a pesar de que se han hecho esfuerzos que se reflejan en los números y en las estadísticas del propio gobierno federal, Tamaulipas sigue metido en eso hoyo negro de la violencia, y no se ve por ningún lado como salga.

La seguridad ficticia de Tamaulipas

El último reporte del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional Seguridad Publica coloca a Reynosa entre las ciudades más inseguras y con el mayor índice de delitos dolosos.

Nuevo Laredo, ciudad Victoria y regiones completas del Estado también están en esa situación desde hace años; nada ha cambiado, la supuesta seguridad es una ficción. Los incidentes diarios en todos los municipios fronterizos, lo confirman. 

Las masacres de Reynosa, y la zona limítrofe entre Nuevo León y Tamaulipas a la altura de Nuevo Laredo son otro ejemplo de ello. Y eso no es nuevo, el problema ahí tiene años.

El discurso oficial se pavonea de que ahora sí se puede transitar por las carreteras, cosa que antes no ocurría, pero la verdad es que en las calles de las ciudades, los enfrentamientos, las persecuciones, los cobros de piso, las extorsiones y los secuestros se siguen registrando. La mayoría de estos eventos no se registran en las estadísticas oficiales y tramposamente la autoridad hace creer con eso que la seguridad ha mejorado.

El indicador más contundente de que en Tamaulipas las cosas siguen igual en materia de seguridad, es la ausencia de inversiones. 

Desde hace 15 años, los capitales le sacan la vuelta al Estado, y el argumento en la violencia. En los últimos años, firmas y plantas como KIA y Mercedes Benz que inicialmente habían decidido asentarse en Altamira, decidieron irse a Pesquería, Nuevo León y a San Luis Potosí, por asuntos de extorsión y corrupción.

La Cuenca de Burgos, es territorio dominado y controlado por las bandas del crimen que han espantado a grandes empresas y por consiguiente a miles de empleos. 

En los últimos reportes e informes de Seguridad donde figuran Guanajuato, Michoacán, Guerrero, Colima, Chihuahua y Sinaloa, como las entidades generadoras de violencia, no aparece Tamaulipas porque es una zona silenciada en todos los sentidos: pasa todo, pero no se dice ni se reporta nada.

En los reportes de inteligencia del gobierno federal se afirma que Tamaulipas, si quiere cambiar, necesita reinventarse desde la raíz; ese es el reto del próximo gobierno estatal.

Existe un mal tan profundo que necesita arrancarse de fondo. El cambio o la reducción de la violencia en este sexenio, se dio por encimita, pero escarbándose todo sigue igual o peor.

El asunto es de voluntad y coordinación, donde la narrativa y en los hechos haya una congruencia.

Desde los tiempos de Vicente Fox, y luego con Felipe Calderón y Peña Nieto, hasta ahora, Tamaulipas ha sido abandonado y empujado a las garras de la delincuencia.

El problema no lo va a terminar el próximo gobernador, ni el que le siga; pero para empezar, el que llegue en el 2022 debe estar alejado y desligado de los grupos crimínales que, nos guste o no, son los que marcan la ruta del Estado y del país.

Lamentablemente, la ubicación geográfica de Tamaulipas lo hacen presa y víctima de los intereses de la delincuencia en el mundo.

Sin embargo no todo está perdido, entre los proyectos que buscan el poder desde las filas de Morena, hay esperanza y planes para que Tamaulipas sea rescatado de la corrupción y la maldad.

La esperanza existe, y no hay que perderla.