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De dónde vienen

Por aquellos días, luego del gran mito de la Matanza de Tlatelolco , que no pudo opacar a los más brillantes Juegos Olímpicos de la segunda mitad del siglo 20, los de México 68, cuando las justas deportivas se convirtieron en encuentros culturales y amistosos, vino a resultar que la sucesión presidencial se decantó por el secretario de Gobernación, Luis Echeverría, en una decisión que luego, al correr de los años, el presidente Gustavo Díaz Ordaz dijo que la había tomado por imbécil.

Luis Echeverría, un burócrata de alto nivel que nunca había sido elegido ni para presidente de la Asociación de padres de familia de la escuela donde estudiaban sus hijos, ganó la Presidencia como era típico por aquellos días, postulado por el Partido Revolucionario Institucional con el aval de la Confederación Nacional Campesina. Dado que no era político y que su carrera, siendo de clase media, había sido prácticamente de caballito, carecía de habilidad política; no tenía malicia.

De dónde vienen

Por ello consideró que una buena medida para dotar al país de mentes brillantes al frente de las dependencias oficiales que habrían de cumplir su promesa de que: "Con la Revolución y con la Constitución, arriba y adelante", era llevar a maestros universitarios a la administración pública. Nunca logró entender que quien no alcanza el triunfo en alguno de los tres grandes campos de la cultura humana: arte, ciencia y moral, se vuelve maestro para así poder llevar la gorda a la casa. 

Así, un extendido grupo de profesores, muchos de ellos participantes en el movimiento estudiantil del 68, lo  que les daba carta y cancha para alimentar esa colosal mentira del asesinato de jóvenes de las distintas escuelas que protestaban por motivos estudiantiles, sobre todo exigiendo la destitución del jefe de la policía que había ordenado impedir que las marchas llegaran a Palacio Nacional. Así llegaron al poder público y así pudieron pagar el favor, no sirviendo a la gente, sino mintiendo.

Así empezaron y así siguen. Cualquier francotirador de los programas televisivos y más de las páginas editoriales de los medios comprometidos, cuenta en su currículo el haber sido maestro universitario y haber desempeñado diversos cargos en la administración pública, preferentemente en el Poder Judicial, donde se juntaba la crema y nata. A tanto llegó el descrédito de los entonces quince miembros de la Suprema Corte, que el presidente Ernesto Zedillo la desbarató y los jubiló.

La creación del mito de la Matanza de Tlatelolco  dio para tanto que sus autores se beneficiaron de múltiples y muy sustanciosas prebendas. Quizá el más favorecido haya sido Octavio Paz, quien obtuvo el Premio Nobel llevado de la mano de Televisa, por haber dejado la Embajada de México en la India como protesta por la represión del régimen de Díaz Ordaz contra los estudiantes. La mera verdad es que no renunció, sino que se vino a México a ver las Olimpiadas, poniéndose a disposición de Relaciones Exteriores, para seguir cobrando tan campante. 

Otros, como Sergio García Ramírez, doctor honoris causa por la Universidad de San Martín de Porres, quien, como presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación nunca vio ni supo de las tarjetas Monex, con las cuales Enrique Peña Nieto pudo comprar la Presidencia, han sido llevados a cargos importantes a nivel internacional; pero, como allá no es igual que aquí, han sido chispados a las primeras de cambio y ahora, bien los saben los lectores, escriben sus amarguras.

Los maestros universitarios que fueron atraídos por Echeverría (Elí de Gortari cuando fue puesto en libertad, el 26 de enero de 1971, lo rechazó tajantemente y prefirió seguir trabajando en el Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos), fueron el sustento para que germinara en el Anáhuac la semilla del capitalismo salvaje montado en el brioso corcel de la globalización; fueron el abono para que la corrupción, a partir de la simulación floreciera y se extendiera como verdolaga.

A ellos se deben muchos de los males que padece México y los mexicanos. No conformes, siguen esparciendo su veneno en los medios para crear otros mitos a partir de mentiras venales.

No se necesita decir muchos nombres, puesto que, por sus obras los conoceréis.