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Madre mestiza
Varias naciones del mundo se adjudican el título de pueblo señalado y acuden a sus orígenes, su historia y sus tradiciones para apuntalar tal afirmación. Pero, bien puede decirse que ninguno fue tan señalado y debe tanto a su madre, madre mestiza, como el pueblo mexicano. Cuando los mexicas estuvieron a punto de ser exterminados por las huestes de hombres blancos venidos de ultramar, unidos y auxiliados por los los pobladores del Valle de México, hizo su aparición Santa María de Guadalupe en el Tepeyac.
Cronológicamente, Hernán Cortés llega a la gran Tenochtitlán el 8 de noviembre de 1519 y el gran emperador Moctezuma lo recibe con honores y lo aloja en el palacio de Axayácatl. Cuando el español deja la capital azteca para enfrentar a los enviados de Diego de Velásquez, el 10 de mayo de 1520, su ambicioso lugarteniente perpetra la Matanza del Templo Mayor para despojar a los indios de sus tesoros. Regresa Cortes y es derrotado el 30 de junio en lo que se conoce como la Noche Triste. El 13 de agosto de 1521, el rey Cuauhtémoc fue capturado, lo que significó la definitiva caída de la gran Tenochtitlán y el inicio de una época de sufrimiento para los mexicas, afectados por la peste y la guerra.
Pero, vino a ocurrir que el 12 de diciembre de 1531, se aparece la Virgen de Guadalupe al indio Juan Diego en el Cerro del Tepeyac y le pide que sea el conducto para llevar un mensaje al obispo de México, fray Juan de Zumárraga: "Sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive; del Creador cabe quien está todo; Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre; a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mí confíen, oír allí sus lamentos, y remediar todas sus miserias, penas y dolores...".
Desde entonces, reconocida por los indios, venerada por los españoles y aceptada por los negros, Santa María de Guadalupe fue la matriz de una nueva raza, de una nueva cultura, de una nueva visión cósmica que va más allá de todo lo conocido hasta entonces, y lo que ha venido después. Es requisito indispensable adentrarse en los libros y conocer otras naciones para entender el gran legado que México ha dado al mundo en los tres grandes campos de la cultura humana. Especialmente el sentido telúrico de cuyos colores se vistió la imagen aparecida.
Con motivo de la celebración del Día de la Madre, hoy en Estados Unidos y mañana en México, aquí se presentan algunos pasajes del libro Vitrales de Nuestra Señora de Guadalupe en Reynosa.
"Durante la conquista y colonización del Nuevo Mundo, se logró la unidad mediante las apariciones de la Virgen de Guadalupe, la construcción del templo que demandaba, el inicio de un culto generalizado que cohesionó tres razas y dos visiones diferentes del universo; pero, además, el surgimiento de innovadoras expresiones económicas, políticas y sociales que bien podrían asumirse como los estertores de la Edad Media.
Durante la Guerra de Independencia, el cura Hidalgo utilizó el estandarte de la Virgen de Guadalupe como bandera de los insurgentes y el Congreso de Chilpancingo declaró día de fiesta nacional el 12 de diciembre de cada año, Día de la Virgen de Guadalupe; en la Reforma, una de las figuras centrales del liberalismo mexicano, gran maestro y afamado comecuras, Ignacio Manuel Altamirano, reconoció que: "El día que no se adore a la Virgen del Tepeyac en esta tierra, es seguro que habrá desaparecido no sólo la nacionalidad mexicana, sino hasta el recuerdo de los moradores del México actual".
Las crónicas de la entrada de los ejércitos de Francisco Villa y Emiliano Zapata a la Ciudad de México, durante la gesta revolucionaria, destacan la abundante presencia de estandartes de la Virgen de Guadalupe entre las columnas armadas.
No es extraño, pues, que a mediados del siglo XX, haya sido la construcción de un nuevo templo dedicado a la Virgen de Guadalupe el acontecimiento religioso, cultural, social y popular más importante, a partir del cual se conjuran los riesgos reales de que esta frontera perdiera su identidad nacional frente al avance de la cultura norteamericana estimulada por el comercio y el turismo".
Todos los vitrales del templo de Guadalupe son magníficos; pero, destaca el que corresponde a la letanía lauretana Madre de Jesucristo, cuyo texto, traducido de su original del convento de Lourdes, dice: "Con muchas imágenes se representa a Jesucristo mamando a los pechos de su Madre Santísima para demostrar que Maria es su verdadera Madre; la que puede decir a su hijo, como la Madre de los Macabeos, yo te cargué en mi vientre nueve meses, te di leche y te alimenté. Por tanto, ser Madre de Cristo es lo mismo que ser Madre de misericordia. Más a la verdad, siendo Jesucristo verdadero Mesías, buen Pastor, misericordioso samaritano y Salvador del mundo, los cuales predicados denotan suma misericordia; por esto mismo también Maria como Madre de Cristo, participa de estos títulos de su Hijo, y se puede llamar medianera y como Redentora del mundo.
El título de Madre de Cristo es verdaderamente gloriosísimo porque contiene cierta suprema dignidad y excelencia que del hijo redunda en la Madre; porque así como Cristo Rey de Reyes, es Señor del cielo y de la tierra, así también la Madre Cristo se reverencia e invoca como gloriosisima Reina Señora del cielo y de la tierra. Por lo cual, si Betsabé se reputó gloriosa porque fue Madre del Rey Salomón, es María incomparablemente Madre más gloriosa porque parió al que es más que Salomón.
La verdad como ya dije, toda la gloria del Hijo también cede en gloria de la Madre: y de aquí se sigue, que si Cristo es fuente de la vida, también Maria como Madre suya es paraíso, como que en el nació la fílente. Si Cristo es verdadera Vid, María es también Viña fructífera. Si Cristo se llama Ara de la gracia, también Maria se puede llamar Templo bendito. Gloriense en hora buena las Madres de sus hijos; Sara de su obediente Isaac, Rebeca de su fiel Jacob, Raquel de su casto José; pero Maria se puede gloriar inefablemente más de su Hijo Jesucristo como que es la misma Santidad".
Felicidades a todas las madres en el día que se les ha dedicado especialmente porque ellas son el excelso regazo del cual se desprende el fruto bendito.