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El sueño de Villa
Francisco Villa es una leyenda. Su vida toda estuvo impregnada de acontecimientos que le dieron un aire de singularidad, desde el hecho mismo de haberse convertido de bandolero en el jefe de la poderosa División del Norte, la fuerza armada que logró el triunfo de la primera revolución social del siglo XX, a la que se deben muchas y muy importantes aportaciones con sentido humano al ejercicio de la política para que no fuera simplemente administración pública, sino un eficaz instrumento de justicia social.
Villa nació como Doroteo Arango en en La Coyotada, municipio de San Juan del Río, al norte de la ciudad capital, Durango, por la carretera 45, el 5 de junio de 1878, en el seno de una familia campesina muy humilde, circunstancia que fue timbre de orgullo durante toda su vida. Existen muchas biografías del Centauro del Norte y es difícil captar un patrón preciso de su personalidad; sin embargo, es común señalar como sus rasgos distintivos: valor, capacidad organizativa, gran carisma y sentido de justicia.
Quizá sea pertinente, para honrar su memoria en este nonagésimo octavo aniversario de su asesinato, ocurrido el 20 de julio de 1923, en Hidalgo del Parral, Chih., a la edad de 45 años, traer a la memoria algunas de sus declaraciones más importantes. Vale decir que era un hábil operador mediático, tanto de prensa escrita como de radio y no se diga de la industria fílmica, especialmente una empresa de Norteamérica con la que firmó en exclusiva.
Su sueño, según narra John Reed en México Insurgente, era: "Cuando se establezca la nueva república ya no habrá más ejército en México. Los ejércitos son el mayor apoyo de la tiranía. No puede haber dictador sin ejército. Pondremos a trabajar a las tropas. Por toda la república estableceremos colonias militares compuestas por los veteranos de la Revolución. El estado les daría tierras agrícolas y establecería grandes empresas industriales para darles trabajo.
Trabajarían muy duro tres días a la semana, porque el trabajo honesto es mejor que la lucha y sólo el trabajo honesto produce buenos ciudadanos; los otros tres días recibirían instrucción militar y saldrían a enseñar a la gente a luchar. Entonces, cuando la patria fuera invadida, sólo tendríamos que llamar por teléfono desde el palacio de la ciudad de México, y en medio día toda la nación mexicana se levantaría desde los campos y las fábricas, totalmente armados, equipados y organizados para defender a sus hijos y sus hogares.
Mi mayor ambición es pasar mis días en una de esas colonias militares entre mis compañeros que quiero, quienes han sufrido tanto tiempo y tan profundamente por mí. Me gustaría que el gobierno estableciera una fábrica para producir buenas sillas de montar y bridas, porque yo sé hacer eso; y el resto del tiempo me gustaría trabajar en mi pequeña granja, criando ganado y cultivando maíz. Sería bueno, creo yo, ayudar a que México fuera un lugar feliz". Vislumbraba ya la transformación del Ejército.
A diferencia de Zapata, considera la propiedad privada de la tierra la solución del campo, por lo que dicta su Ley General Agraria el 24 de mayo de 1915, en León, Guanajuato, que dice: "la gran desigualdad en la distribución de la propiedad territorial ha producido la consecuencia de dejar a la gran mayoría de los mexicanos, a la clase jornalera, sujeta a la dependencia de la minoría de los terratenientes, dependencia que impide a aquella clase el libre ejercicio de sus derechos civiles y políticos".
Por lo que dispone en su artículo primero: "Se considera incompatible con la paz y la prosperidad de la República la existencia de las grandes propiedades territoriales. En consecuencia, los gobiernos de los Estados, durante los tres primeros meses de expedida esta ley, procederán a fijar la superficie máxima de tierra que, dentro de sus respectivos territorios, pueda ser poseída por un solo dueño y nadie podrá en lo sucesivo seguir poseyendo ni adquirir tierras, en extensión mayor de la fijada, con la única excepción... en favor de empresas agrícolas que tengan por objeto el desarrollo de una región, siempre que tales empresas tengan carácter de mexicanas y que las tierras y aguas se destinen al fraccionamiento ulterior en un plazo que no exceda de seis años".
Dijo Friedrich Katz: "Villa contribuyó como nadie a la destrucción del antiguo régimen: al lado de Madero, con la audaz toma de Ciudad Juárez, impidió una retirada desastrosa de los revolucionarios; con Carranza, su acción fue decisiva en la derrota final del ejército huertista y en la expulsión masiva de hacendados, que debilitó el poder de los mismos como clase social; su ataque a Colombus restó a Carranza capacidad para exterminar a los movimientos campesinos, como el de Zapata, que pudieron sobrevivir para pactar concesiones progresistas con Obregón; la expedición punitiva que provocó, vigorizó el nacionalismo y radicalizó a los constituyentes de 1916-1917. En suma, gracias a Villa, el sistema de haciendas y el viejo régimen nunca se repusieron, pese a las acciones reaccionarias de Carranza".