Editoriales

El peligro real

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 20 JUNIO 2020
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El peligro real

La organización social ideal es aquella en la que cada cual ha de diseñar sus propios proyectos de vida, en el entendido de que otros individuos harán lo mismo. De esta suerte, todos y cada uno aceptarán y hasta exigirán que exista un marco institucional normativo que ofrezca suficientes garantías de que así ocurra y no haya quien goce, exija o demande privilegios que lo posicionen por encima de los demás. De forma ordinaria, se entiende que ese marco es la Constitución, ley suprema que se da cada nación.

Esta idea simple y llana, fácil de entender, se ve acotada por las ideologías, formas de ver, de entender y de actuar en la realidad cotidiana. Aunque aparentemente una ideología lleva un componente racional que le da cierta coherencia lógica, la realidad es que nace, se nutre y conduce a impulsos emocionales de la más diversas naturaleza. Si se toma en cuenta la creencia emocional en un mundo justo, cada cual puede controlar su futuro, más que con una ideología, mediante un comportamiento sano y responsable.

Ha quedado muy claro que la Constitución de 1917 fue el documento más avanzado de su tiempo y que en ella quedaron plasmados los postulados de la Revolución Mexicana, que inició como un movimiento político y se transformó en la primera gran revolución social del siglo veinte, en la que las ideologías quedaron excluidas para responder a la injusta realidad del porfirismo, en que dominaban los intereses de élites privilegiadas sobre las masas depauperadas cuya sangre regaba los campos y creaba bonanza.

La historia registra que la Revolución Mexicana venció al capitalismo como ideología que se ha venido nutriendo de varias tesis supremacistas: imperialismo, colonialismo, mercantilismo, dominio del mercado, globalización y financierismo; pero, no cayó en las redes de las ideologías opuestas: comunismo, socialismo y estatismo. Optó por un camino propio que le libró de involucrarse en las cruentas luchas por el poder que tiñeron de rojo todo rincón del globo. No creó una ideología, sino una praxis revolucionaria.

Quizá en este momento las nuevas generaciones, que han crecido con el mito de la Matanza de Tlatelolco y con la idea de que el salinismo es la esencia del Partido Nacional Revolucionario, Partido de la Revolución Mexicana o Partido Revolucionario Institucional que gobernó durante 40 años, hasta los 70s, aunque nominalmente siguió en el poder hasta el 2000 y luego lo recuperó en el 2012; quizá crean que la terrible corrupción y la prepotencia de las élites plutocráticas que conocen, fueron siempre.

Y quizá por ello no sean capaces de entender, asimilar y abrazar las propuestas de cambio que permitan volver a la justicia social. Pero, si eso puede justificarse en los jóvenes que no conocen la historia de su país, de la cual podrían estar sumamente orgullosos, no ocurre lo mismo con los emisarios del pasado que se empeñan en descalificar todo empeño por volver a la senda del crecimiento compartido, en el que cada quien pueda desarrollar a plenitud sus facultades innatas, con un proyecto de vida sustentable.

Quizá sea bueno recordar que a principios del año pasado, la Editorial Forcola publicó un libro del que lo menos que puede decirse es que resulta sorprendente en medio de tanta paja: Breve tratado de la estupidez humana, del filósofo especializado en Filosofía de la ciencia, Ricardo Moreno Castillo, quien hace una rica y amena disección de la estupidez: "Las ideologías, a diferencia de las ideas, que mutan, cambian y se desarrollan, son ideales para albergar tontos, precisamente porque son compartimentos estancos. Se trata de 'prendas de vestir' con las que aquellos que no tienen o han tenido una idea jamás, pueden diseñar su propia imagen y pasar por la vida como si tuvieran algo en la mollera. 'Las ideologías prestan a quienes carecen de ideas el mismo servicio que las pelucas a los calvos". ¡Órale!

No ha mucho uno de los descritos por Moreno, asumiendo una postura ideológica de harto patriotismo cuestionaba por qué el presidente de México no se lanzaba en contra de su homólogo estadounidense en defensa de los intereses de la patria y de los mexicanos. El propio autor le contesta con una de sus tesis favoritas: "Es infinitamente más peligroso un memo que un malvado". Y luego aplica a la cuestión el gran principio de Hanlon: "No atribuyamos a la maldad lo que pueda ser explicado por la estupidez".

Durante los 40 años del periodo revolucionario, México vivió, vale repetirlo, con paz, estabilidad y desarrollo, mientras las potencias y las naciones dominadas por crueles dictadores, ahogaban a las naciones en sangre de jóvenes traídos a la guerra por ideologías ruines que encubrían aviesos intereses.

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