Editoriales > ANÁLISIS
La confusa confusión
A finales de los 90, el banco más importante de la región publicó un opúsculo que se distribuyó entre sus clientes más distinguidos, en él hacía un pronóstico ominoso del futuro de la comarca. Palabras más, palabras menos, decía que diez mil muchachas jóvenes trabajando por salarios miserables, habrían de producir mucho hijos orejanos, esto es, sin padre, sin quien los cuidara, y, lo más importante, sin quien los guiara por los caminos de la vida. Crecerían a la buena de Dios, para el bien, o para el mal.
Como consecuencia, se crearon guardería oficiales en las que muchos niños pudieron encontrar algo de lo que necesitaban para incursionar con éxito en alguno de los prodigiosos campos de la cultura humana: arte, ciencia o moral, si no es que en todos, como a veces suele ocurrir. Pero, un buen número no tuvo cabida en esas instituciones que no abundaban y que se fueron tornando elitistas por cuanto los lugares se destinaban a las féminas con mejor posición dentro del esquema laboral. Los de abajo, estaban fuera.
Los pronósticos se cumplieron casi matemáticamente: la comunidad fronteriza de alto poder económico con oportunidades laborales diversificadas y bien pagadas, se convirtió en el destino de mano de obra pobremente calificada que trabajaba por salarios miserables y que, lejos de contribuir, demandó de las instancias oficiales apoyos y servicios que difícilmente se podían solventar. La mujer ´se liberó´ dejando el hogar para convertirse en obrera mal pagada y con un futuro incierto. Ni el matrimonio fue ya la salida.
La explotación laboral, de hombres y mujeres, fue el origen de las colosales fortunas que surgieron de la noche a la mañana, sin ningún compromiso social. Los nuevos ricos se volvieron famosos en todo el planeta por su falta de escrúpulos y de sentido común. Podían perder millones de dólares en los casinos de Las Vegas o de Montecarlo; pero, no pagar salarios justos a los trabajadores que produjeron con sus manos y su esfuerzo la riqueza que eran incapaces de valorar porque no les había costado nada tener.
Ahora que el mundo ha despertado de la pesadilla del capitalismo salvaje, la mujer se convierte en una instrumento de resistencia al cambio, en aras de un feminismo que no se puede explicar separado de la tragedia que padece la humanidad. Los espacios mediáticos se llenan de alusiones a la violencia de género; pero, no para evidenciar el drama de las féminas, sino para ocultar la crueldad que padecen los que defienden los derechos fundamentales: a la vida, a la salud, a la educación, a la libertad, a la dignidad.
Una de las proclamas recientes es romper el pacto patriarcal. De entrada, es un concepto anacrónico que en nada corresponde a la realidad que vive el mundo occidental. Quizá puede tener validez en los países del oriente. Para la influencer Ana Estrada: "El hecho de que el presidente se enterara del pacto patriarcal hace cinco o siete días, cuando activistas, colectivas, artistas y escritoras le exigieron en redes sociales al presidente que dejara de apoyar las aspiraciones políticas de Félix Salgado Macedonio, no quiere decir que no existiera antes". Es, cuando menos, absurdo reducir el patriarcado a una candidatura.
La proclama de ´alto al feminicidio´ es muy buena; pero, sería mucho mejor si dijera ´alto al homicidio´. Los datos oficiales señalan que el registro anual de asesinatos del año pasado ascendió a 35 mil 484 en total, de los cuales 34 mil 515 fueron casos de hombres y mujeres víctimas de homicidios dolosos y 969 fueron víctimas de feminicidios (asesinatos por razón de género). Entre las víctimas de asesinatos reportadas en 2020 hay 30 mil 795 hombres y 3 mil 752 mujeres. Entonces, el feminicidio, con ser tan grave y lamentable, no puede ser una bandera específica que deje de lado la realidad que vive el país.
La violencia y la destrucción como método para manifestarse y hacerse oír, resulta inaceptable. Por sí misma es una negación. La jefa de gobierno de la Ciudad de México, una mujer preparada, dijo: "Entiendo la rabia y comprendo el sentido de urgencia, de su deseo de que haya justicia; pero hago un llamado a que esa exigencia se haga de manera pacífica. Estoy convencida que nuestra fuerza siempre será mayor si se usa la fuerza de la razón, del convencimiento y de la construcción de la paz". Pues, sí.
Escindir a la mujer de la lucha por la justicia social, que se están dando en prácticamente todo el planeta luego de los estragos provocados por el capitalismo salvaje, y conducirla a manifestarse por una serie de demandas muy focalizadas, tiene propósitos aviesos que tienen su origen en la resistencia al cambio ¿Cuántas de las manifestantes de ayer son obreras de maquiladora que ganan salarios mínimos?