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La provocación
Dados los magros resultados que ha tenido la resistencia al cambio con las tácticas de impacto en los medios venales y plañideras a sueldo, se ha decidido poner toda la carne en el asador y, de esta suerte, acudir a la estrategia de la provocación en parcelas distribuidas a todo lo largo del territorio nacional, de manera especial en los más vistosas y emblemáticas. Uno de los eventos más exitosos en ese sentido resultó el gran mito de la Matanza de Tlatelolco, con el cual se debilitó la fuerza del Estado mexicano.
La idea no es nueva ni original; se ha utilizado con harta frecuencia a lo largo de la historia en diversas latitudes del globo. La provocación obliga al enemigo a responder, generalmente con mayor fuerza, a una supuesta agresión, que, en realidad, viene a resultar un montaje escenográfico. Se usa tanto en lo personal como en lo general. Es una táctica de guerra; pero, también se utiliza en los deportes o en cualquier tipo de competencias en la que lo importante es tender una trampa para que el otro caiga.
Quizá la característica principal sea que, una vez decidida la suerte, sea cual fuere, el provocador puede probar que es inocente de toda acusación que lo sitúe como el iniciador de la confrontación. Más que ganar o perder en la contienda, lo que importa es que el provocado se vaya de boca y quede como un pendenciero y un aprovechado. Un patriota que mantuvo a raya a las potencias que se disputaban el dominio universal, el presidente Gustavo Díaz Ordaz, ha quedado en la historia como un delincuente.
En una guerra, pequeñas acciones de provocación orillan al enemigo a responder con todo su poder para poder aniquilar a los provocadores, lo que lo situará en la posición de abusivo ante la opinión pública debidamente estimulada por los medios, que también han sido estimulados para dar una versión favorable al contratante. Parte de esta logística incluye la negación a entablar un diálogo conciliatorio, pues eso restaría posibilidades de obtener beneficios mayores una vez que se haya emitido el veredicto.
Existen manuales de provocación, entre los cuales pueden citarse los de índole comercial que se usan para disparar el consumo de tal o cual producto. Uno de ellos comienza por la pregunta básica: ¿qué se busca con la provocación?, para ir luego a la siguiente: ¿cuáles son las ventajas sobre otros recursos? De ahí hay que pasar a: ¿A quién va dirigida la provocación, ya sea directa o indirectamente?, ¿cuál es la idea que se busca sembrar en la mente del sector objetivo? y ¿cuáles son las emociones que serán inducidas, además de la sorpresa e indefensión del receptor de los mensajes para que no haya rechazo?
Cuando la provocación es una estrategia de largo plazo, como la que se ha acostumbrado durante la noche oscura del neoliberalismo, los manuales aconsejan empezar por campos en los que no se perciba un conflicto de intereses, especialmente en ese vasto territorio que es el arte. Así, se dice que en el arte contemporáneo, la belleza se hace sospechosa y se acepta de todo aquello que anteriormente no era tolerado o se reprimía. La monstruosidad resulta más auténtica, más veraz, como expone Picasso en su obra magistral Guernica en la que retrata los horrores de la guerra y la aberración de la supremacía racial.
El asco, expresamente proscrito por Kant de la experiencia estética, es rehabilitado como materia de creación artística y así se acepta lo abyecto, lo informe, lo feo. Lo transgresor opera dentro de estas variables, y en una época en que el arte puede ser manifiestamente cualquier cosa, el arte transgresor opera en unos parámetros muy estrechos. La mercadotecnia recomendó empezar por los niños y así se crearon espantosas muñecas que desafiaban el buen gusto; ahora las muñecas clásicas se disfrazan de personajes grotescos, y han aparecido Chuky y demás monos y juguetes violentamente espantosos.
De ahí, a la animadversión, al odio y al desapego, hay sólo un paso. De ahí que los ahítos prefieran tirar la comida que les sobra a ofrecerla a un menesteroso. De ahí que el derrochador que puede perder un millón de pesos en Las Vegas, se niegue a pagar un salario justo a los trabajadores que le dan de comer. De ahí que haya provocaciones magnificadas por los medios para asustar a los tímidos y los que a todo se acomodan, en busca de una respuesta que pueda servirles de pretexto para escalar sus ataques.
Por fortuna, México y los mexicanos tienen actualmente un gobierno inteligente y sensato, la mayoría de sus integrantes postgraduados en la Universidad de la Vida con doctorado en Sentido Común y no se dejarán arrastrar por las tácticas de provocación ni por las voces ignaras que claman por una respuesta contundente y violenta.