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Hacia una economía real
La economía real requiere años de esfuerzo y grandes capitales para aflorar
La disyuntiva de reparar una cosa o comprar una nueva, se resuelve de manera matemática; pero, siempre tomando en cuenta los elementos subjetivos como moda, funcionalidad, tiempo y gusto. Con los números se puede decir qué resulta más barato; pero, con los demás considerandos, se atienden las preferencias personales y la relación social. No es lo mismo traer un auto nuevo que el mismo renovado, como tampoco arreglar un mueble que es el preferido de la familia que echarlo a la basura y traer otro.
Así, exactamente ocurre con la economía. ¿Qué es más conveniente?: seguir cubriendo las deficiencias de un sistema injusto e irracional, o adoptar un modelo nuevo que barra los pesados lastres que impiden a pueblos y gobiernos el ejercicio pleno de todo su potencial a fin de resolver los problemas del ser humano y de su hábitat. En estos momentos ya resulta inimaginable referirse a las colosales deudas que arrastran los bancos centrales de las potencias que dominan la economía. ¡Ya no hay suficientes ceros!
Desde que los países desarrollados decidieron abandonar el patrón oro, esto es que cada moneda, de metal o de papel, en circulación, estaba respaldada por la cantidad de oro que su denominación decía, con la posibilidad (prácticamente remota) de exigir su conversión en el momento que se deseara al banco emisor, el cual tenía la obligación de tener las reservas suficientes para tal efecto, todo se volvió un cuento. El dólar, respaldado por el petróleo de los Estados Unidos, se volvió la divisa internacional.
Quizá en algún momento ese acuerdo pudo sostenerse; pero, cuando se convirtió en el soporte de la economía de consumo absurdo de los estadounidenses, se hizo tóxico. Empezó la era del dinero fiat, dinero fiado, que equivale a deuda, y la economía se hizo financiara. La economía financiera es una economía basada en los papeles comerciales, en bonos y títulos, valores, acciones, inversiones, etc. Por su carácter especulativo, provoca crisis financieras recurrentes, pues todo se basa en valores subjetivos.
Así, resulta que hoy una acción puede valer un dólar y mañana por simple manejo especulativo puede valer 20 dólares o no valer nada. La economía financiera fácilmente se evapora, sube o baja como por arte de magia. Un rumor es suficiente para que el desastre se haga presente sin avisar. Ayer una de las versiones del Bitcoin alcanzó niveles muy elevados y nadie puede garantizar que de un minuto a otro no se convierta en humo, como tantos instrumentos especulativos, como las deudas mismas y sus tasas.
A la crisis del 19, se habrían de aplicar las fórmulas fallidas y absurdas de siempre: que la banca central emitiera más moneda para aumentar la liquidez de los mercados y acrecentar la deuda de personas y de países dueños de bienes que otros ambicionan; pero, hete aquí que vino a aparecer la pandemia que hizo a las viejas fórmulas todavía más inviables. Dado que las crisis en la economía financiera afectaron también la economía real, ésta se quedó sin liquidez ni clientes, destruyó empleos y capital, y lo peor de todo, destruyó la confianza de inversionistas y de consumidores, lo que más se necesita.
Esta economía real es la productiva, la que genera bienes y riqueza tangible, como la industria, la construcción, la investigación, la innovación, etc. La economía real es la economía de siempre, son las fábricas, los talleres, el comercio, la agricultura, la explotación de materias primas, la de trabajo duro; es mucho más estable puesto que está fundamentada en una relación sana de trabajo y capital ciertos, en lo que nada es ficticio. La economía real requiere años de esfuerzo y grandes capitales para aflorar.
En la era del Covid-19, los bancos centrales están provocando el agotamiento tanto de la economía como de la velocidad monetaria. Desde 2008 han estado emitiendo moneda a raudales para impedir el estallido de todas las deudas tóxicas, en lugar de asumir la realidad. En vez de actuar como socorristas y admitir lo desastroso de la situación, es justo lo contrario de lo que están haciendo: emitir más moneda y recomprar las deudas que ellos mismos han generado. Eso ya no es posible desde el punto de vista financiero, menos aún desde la perspectiva de la economía real. Ora sí, pierden los especuladores.
El gobierno de México propuso un cambio radical y lo está cumpliendo desde antes de la pandemia. Ello le da margen para maniobrar en el mar embravecido del pánico financiero y el fracaso del dinero fiat. La decisión de no tomar más deuda para salvar empresas tronadas por su propia inviabilidad, y, en cambio, apoyar el consumo popular, el consumo real, salvará a México de la crisis que ya comenzó.