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La maldición, generacional, mal de época

Un adicto como yo, está lleno de defectos de carácter

Por muchas razones, cuando estas hundido en las drogas, te vuelves mitómano, irresponsable, mal hecho, te conviertes en el hombre del mañana, eres experto en postergar y en fugarte de tus obligaciones, la enfermedad, te hace neurótico, mecha corta, violento agresivo, te llenas de soberbia y no tienes la humildad de pedir ayuda, hace 23 años que hice un inventario moral de mis patrones de conducta, encontré más de 400 defectos de carácter que me distinguen como un verdadero enfermo emocional, hoy comprendo, que las sustancias, alcohol y drogas, no tienen nada que hacer ante el cumulo de malos hábitos, de conductas toxicas y por ello, el recaído, no se levanta, los anexos y clínicas de rehabilitación tienen un alto porcentaje de recaídos, de cada diez internos, 9 recaen y a los adictos en recuperación, léase por favor entre comillas, no logran salir del hoyo debido a la mediocridad que los domina, no basta con tapar la botella, se trata de madurar, de trascender, de crecer espiritualmente y de hacer un gran cambio en juicios y actitudes, hay que comprender que somos una sociedad muy enferma y esa es la razón de que estemos en decadencia, hay conductas como el machismo extremo o el heroísmo profundo, que es machismo en el caso de la mujer, empinan a los niños a caer en el  infierno del alcoholismo y las drogas, llegar ahí, es muy fácil, salir de las garras de La Saliva del Diablo es muy difícil, mas no imposible.- 

La maldición, generacional, mal de época

Pude dejar de consumir 15 pases de cocaína al día, erradique mi adicción por la jeringa, me inyecta morfina, mañana, tarde y noche, hoy no consumo la botella de vodka que tomaba diariamente, ni uso fármacos y tengo 20 años que deje de fumarme tres cajetillas diarias, estaba muerto en vida, vivo, de milagro.-                                                                                 

060, llamado de emergencia

Me encontré un buen amigo, colega, periodista y servidor público a quien conozco de hace muchos años y me dio mucho gusto verlo. Juntos empezamos a recordar cuando él se desempeñaba como titular de comunicación social de Seguridad Pública Municipal. Recordamos las veces que él fue a mi casa y yo le decía en mis loqueras, en mi paranoia, por dónde se habían ido los supuestos atacantes que habían entrado a mí casa, él sorprendido de mis juicios, permanecía callado, mientras le mostraba el talco abundante que yo desparramaba en la alfombra para comprobar que alguien entraba y dejaba sus huellas.- Me quieren asesinar, Deliraba.- Fueron noches interminables, infernales, de mucho dolor, la loquera en todo su apogeo. Por las noches, atascado de cocaína, obsesionado por mi celotipia, posesionado de mis miedos, le daba rienda suelta a la imaginación, echaba a andar la película ante el más mínimo detalle, como el hecho de haberme encontrado algunos casetes grabados con música rara, con voces feas y un tanto satánicas, o los mensajes que dejaban en mí máquina de escribir, sé que hubo mano negra, sé que esa mano que mecía la cuna, le echaba más gasolina a mi paranoia, sé quién lo hacía y bastaba entonces el más mínimo indicador y yo marcaba de inmediato el 060, las patrullas llegaban rapidísimo, entraban a mi casa, yo vuelto loco, enojado les señalaba las huellas que dejaban, las marcas en la pared por donde se trepaban, les decía, por ahí se fueron, por la parte de arriba de las recámaras, y por las puertas por dónde se tira la ropa sucia al cuarto de lavado, les señalaba las pisadas, las marcas de los tacones, de igual manera, cómo embarraban excremento en la pared.  Mensajes con tinta  sangre que se escurrían frente a mí y que nadie más veía esos diabólicos textos.- Loco por completo. -¡Púdrete cabrón, vas a morir!-