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Viajando en el Titanic

En el diplomado para padres que impartí hace tiempo en la UT, tratamos el tema de Administración del Tiempo y Comunicación, y hablábamos de la importancia que tiene el que como padres provoquemos que exista el tiempo para convivir con nuestros hijos y el tender lazos de comunicación con ellos.

Viajando en el Titanic

En estos tiempos hay muchas cosas que demandan la atención de ellos, los hijos, pues ya no es solo la escuela y sus deberes, ahora son también las redes sociales con su alta capacidad de absorber el tiempo, el internet con su elevado número de películas y series, y otras actividades que hacen que las agendas se llenen y a veces no quede tiempo para cosas sencillas pero importantes como el convivir como familia, platicar con ellos de lo que les inquieta, les preocupa, les interesa y demás. De ahí la importancia de, como lo dije antes, provocar momentos de comunicación. Si esperamos a que esos momentos lleguen solos, lo más probable es que no lleguen, y dejaremos ir valiosas oportunidades de fortalecer los vínculos de unión con ellos.

Una dinámica singular

Al final de esa sesión del diplomado, les puse a los padres una dinámica que llamé "Viajando en el Titanic". Puse la canción de Celine Dion, tema de la película del mismo nombre y les pedí que imagináramos que íbamos todos en el viaje inaugural (y único) de esta embarcación. Yo era el capitán. Les di la bienvenida, los invité a ponerse cómodos, a disfrutar del viaje y de las muchas comodidades que ofrecía este barco el cual, en su momento, se dijo que ni Dios lo podía hundir.

Pasados ya supuestamente algunos días, reúno a todos los "pasajeros" para darles la fatal noticia de que el barco había sido golpeado por un iceberg causando un daño irreversible en su estructura, que no había suficientes botes salvavidas para todos (se pensó que nunca se iban a tener que utilizar), por lo que muy probablemente muchos de nosotros no lograríamos sobrevivir. Les dije que se había dispuesto que el que quisiera hacerlo, podría escribir una carta a quien él o ella quisieran, y que dichas cartas se pondrían en un compartimiento a prueba de agua, por lo que seguramente llegarían a su destino, y les di tiempo para que escribieran esas cartas. Algunos padres estaban llorando mientas escribían.

Cuando terminaron de escribir, les pedí que compartieran lo que habían escrito. Algunos lo pudieron hacer, otros no por la emoción. Tuve yo que leer algunas de las cartas. Todas fueron palabras hermosas dirigidas por lo general a sus hijos. Entonces les di la siguiente asignación como tarea: "Entreguen esa carta a su destinatario. No esperen a estar en una situación así para decirles a sus hijos lo que sienten por ellos. Explíquenles en qué consistió la actividad, denles las cartas, díganles que los aman y descríbanme su experiencia por escrito". En la siguiente sesión – de la que hablaré en el próximo mensaje – escuchamos hermosas experiencias al haber cumplido los padres esta asignación.

Las palabras más tristes

Dicen que las palabras más tristes que hay en el diccionario son: "Ojalá hubiera..."

"Ojalá le hubiera dicho a mi padre que lo amaba". "Ojalá hubiera platicado con mi hijo hace tiempo". "Ojalá me hubiera dado el tiempo para...". "Ojalá...ojalá...ojalá..."

Ojalá que nunca tengas que decir esas palabras. No esperes a que a ti o a tus seres queridos les llegue su Titanic, o su 11 de septiembre o cualquier situación que los lleve a un punto del que no puedan regresar. Cada día que pasas y tienes a tu lado a tus seres queridos, es una maravillosa oportunidad de agradecer a la vida por tenerlos, y de expresarles a ellos lo que sientes.

Hay tres cosas que una vez que pasan no regresan: las palabras, las acciones y las oportunidades. Las palabras que dices no las puedes desdecir. Las acciones que realizas no las puedes borrar. Las oportunidades que no aprovechas no las puedes regresar.

Así que te invito a aprovechar la oportunidad de demostrar con tus acciones y de expresar con tus palabras el amor que sientes en tu corazón, porque el peso de no hacerlo, con el tiempo, puede ser tan grande, que provocaría que hasta el mismo Titanic se volviera a hundir.