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El dinosaurio sigue ahí
Bien miradas las cuentas, poco han ganado los miembros del Partido Demócrata de los Estados Unidos que en un año plagado de circunstancias inéditas y una enorme polarización, no han podido ganar más que seis senadores del Partido Republicano para su causa. Es muy poco, tan poco que eso ha permitido al expresidente Donald Trump librar un segundo juicio político y apuntarse para ser candidato en las próximas elecciones presidenciales. No hay que olvidar el refrán que dice: "Lo que no mata, fortalece".
Como se ha señalado en ocasiones anteriores, será necesario que la hoguera de las pasiones políticas se apague a fin de estar en posibilidades de emitir un juicio cabal y certero acerca de los acontecimientos que han puesto en jaque a las instituciones democráticas del país que es considerado históricamente como la cuna de la democracia en América. Hay muchos y muy poderosos intereses en un juego tan cerrado que se prestan a múltiples interpretaciones y en no pocas veces a confusiones muy peligrosas.
El papel de los medios masivos de comunicación ha sido cuando menos cuestionable, tanto que han dado lugar a la era de las fake news y las post truth, con las que se genera mucha desinformación. Con las redes sociales saltándose el simple papel de espacios de conexión para erigirse en actores del drama político mediante el mecanismo auto asignado de censores con capacidad y autoridad para acallar las voces que a su parecer están equivocadas o que no concuerdan con su propio punto de vista o interés.
Según las crónicas de la jornada, el expresidente Donald Trump fue absuelto ayer por el Senado de Estados Unidos en su segundo juicio político en 12 meses. Los senadores del Partido Republicano lo protegieron al librarlo de la acusación de tener responsabilidad por el asalto perpetrado por sus fieles seguidores al Capitolio. La votación en el Senado de 57 a 43 no alcanzó la mayoría de dos tercios necesaria para condenarlo por el cargo de incitación a la insurrección, después de cinco días de juicio en el mismo edificio que fue asaltado por turbas embravecidas el 6 de enero, con saldo de 5 muertos.
Con el Senado en manos de los demócratas, pues aunque ambos partidos tienen el 50 por ciento de los escaños, el voto de calidad de la vicepresidente Kamala Harris, les da mayoría, no pudieron alcanzar la mayoría calificada para llevar al banquillo de los acusados a Trump. Eso pone en evidencia la frágil posición que tienen frente a un contrincante formidable, que sabe jugar desde la adversidad y remontar en circunstancias difíciles. En el primer juicio ganó 52-48 y 53-47, con un voto republicano en contra.
En el primer juicio, que concluyó el 5 de febrero del 2020, la votación que impidió que el entonces presidente fuera separado de su cargo para enfrentar un juicio por abuso de poder le fue favorable porque los republicanos lideraban la Cámara Alta con una mayoría de 53 senadores contra 47 de los demócratas; un año después, ya empatados, apenas lograron los promotores de juicio que siete de los republicanos votaran en contra de Trump. Ante el clima de linchamiento que se vio antes, hay enigma.
Cualquier lectura que se haga en estos momentos estará salpicada del color de la polarización que se vive en los Estados Unidos. Ningún argumento, por más sólido y racional, hará variar la posición de quien ya decidió qué partido tomar. La insistencia en el tratamiento del tema, sólo puede terminar en un acendramiento de las convicciones personales y la percepción de que quien las cuestione es un enemigo del cual hay que huir. Para ver claro hay que dejar que el agua se asiente, que las pasiones se serenen.
El lado positivo tiene que percibirse desde una posición marginal y está apoyado en la tesis de la competencia. Donald Trump ya no es presidente de los Estados Unidos; pero, puede volver a serlo dado que la puerta quedó abierta. Para ello, necesita dos cosas: mejorar la imagen que los votantes tienen de él y de su estilo muy personal de comunicarse con la gente, y hacer una oferta tan atractiva que lo ponga en la boleta en las próximas elecciones. Hay, desde luego, muchas posibilidades de que ello ocurra.
Pero, además, se necesita que el presidente Biden haga un papel tan malo que los ciudadanos de la nación más poderosa de la tierra decidan no darle otra oportunidad. El presidente Biden tiene una gran similitud con el Papa Juan XXIII, el papa bueno, desde luego, sin incurrir en asuntos religiosos. Se le percibe como un presidente de transición y no son pocos los estudiosos de la política que así lo han señalado, precisamente lo mismo que se dijo el cardenal Angelo Giuseppe Roncalli antes de ser electo.
Nada más que el viejecito aquel de avanzada edad y de notable modestia personal revolucionó a la Iglesia católica para ponerla al día. A los tres meses de su papado, convocó al Concilio Vaticano II, que fue un concilio ecuménico de la Iglesia y es considerado uno de los eventos históricos que marcaron el siglo XX. En este se propuso: Promover el desarrollo de la fe católica; lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles; adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de su tiempo y lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales.
Ahora, el presidente Biden está llamando a amplias reformas en la política y las estructuras de gobierno de los Estados Unidos que, de lograrlas, constituirán, indudablemente, el proceso de restauración de los valores que llevaron a ese país a ser el adalid de la democracia y pionero de la libertad. Puede ser uno de los eventos más importantes que marcarán la primera mitad del siglo XXI.
Mientras tanto, hay que recordar a Augusto Monterroso cuando escribió el cuento más pequeño del mundo: Al despertar, el dinosaurio todavía estaba ahí. Lo dice como si el personaje, aunque le cueste creerlo, no hubiese podido deshacerse de él. Se puede llegar a pensar que se trata de algo simbólico, abstracto, como esas pesadas cargas que se llevan encima y de las que no se libra tan fácilmente. Pero, también de una figura retórica parecida a los dinosaurios que los abuelos han vuelto a ver con la llegada de los nietos y su fecunda imaginación.
Pesadilla o ventura, el tiempo lo dirá.