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Demasiada gente, demasiada concentración de la riqueza
Los datos quinquenales que publica la Organización de las Naciones Unidas no son para alegrar el ánimo: la tasa de crecimiento poblacional sigue siendo muy alta, se presenta con más intensidad en países del Tercer Mundo y eso ha generado el crecimiento desmedido del fenómeno migratorio de lugares con pocas posibilidades de sobrevivencia, a países con altos niveles de desarrollo donde puede haber oportunidad de una mejor vida. También hay excesiva concentración de la riqueza.
Dicen los informes de la ONU que: "Aunque la tasa mundial de crecimiento ha registrado un descenso (de los 5,1 hijos por cada mujer durante el quinquenio 2000-2005 a 4,7 durante el de 2010 a 2015), los expertos prevén que la población seguirá creciendo debido al aumento progresivo de la esperanza de vida. La concentración del crecimiento en países que en su casi totalidad se consideran de bajos ingresos seguirá impulsando los flujos migratorios y los desplazamientos internos en el mismo continente. Más, mucho más con la pandemia y el confinamiento.
Esta realidad ha revivido el miedo que sembraron las teorías de Malthus a finales del siglo XIIX con la publicación de su obra Ensayo sobre el Principio de la Población, en la que afirmaba que: "Mas en el hombre los efectos de este obstáculo (límites naturales de espacio y alimento) son muy complicados; guiados por el mismo instinto, le detiene la voz de la razón que le inspira el temor de ver a sus hijos con necesidades que no podrá satisfacer. Si cede a este justo temor es muchas veces por virtud. Si por el contrario le arrastra su instinto, la población crece más que los medios de subsistencia". La población geométricamente (2,4,8...) los medios matemáticamente (1,2,3...).
Aunque aparece con frecuencia a lo largo de los siglos, existen muchas teorías que la contradicen y la realidad misma se ha encargado de poner a don Thomas Malthus en su lugar. Los pensadores de izquierda han dicho que no existe falta de alimento, sino que está mal repartido y se van a la lucha de clases y a la aberrante acumulación de la riqueza que, sin lugar a dudas, sí ha generado pobreza, hambre y enfermedad para que unos cuantos se peleen el privilegio de ser el hombre más rico.
Nada menos, en el 2011, el entonces secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, al referirse a la posibilidad de que el mundo fuera habitado por 7 mil millones de personas a finales de octubre de ese año, dijo: "El ciudadano que sea el número 7,000 millones habrá nacido en un mundo lleno de contradicciones. Tenemos mucha comida, pero hay millones que mueren de hambre; mucha agua, pero hay miles que tienen sed; hay quien vive lujosamente, y otros están en la mayor pobreza".
En este momento existen 7.684 millones habitantes de todo el mundo y se espera que para el 2030 sobrepasen la cifra de los 8.600 millones.
Uno de los temas recurrentes en los paneles de expertos sobre el futuro de la humanidad es el que se refiere a la excesiva acumulación de la riqueza en unas cuantas manos que permanecen indiferentes ante los estragos que están provocando la pobreza, el hambre y la enfermedad en el ser humano y en el planeta. La lista de los supermillonarios crece casi tan rápido como el hambre y no se percibe que alguno de ellos tenga interés en aliviar las carencias de los otros.
Aunque se asegura que hay una relación de causa y efecto y que los muy ricos lo son porque han despojado a los otros de lo que moral y legalmente les corresponde con la precarización del trabajo y el aumento de precios en bienes y servicios controlados por los monopolios cerrados, hay una gran resistencia a aceptarlo; se han tejido densas telarañas intelectuales y anímicas para negarlo.
Si los muy ricos no invierten en generar más alimentos, limpiar el agua y la tierra, producir bienes y servicios que mejoren la calidad de vida de las personas, ¿en qué invierten? Por principio de cuentas, habría que decir que a partir de cierto nivel, el dinero cobra vida propia y supera con creces la voluntad de su dueño. Los expertos recomiendan que a partir de los 25 millones de dólares, el manejo de la fortuna se deje en manos de los bufetes especializados en los que no habrá interés de crear nada o beneficiar a nadie; sino, simplemente, cumplir la misión de hacer crecer el dinero, aunque eso lleve al exterminio del ser humano y a la destrucción del planeta.
Sí, hay mucha gente; pero, son más los desalmados.