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Don Quijote de la Mancha
No sé cuantas veces hemos hablado del Quijote, y no les puedo prometer que dejaré de hacerlo porque es una pieza clave de la literatura. Juega un papel de suma importancia por una enorme razón y, es que es a partir de aquí que nuestro héroe adquiere su condición de caballero andante.
De acuerdo a las leyes de caballería para ser un caballero el varón debe pasar por una ceremonia de investidura, si, así como estoy seguro lo habrán visto en alguna película donde el hombre se arrodilla ante el señor feudal, autoridad eclesiástica, otro caballero o el mismo rey para que con unos toques en el hombro con una espada, acto seguido le dé una bofetada con un guante o con la mano para hacer inolvidable el hecho.
Retomando el hilo de la historia, un día de julio nuestro héroe sacó del patio sus enmohecidas armas, montó de Rocinante y salió de su hacienda en busca de aventura.
No pasó mucho tiempo cuando recordó lo más importante acerca sobre la embestidura, para poder ser digno de hacer el bien y poder entrar en batalla alguna primero tendría que ponerse al corriente con las leyes de la caballería andante. A nuestra flor de la caballería manchega aún le faltaba ser armado, así que dentro de sus locas ideas se dijo a él mismo que al primer caballero que se cruzara por su camino le pediría el favor de su investidura.
Al llegar encontró a dos prostitutas a la entrada, al verlo las mujeres se asustaron, pero al escucharlo hablar estallaron en carcajadas haciendo burla del extraño hombre que había llegado. El caballero tomó a mal aquella burla y la consideró una afrenta a su honra pero cuando iban a empezar los vituperios y la violencia apareció el ventero, en ese momento al hombre de la triste figura no le quedó más remedio que entrar y disfrutar de la hospitalidad. Como no pudo sacarse el yelmo, las mujeres con las que había tenido el altercado lo alimentaron con la mano. Después de terminada la cena que consistió en un bacalao mal hecho y en un pan más negro que sus enmohecidas armas, suplicó de favor a su anfitrión que lo invistiera como caballero al día siguiente ya que tenía que poner sus armas en vigilia.
Todo iba bien hasta que durante la noche llegó un castrador de cerdos y sacó las armas de nuestro caballero para que sus animales abrevaran, el manchego arremetió contra los labradores y el porquero. El ventero rápidamente hizo expedito el trámite de la investidura y así con los toques de un cuchillo jamonero fue como nuestro hombre se convirtió en la flor y nata de la caballería de La Mancha.
Antes de retirarse del lugar, el ventero le dio recomendaciones acerca de lo que debía traer consigo cada vez que saliera y le hizo una lista: una cajita con remedios para curarse, camisas limpia y una bolsa con dinero, a lo que nuestro valeroso hidalgo respondió que nunca había escuchado que un caballero andante tuviera que pagar por algún servicio. Así pues, después de salir de la venta regresó a su hacienda no sin antes despedirse cortesmente de las damas que le asistieron, él las llamó doña Tolosa y doña Molinera. El par de prostitutas trataron de no reír para evitar un altercado y así el caballero dejó aquel lugar donde fue armado caballero.
Aquí es donde se empieza a ver con mayor claridad la doble lectura que tiene la obra, por un podemos ver lo que pasa en un plano real al protagonista que en este caso es Alonso Quijana (el bueno) y por otro lado se ve lo que cobra vida en un plano fantástico dentro de la imaginación de don Quijote, es decir aquí es donde a través de la ficción la literatura impone la presencia de lo no operatorio dentro de un la realidad.
Sin duda la genialidad del autor hace que lo fantástico se convierta en una amenaza para la razón llevando al lector a considerar que dentro de un plano real el protagonista empieza a padecer de alguna dolencia mental.
Para concluir con el artículo me despido esperando que tengas una semana muy aprovechada y llena de mucha lectura y descubrimiento.
Aprovecha cada día al máximo, "Carpe Diem".
¡Hasta la lectura siempre!