Editoriales

Con palitos y bolitas

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 19 JUNIO 2020
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Con palitos  y bolitas

Fue a partir de los 70s que el gobierno de México, en lugar de llevar a cabo la gran reforma fiscal, que sigue en espera, inició la absurda idea, sembrada por los organismos financieros internacionales, de traer dinero de fuera para cumplir con las obligaciones internas derivadas del déficit fiscal. Esto es, el gasto del gobierno se financiaba con deuda externa, lo que no es malo en casos contingentes a fin de reparar algún desajuste pasajero; pero que es mortal si se convierte en un patrón repetitivo acumulado.

De esa manera, la deuda externa se cuadruplicó al pasar de 5 mil millones de dólares en 1970 a 20 mil millones en 1975. El servicio de ésta pasó de 985 millones de dólares a 2,525 en el mismo periodo y representaba un 30 por ciento de las exportaciones de bienes y servicios. Aunque la deuda permitía liberar recursos para impulsar el proceso de capitalización, se usaba cada vez más para pagar deudas anteriores. Así, el servicio acumulado de la deuda en 1970-75 (6,612 md) representó el 45.5 % total.

Así ha sido desde entonces. El gobierno deja de cobrar impuestos a las empresas que dominan la economía, apretando la soga sobre el pescuezo de los causantes cautivos, generalmente asalariados con modestos ingresos que, por más que hagan, no pueden soportar la carga de de una burocracia que ha venido creciendo aceleradamente, con ramificaciones y diversificaciones que parecen de fantasía, como los organismos autónomos del Estado mexicano donde se arrochela una clase dorado de altos ingresos.

Quizá no haya un ejemplo más a la mano que el último gobierno neoliberal, en el que se asegura que el poder estaba en el prepotente secretario de Hacienda y luego de Relaciones Exterior, que duplicó la deuda externa, elevándola en un 46 por ciento para financiar la corrupción llevada a los extremos de una colosal borrachera. De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad, al inicio del sexenio pasado cada mexicano debía 37,837 pesos, y seis años después el monto subió a 66,000 pesos por persona, con el agravante de que un billón 823,000 millones de pesos, se ejercieron fuera de presupuesto.

Videgaray y el gordito Carstens no sólo endeudaron a México y a los mexicanos, sino que idearon la fórmula absurda de devaluar el peso y elevar las tasas de interés de referencia. De 10 pesos por dólar, al fin del sexenio del desastre, el billete verde estaba en 21 pesos y las tasas rondaban el 8 por ciento, con una inflación desbocada que los ´expertos´ maquillaban para que siempre fuera alrededor del 3 % que nunca se alcanzó. Eso sí, otorgaron condonaciones de sumas fabulosas a los grandes causantes fiscales.

Volviendo la vista más atrás, cuando la economía nacional tronó por el excesivo peso de la creciente deuda, más los yerros de la administración pública, en agosto de 1982, sucedió lo inevitable. Sin reservas monetarias y la incontenible la fuga de capitales, México se declaró incapaz de cubrir el servicio de su deuda externa, desatando lo que pudo haber sido una crisis financiera internacional. Para evitarla, se inició un proceso de renegociación con el FMI durante un año. El 20 de agosto de 1983, se firmó el acuerdo de restructuración de la deuda pública con vencimientos entre el 23 de agosto de 1982 y el 31 de diciembre de 1984. Involucró nuevos créditos por 30,800 millones de dólares y la imposición de grilletes.

Los pasos siguientes fueron aplicar la fórmula perversa de que ´los bienes son para remediar los males´ y se inició la venta de las boyantes empresas del Estado mexicano, que habían contribuido a crear la más prolongada época de paz, estabilidad y desarrollo a nivel mundial. También se concesionaron los servicios que la Constitución considera como ámbito exclusivo del Estado: carreteras, aeropuertos, puertos, explotación de los recursos del subsuelo y prestación de servicios básicos, a favor de cuates.

La producción nacional de bienes y servicios fue obstaculizada para dar preferencia a las importaciones ¿ya se les olvidó a los productores del norte de Tamaulipas el truco de las aflatóxinas, ideado por Raúl Salinas para traer maíz de Estados Unidos y África? Ahora, México es una gran maquiladora y los mexicanos consumidores cautivos de productos de pésima calidad venidos de muy lejanas tierras.

Por ello, ante el desastre que dejó la anterior administración, se ha optado por una respuesta diferente que permita la recuperación del crecimiento al interior y la competencia internacional en los terrenos en que haya posibilidad de hacerlo por las ventajas que ofrece el país. No más deuda, no más corrupción.

Los buenos resultados ya se están viendo y México ha recuperado su soberanía y su peso internacional.

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