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´¡Uy, qué miedo!´ y el costo de las payasadas del presidente
Lo de menos es que imite el balido de un borrego o repita cien veces los mismos chistes. No son los cada vez más frecuentes desvaríos. El problema es que el presidente López Obrador está abordando con la gracia de un payaso sangrón la relación más estratégica e importante para el país. Él, que tan preocupado se dice por cuidar la investidura presidencial.
Detrás de la payasada de tumbar la Estatua de la Libertad hay un poderoso mensaje que agrede al vecino. Detrás de la fantochada de llevar un trovador para cantarle serenata a la dictadura cubana hay un mostrarse en equipo con los países autoritarios, no con los democráticos. Detrás del "¡Uy! qué miedo", esa poco sofisticada respuesta de pandillerito adolescente, hay un mensaje de desafío que falta al respeto y resta seriedad.
¿Será que es el único que no se ha dado cuenta de que sus mofas nos están saliendo carísimas? ¿Será que no se ha dado cuenta de que no es él quien paga los platos rotos al final del camino?
Le relación México-Estados Unidos está pasando por uno de sus peores momentos. La visita a Washington el mes pasado —y lo que vino después de ésta— evidenció que han tenido un costo los múltiples desplantes de López Obrador en relación con Estados Unidos, su presidente y sus políticas. Hasta Canadá se subió al tren de las quejas contra el presidente de México y su falta de respeto a los acuerdos que firmó.
Las sanciones podrían alcanzar los 30 mil millones de dólares y con ello la reforma energética se convertiría en una más de las carísimas necedades del presidente: un aeropuerto que no tiene vuelos, un tren que ya salió al triple de caro, una refinería que no refina, pero sí costó el doble, y la más reciente inversión "voluntariamente a fuerza" de 1,500 millones de dólares en la frontera como mea culpa por su boicot a la Cumbre de las Américas.
SACIAMORBOS
La definición de la próxima Mesa Directiva del Senado está mostrando más pleitos en Morena. ¿Quién va a sustituir a Olga Sánchez Cordero? La disputa está entre el presidente de la Comisión de Hacienda, Alejando Armenta Mier; el vicepresidente de la Mesa Directiva, José Narro Céspedes, y Gabriel García Hernández, en su momento todopoderoso operador de los programas de Bienestar.
Gabriel García fue desterrado de Palacio Nacional por el manejo irregular de recursos. Sus escándalos y las ramificaciones de sus alianzas político-económicas las he relatado ampliamente en esta columna.
Armenta es ficha de Ricardo Monreal, y ha estado bajo fuego del coordinador de los diputados morenistas, Ignacio Mier, quien lo acusa de orquestar una campaña en su contra.
Y sobre Narro pesa la reciente denuncia por la escandalosa desaparición de dos elementos de la Marina que le fueron asignados como guaruras (se los mandó de cortesía su amiga, la alcaldesa de Acapulco). A los dos marinos se les perdió el rastro luego de que se pusieran a disposición del senador, en un flagrante caso de abuso de poder y desvío de recursos.
Este mes tiene que quedar resuelta la sucesión en la Cámara.
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