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Lo que guardan en su corazón

En la Biblia, aparece dos veces una frase corta, pero que me gusta mucho. Al describirse los sucesos posteriores al nacimiento de Jesucristo y lo que ocurrió cuando, aun de niño, sus padres lo perdieron en el Templo y lo encontraron hablando con los doctores de la ley, dice: "Y María guardaba todas estas cosas en su corazón".

Muchas cosas debió haber guardado María en su corazón. Y seguramente, como toda madre, para ella, Jesús nunca dejó de ser "su pequeño niño".

Lo que guardan en su corazón

Cuando los ángeles cantaron anunciando su llegada, él era su pequeño niño. Cuando creció en estatura y sabiduría, para ella debió seguir siendo su pequeño niño. Cuando la gente lo aclamó, todavía era su pequeño niño. Cuando esa misma gente le dio la espalda, más que nunca era su pequeño niño. Cuando gritaron "¡Crucifícale!", era, sí, su pequeño niño al que condenaban. Cuando perforaron sus pies y manos y lo elevaron en una cruz, seguía siendo su pequeño niño. Y cuando le mostraron su cuerpo inerte y lo puso en su regazo como cuando era un bebé, acariciando su cabello y agradeciendo que su sufrimiento hubiera terminado, sus lágrimas bañaban a su pequeño niño. Muchas cosas guardó María en su corazón. Pero a pesar de que en él tuvo que guardar algunas cosas difíciles, seguramente al final, solo dejó ahí las cosas maravillosas que Jesucristo representó en su vida. Lo otro lo olvidó, y seguramente también lo perdonó.

Lo que guardan...

Pienso, sin temor a equivocarme, que hay muchas madres cuyo corazón es semejante al de María, y esto me ha llevado a reflexionar: ¿Cuántas cosas es capaz de guardar el corazón de una madre? Tal vez nunca lo sabré a ciencia cierta porque soy varón, pero al observarlas de cerca, creo que puedo hacerme una idea de lo que guardan en su corazón.

En ese corazón guardan un anhelo, que nace desde el momento en que saben que van a ser madres, tal vez mucho antes. El anhelo de que ese hijo o hija que van a traer al mundo pueda encontrar aquí su felicidad y pueda aprender a darla a quienes le rodean.

En ese corazón guardan una caricia que están prestas a entregar cuando su hijo o hija se lastima, sea el cuerpo o sea el alma.

En ese corazón guardan una sonrisa que incondicionalmente nos regalan, y que en días difíciles puede ser un bálsamo para nuestro corazón.

En ese corazón guardan un consejo para cuando lo necesitamos y que aun si esa madre no tuviera muchos estudios formales, su consejo es profundo y acertado, porque encierra la sabiduría del amor y no hay libro que supere esa enseñanza.

En ese corazón hay una enorme cantidad de sorpresas, que muchas veces en vida de ellas no alcanzamos a descubrir y a valorar.

...y lo que olvidan

Y si son capaces de guardar muchas cosas, también son capaces de olvidar otras tantas.

Son capaces de olvidar los dolores que padecieron al traer a su hijo o hija al mundo y verlos como una bendición que felizmente estarían dispuestas a volver a sufrir.

Son capaces de olvidar sus temores y enfrentar gigantes con la fuerza de una leona, si de defender a sus hijos se trata.

Y, sobre todo, tienen una inmensa capacidad para olvidar las ofensas que muchas veces, consciente o inconscientemente, los hijos les hacemos, y regalarnos esa sonrisa de la que hablaba y la flor de su perdón, aun cuando su corazón esté sangrando por la ofensa.

Me parece que cuando Dios creó a las madres debió haber batallado bastante para reunir en una sola creación la belleza de las flores y el valor y coraje de un animal herido; la ternura de una caricia y la fortaleza del acero; la memoria infinita para guardar en su corazón cada detalle de la vida de su hijo y la amnesia selectiva para borrar lo que pudiera distanciarla de él o ella.

A todas esas madres, por lo mucho que guardan en su corazón, por lo mucho que olvidan, por lo más que perdonan y porque nunca dejamos de ser sus pequeños niños: Gracias, y que Dios las bendiga. Feliz día de las madres. Feliz día, mamá, allá donde estás.