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El mejor antídoto
Necesario es hacer notar que durante los cuatro años del gobierno de Trump, las redes permanecieron, en el mejor de los casos, en silencio
Cuando los años pasen y se serenen las pasiones políticas, los estudiosos habrán de preguntarse de qué tamaño fue la intervención de las redes sociales en el proceso eleccionario de los Estados Unidos, que terminó con la derrota de Donald Trump, y dejó la puerta abierta para un segundo juicio político que, cuando menos, lo inhabilite para desempeñar un cargo público en el futuro. Mientras las televisoras se dieron vuelo transmitiendo mensajes de meses atrás como si fueran en tiempo real, las redes lo callaron.
Necesario es hacer notar que durante los cuatro años del gobierno de Trump, las redes permanecieron, en el mejor de los casos, en silencio. Jamás expresaron sus preocupaciones sobre la retórica tóxica y divisiva de Trump a través de la Internet para llegar a millones de usuarios de los distintos dispositivos que han hecho de la comunicación un fenómeno masivo de alcances universales. Fueron muchos los casos en que lo respaldaron y con ello abdicaron de toda autoridad moral para criticar su retórica partidista.
Si el presidente Obama reconoció haber ganado las elecciones con un gasto menor por la facilidad de hacer llegar sus mensajes, cortos, simples y certeros a través de las redes sociales, habría que aceptar que la administración de Trump daba la impresión de gobernar a través de Twitter e Instagram, sus plataformas favoritas mediante las cuales expresaba su opinión o hacía llegar mensajes a interlocutores situados en cualquier lugar del mundo; pero, detrás de un teléfono inteligente, una tableta o una PC.
Con la ayuda de estos instrumentos de la tecnología digital, pudo romper el cerco que algunos medios estadounidenses y de otras partes del mundo, le habían tendido, según sus propias denuncias. Por ello sorprendió mucho que en una jornada crucial, optaran por callarlo mediante la vía fácil de bloquear sus cuentas. Con ello, las redes sociales se convirtieron en censores morales omnisapientes y superiores, con la capacidad de decidir qué está bien y puede llegar a la gente, o qué están mal y debe suprimirse.
En la corta era Trump, el medio favorito fue Twitter, una plataforma de redes sociales cuyos sesgos estructurales favorecen el discurso simple, impulsivo y descortés. Aunque el ejercicio presidencial de tuitear sí refuerza el canal de conexión entre el Estado y la sociedad a través de la participación de esta última, lo que ocurre realmente es una ilusión de participación en las decisiones de política tanto en lo interno como lo externo, en vez de intervenciones que afecten realmente la agenda política establecida.
Porque las plataformas de redes sociales no fueron diseñadas para llevar las conversaciones racionales. No se prestan a ideas complejas, diálogos razonados y discursos mesurados. Estas plataformas son herramientas y, como todas las herramientas, son adecuadas para algunos trabajos y no adecuadas para otros. Si se necesita lavar una ventana, se usa una esponja, no un martillo. Usar las redes sociales para hacer política, para participar en las deliberaciones cívicas sobre asuntos de gran importancia social, es similar a usar un martillo. Los mensajes cortos y contundentes apelan a la emoción, nunca a la razón.
Sin ese componente racional, que aporta elementos de juicio para llegar a conclusiones con sentido común, cada quien puede hacer sus propias interpretaciones y asumir los mensajes genéricos como la voz de Dios urgiendo a la acción para bien o para mal. Y, sin embargo, el problema va más allá de las redes sociales. Se ha generado tanta adicción a estas herramientas que se replica su lógica pedestre incluso cuando no se están usando. Twitter y otras plataformas de redes sociales han entrenado la conciencia. Invitan a juicios agresivos y disparatados con ninguna consideración por las consecuencias.
Proliferan las emociones negativas. Aumentan el odio y la división. Siempre juegan con los peores impulsos. Seguramente que ya está en marcha un estudio acuciosos y multidisciplinario, en que habrá de definirse la intención real de Trump al convertir en Twitter en su plataforma favorita y hasta dónde quería sembrar la semilla de la polarización que actualmente afecta a la nación más poderosa del orbe.
Por lo pronto, en México se han conjurado esos peligros con una comunicación abierta, permanente, franca y positiva de la Presidencia con el pueblo para tratar, sin ningún tipo de excusas ni pretextos, los temas de la agenda nacional. En ´las mañaneras´ hay respuesta para todo, inclusive para lo que no se pregunta, porque el desarrollo del país habrá de marchar por el venturoso camino de la transparencia.
¡El Airbus A320neo de Volaris (XA-VRR), fue el primer avión comercial en aterrizar en el AIFA!