Editoriales > ANÁLISIS
La guerra ya está aquí
La derrota del capitalismo en México a principios de la centuria pasada, fue posible porque cuando los mexicanos convirtieron una revolución política en una revolución social (la primera del siglo XX), los Estados Unidos estaban enfrascados en una feroz competencia económica con Inglaterra y Alemania. Ya cuando quisieron reaccionar, se había convertido en ley suprema la justicia social y la propiedad del subsuelo en exclusiva del Estado. La historia parece repetirse en estos días en que compite con China.
Ni el pueblo, ni las fuerzas políticas y menos el gobierno de los Estados Unidos, han podido entender el punto clave de este momento. Están enfrascados en un juego de vencidas que les resultará perjudicial. La unidad a la que ha convocado el presidente Biden no puede lograrse porque ninguna de las partes está dispuesta a ceder en algo más que imprimir dólares para darlos a la gente. La nación más poderosa del planeta está renegando de su historia; no quiere entender que su gran poder viene de la contribución que han hecho las continuas oleadas de migrantes que han llegado con nuevas ideas y renovados bríos para, con gran talento y empeño, crear el gran emporio que se yergue como la gran potencia de ahora.
La vicepresidenta y comisionadas para atender el asunto de la migración, Kamala Harris, ha aceptado que el sistema migratorio es un desastre; que es incapaz de responder a los grandes retos de estos días; pero, aunque insta al Congreso a legislar con audacia, no ha presentado una iniciativa que pueda ser consensuada en ambas cámaras para ser aprobada e implementada en el tiempo récord que se requiere y que demanda la contingencia. Se evade el tema con acciones diferentes que no llevan al fin buscado.
No se trata de encontrar el hilo negro; basta, simplemente, con ver lo que están haciendo otros países, como Alemania que recibió de un jalón un millón de refugiados indocumentados sin siquiera preguntar su origen y que reconoce que necesita, cuando menos, otros 400 mil por año para mantener activos sus aparato productivos, tanto en la producción alimentaria con el cultivo de los campos, como en lo que corresponde a la industria, con obreros que serán adiestrados y, desde luego, la prestación de servicios.
En el vecino país, por el contrario, se mantienen cerradas las fronteras y se insiste en la construcción de un muro que, aunque no lo saben todavía, convertiría a ese país en la cárcel más grande del planeta. Ayer, nada menos, se dio a conocer la noticia de que, en respuesta al grito de auxilio del gobernador de Texas, Gregg Abbott, la gobernadora de Dakota del Sur anunció su intención de desplegar tropas en esta entidad para detener a los ilegales. Kristi Noem, una republicana, dijo que su decisión es en respuesta a la solicitud de más ayuda para vigilar la frontera. Una donación privada financiará un despliegue inicial de hasta 50 soldados.
Explicó que: "La frontera es una crisis de seguridad nacional que requiere el tipo de respuesta sostenida que solo la Guardia Nacional puede brindar. No deberíamos hacer que nuestras propias comunidades sean menos seguras enviando a nuestra policía o la Patrulla de Carreteras para arreglar este problema que la administración del presidente Biden parece incapaz o no está dispuesta a resolver. Mi mensaje para Texas es este: la ayuda está en camino ". Abbott y el gobernador Doug Ducey de Arizona enviaron una carta conjunta a los gobernadores de los estados vecinos para la aplicación de una ley anti inmigrante.
Los gobernadores, entre los que se incluyó el otro gobernador republicano, Ron DeSantis de Florida, declararon que los cárteles contrabandean fentanilo mortal, que se dedican a la trata de personas, al tráfico de armas de fuego ilegales y que son delincuentes condenados que cruzan través de la frontera sur. Todos se comprometieron a enviar fuerzas policiales a Texas y Arizona en lugar de lo que llaman el fracaso de la administración de Biden en hacer algo constructivo sobre lo que sucede en la frontera.
Con acciones como esta, la situación en la zona limítrofe de México con los Estados Unidos se está convirtiendo en un polvorín que puede estallar en cualquier momento, haciendo más difíciles las relaciones que debían ser armónicas, de cooperación y colaboración. Son los estertores de un régimen que se niega a renunciar a los privilegios que tuvo durante tanto tiempo a costa de los seres humanos.
Si el vecino quiere salir airoso de los conflictos que tiene actualmente, incluyendo las acciones militares en Asia y el Medio Oriente recientes, bien podría percatarse de la necesidad que tiene de más gente que se sume a las acciones para reactivar su economía y mover su colosal aparato productivo.
Porque parece que la guerra ya está aquí.