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Viernes Santo
Dentro de la liturgia de la Iglesia Católica, el Viernes Santo, es un día de duelo durante el cual se recuerda la crucifixión de Jesucristo en el Calvario, quien se sacrifica para salvar del pecado a la humanidad y darle la vida eterna. En los templos, todas las imágenes religiosas, principalmente el crucifijo, se cubren con tela morada en señal de la ausencia de Jesús.
Por cuanto hace a la simbología, la cruz que cargó Jesús y en la cual es crucificado, representa el ascenso a la gloria mediante el sacrificio; el luto de María, su madre, es el duelo de la humanidad; el viacrucis es una forma de recrear, vivir y entender la pasión. A las tres de la tarde se recuerda la crucifixión rezando el Credo, para luego entrar en tiempo de meditación y recogimiento.
Quizá ese sea el momento ideal para repasar algunas de las reflexiones más importantes que ha hecho el Papa Francisco, vicario de Jesús en la tierra, quien ha roto con muchas de las costumbres que alejan a los cristianos de las enseñanzas del maestro.
Por ejemplo, ha dicho: "La creación no es una propiedad, de la cual podemos disponer a nuestro gusto; ni, mucho menos, es una propiedad sólo de algunos, de pocos: la creación es un don, es un don maravilloso que Dios nos ha dado para que cuidemos de él y lo utilicemos en beneficio de todos, siempre con gran respeto y gratitud.
La fe y el testimonio cristiano se enfrenta a desafíos tales, que sólo uniendo nuestros esfuerzos podremos hacer un servicio efectivo a la familia humana y permitir a la luz de Cristo llegar a todos los rincones oscuros de nuestro corazón y de nuestro mundo. Que el camino de la reconciliación y la paz entre nuestras comunidades siga acercándonos, para que, movidos por el Espíritu Santo, podamos traer vida a todos, y traerla en abundancia.
Los bienes están destinados a todos, y aunque uno ostente su propiedad, que es lícito, pesa sobre ellos una hipoteca social. Siempre. Se supera así el concepto económico de justicia, basado en el principio de compraventa, con el concepto de justicia social, que defiende el derecho fundamental de la persona a una vida digna. La migración, la concentración urbana, el consumismo, la crisis de la familia, la falta de trabajo, las bolsas de pobreza producen incertidumbre y tensiones que constituyen una amenaza a la convivencia social.
Las normas y las leyes, así como los proyectos de la comunidad civil, han de procurar la inclusión, abrir espacios de diálogo, espacios de encuentro y así dejar en el doloroso recuerdo cualquier tipo de represión, el control desmedido y la merma de libertades. La esperanza de un futuro mejor pasa por ofrecer oportunidades reales a los ciudadanos, especialmente a los jóvenes, creando empleo, con un crecimiento económico que llegue a todos, y no se quede en las estadísticas macroeconómicas, crear un desarrollo sostenible que genere un tejido social firme y bien cohesionado. Si no hay solidaridad esto es imposible.
Cada uno a su manera, todos los aquí presentes compartimos la vocación de trabajar por el bien común. Ya hace 50 años, el Concilio Vaticano II definía el bien común como ´el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección´....Que este esfuerzo ayude siempre a crecer en un mayor respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral, a la paz social, es decir, la estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no se produce sin una atención particular a la justicia distributiva. Que la riqueza se distribuya, dicho sencillamente".
El Papa no sólo ha predicado con la palabra, sino que todas sus palabras están respaldadas por la acción que se refleja en una vida austera y de servicio, un servicio que va más allá de la acción pastoral para convertirse en una denuncia de los abusos y las injusticias que perpetran los poderosos, que lo son cada día más, a costa del hambre, el desamparo y la muerte de muchos seres humanos a lo largo de planeta.
Su última visita a Irak, la cuna de la civilización, ahora devastada por la guerra que han llevado ahí las potencias que reclaman derechos sobre su petróleo y otras riquezas naturales, fue para llevar consuelo; pero, también para hacer evidentes las mentiras que difunden los medios comprometidos y que nada tienen que ver con el sufrimiento del pueblo iraquí y de las naciones vecinas.
No podrá el Papa estar presente en las celebraciones de la Pasión de Jesús ni en el Viacrucis en el Vaticano por su delicado estado de salud; pero, sí en la Misa Crismal.
Quizá no sea necesario ser católico para entender la misteriosa simbología de la liturgia; quizá baste con tener un poco de buena voluntad y de amor.