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El búmeran
La observación no es nueva, peregrina ni aislada; se está volviendo una constante en casi todo el planeta, especialmente en los países capitalistas cuyas economías son dominadas por el modelo neoliberal, con el único propósito de obtener el máximo rendimiento en el menor tiempo posible y con la mínima inversión
En los establecimientos comerciales y de prestación de servicios, se ha vuelto una muy mala costumbre recibir de los trabajadores y empleados una pésima atención, tanto por aburrimiento, cansancio o insatisfacción, como por falta de capacitación e interés en el desempeño de las labores que les han sido encomendadas por el gerente o el patrón.
No se percibe que el personal de las empresas que prestan atención directa al público esté debidamente estimulado para dar un servicio satisfactorio, ni que haya cuidado en lo que se refiere a la presentación personal, la higiene en instalaciones y equipos, la eficiencia necesaria para ahorrar tiempo y recursos. Se percibe un ambiente con malas vibras, que invita a no volver al lugar, aunque tenga buen surtido y precios razonables.
La observación no es nueva, peregrina ni aislada; se está volviendo una constante en casi todo el planeta, especialmente en los países capitalistas cuyas economías son dominadas por el modelo neoliberal, con el único propósito de obtener el máximo rendimiento en el menor tiempo posible y con la mínima inversión. Durante las pláticas para la modernización del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte, ahora T-Mec, el principal obstáculo resultó ser que los negociadores mexicanos no aceptaban aumentar los salarios que se pagan en la industria automotriz en vías de homologarlos con el resto de los firmantes.
Dicen los defensores de las políticas de precarización salarial que si se paga mejor a quienes se soban el lomo para generar riqueza, entonces los precios de los productos finales habrán de resultar tan caros que perderán competitividad en los mercados tan competidos en el entorno internacional. Ser competitivos a base de hambrear a los trabajadores es un absurdo colosal. ¿Por qué no hacerlo con calidad e innovación?
En su popular libro Make More Money by Making your Employees Happy, Noelle C. Nelson, hace una perfecta exposición de los beneficios que tienen las empresas que pagan bien a sus empleados y se preocupan de su suerte. Auxiliares comprometidos llevan a un negocio a ser más exitoso. Comprueba con estudios que el compromiso de los empleados con la empresa para la que laboran lleva a obtener mayores ganancias.
Explica que: "Un estudio de la Organización Jackson muestra que las compañías que efectivamente aprecian el valor de sus empleados, reciben más del triple de retorno en capital que las compañías que no lo hacen. En las ´100 mejores compañías para trabajar´ de la revista Fortune los precios de las acciones rozaban un porcentaje del 14% por año durante el periodo 1998-2005, comparado con un 6% de la mayoría del mercado".
La tesis luminosa de Nelson contradice la lacerante realidad en que la dobles crisis, económica y sanitaria, ha puesto de relieve de una forma dolorosa, algo que se venía incubando desde hace 30 años: el aumento de la oferta de mano de obra en los países desarrollados como consecuencia fundamentalmente de la globalización, unida a una cierta disminución de los puestos de trabajo, que conduce a que la lógica del mercado empuje los salarios hacia abajo.
La tensión hacia bajo, sin embargo, no es solamente de los salarios, sino también de las condiciones laborales. Quienes desean un trabajo están dispuestos a trabajar por menos dinero y a hacerlo en peores condiciones que hace seis lustros. Así, es posible exigir jornadas que superen las ocho, nueve o diez horas; semanas laborales de seis o siete días y carencia de vacaciones. Este empeoramiento de las condiciones laborales lleva, a su vez, a una disminución de la oportunidad laboral; pues un solo empleado puede hacer la tarea que un trabajador y medio o dos trabajadores hacían hace pocos años.
Con la aparición de la pandemia, se ha pedido a los trabajadores trabajar más y hacerlo en condiciones de riesgo para sí mismos y para su familia, en tanto que se busca mantener el mismo nivel de utilidades o de altos salarios de los niveles ejecutivos y gerenciales. Todas las pulgas se están cargando a la parte más débil del sistema productivo.
El resultado, además de hinchar la cartera de los empresarios, significa una caída muy dramática de la calidad de los bienes y servicios que son producidos en la industria y de la atención directa al público.
Si con buenos salarios y condiciones laborales humanas podría prosperar una empresa, con las políticas actuales, está condenada a la extinción y ya se está viendo el efecto del búmeran laboral.