Columnas > ERNESTO SALAYANDIA GARCÍA

Una decisión personal

El que no sabe es como el que no ve

Desde niño tuve la compulsión por la cerveza, empecé a tomar,  por supuesto a escondidas de mis padres, desde los 12 años de edad y recuerdo que mis primeras borracheras fueron entre los 14 y los 15 años de edad,  también que vomite y que me puse muy mal,  claro que yo desconocía todo sobre mi enfermedad,  ligado a mi manera de beber,  comencé a fumar como desesperado,  o sea adquirir,  2 adicciones muy fuertes que estuvieron en mi durante más de 30 años de mi vida y yo me resistía aceptar que tenía un serio problema por mi manera de beber,  no daba crédito que el alcohol era el causante de infinidad de problemas y estuve en la negación rotonda todo ese tiempo. No me daba cuenta de que manera perdía el sano juicio,  comenzábamos a tomar en grupo, en  la casa de un amigo y al poco rato yo ya estaba borracho,  ya vivía y se siento,  aunque tenía una tomada tranquila no era mala copa,  si me metí en problemas y discusiones y cosas relacionadas con el alcoholismo,  en mi casa jamás se percataron que yo tuviera una tendencia alcohólica,  que estuviera entrando a un pantano de arenas movedizas, incluso el alcohol siempre estuvo presente en todos los eventos familiares y sociales en mi hogar.

Una decisión personal

Resbalón tras resbalón avisas de caídas son

A los 17 años yo ya me sentía una persona muy grande de edad y me la pasaba en cantinas y en restaurantes, poniéndome hasta las chanclas comenzábamos a jugar dominó y terminamos hasta las 10 o 11 o 12 de la noche y yo completamente ahogado como araña fumigada,  por supuesto que el día siguiente no me levantaba,  mi cuerpo se quedaba sin energía y registre fallas garrafales en mi actividad laboral,  pero no podía parar,  era una tras de otra, así juraba y juraba que no volveré a tomar bastaba con que me sentara en la cantina en la mesa del restaurante y que mesero me dijera lo de siempre don Ernesto y yo débilmente accediera con una sonrisa y moviendo la cabeza afirmando que me sirviera lo de siempre,  que era tequila doble en copa coñaquera,  con una coronita para que amarre. Dios me cuido todo el tiempo.-  La verdad,  que nunca tuve un accidente fatal ni una consecuencia grave pero noche tras noche corría yo altas  velocidades por la carretera México – Toluca,  el periférico y viaducto o las grandes avenidas de la Ciudad de México tenía un alto sentido de irresponsabilidad,  nunca me di el peligro  ni el  riesgo que corría por mi condición de borracho, ni el peligro en que ponía a conductores inocentes.

Las facturas del alcohol

Nadie cree que te vayan a pasar las cosas que te pasan y a mí me pasaron consecuencias como mi relación tóxica de mi primer matrimonio,  la violencia doméstica, mis celos, el mar de mentiras,  las depresiones y todo ese cuadro que genera un borracho como yo,  me quedé en la ruina económica,  porque nunca tuve la conciencia de cuidar mi dinero.  ganaba un dólar y gastaba 25,  fracase en el aspecto laboral y cuando me casé por segunda,  vez mi adicción creció de una manera impresionante,  sólo que ahora acompañada de la cocaína y consumir en cantidades industriales,  de la cocaína adquirir,  esta compulsión,  la adicción a la morfina, y a los antidepresivos,  en suma llegué a fumarme cerca de 3 cajetillas al día y a sufrir los amargos estragos de las crudas mortales,  sinónimo claro,  de depresiones absolutas y vivía un verdadero infierno y fue cuando presionado por mi actual esposa,  acepte el internado en Oceánica,  por un lapso de 35 días, 35 días donde estuve jugando la parte,  negado y por supuesto,  sobre ello, yo no aceptaba que era un enfermo alcohólico o maníaco depresivo y un drogadicto en potencia,  no reconocía la magnitud de mi enfermedad y el mismo día que salí en la Ciudad de México me reventé con un pase de cocaína. Eso de Alcohólicos Anónimos, son puras jadas.-  me dijo mi cuñado  y entre al baño y de un solo tiro, me chute el pase del polvo blanco.- cerrado, en  la clínica, no acepte que ya era cocainómano, un adicto, drogadicto.