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Premio al verdugo
Asegura un viejo y conocido refrán que ‘ven la tormenta y no se hincan’, para decir que en plena crisis, los trampolines de siempre se refugian en el adagio de ‘a mi, mis cacahuates’. Los gandallas que han vivido todos los años de su vida pegados al presupuesto o haciendo que hacen en la administración pública sin hacer cosa alguna que se les pueda agradecer, exigen que una parte importante de los fondos públicos se destine para financiar a los partidos políticos que se han repartido poder y dinero.
Fieles como el perrito de la RCAVictor, los consejeros del Instituto Nacional Electoral, llegados ahí mediante el sistema de cuotas partidistas, se han alcanzado la puntada de aprobar la friolera de 5 mil 821 millones 851 mil 704 pesos, bolsa de recursos que se destinará para el financiamiento público que obtendrán los partidos políticos en 2022, según anunció sin recato alguno la consejera electoral, Mtra. Claudia Zavala, quien recordó que el INE deberá presupuestar estos recursos para el próximo año; pero su definición es resultado de lo previsto en el artículo 41 de la Constitución y en las leyes electorales.
¿Para qué tanto dinero en tiempos de pandemia y confinamiento? Para cubrir los gastos de actividades ordinarias permanentes, el INE destinó 5 mil 543 millones 396 mil 204 pesos; 166 millones 318 mil 806 pesos se destinarán para las tareas específicas; 110 millones 879 mil 204 para franquicias postales, además de 693 mil 394 pesos en las telegráficas. “El cálculo de la bolsa del financiamiento público anual se realizó considerando el número total de personas inscritas en el Padrón Electoral Nacional, con corte al 31 de julio, un total de 95 millones 170 mil 381 personas, por el 65 por ciento del valor UMA”.
Quizá sea buen momento para recordar el comentario de Manuel Ajenjo cuando escribió que: “Ser la democracia más cara del mundo no debe ser motivo de orgullo, entre otras cosas porque lo que tenemos no es una democracia plena sino un remedo de ésta. ¿Qué democracia seria y verdadera tolera que los partidos lancen candidatos enmascarados? ¿En qué país, que se respete, los aspirantes a ocupar puestos legislativos o ejecutivos son populares por sus actuaciones en la televisión, cine, teatro y palenques? Tal vez hayan trabajado en un buen número de telenovelas y/o se sepan la letra de muchas canciones, pero desconocen los 136 artículos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las normas mínimas de la buena gobernanza. Cuando ha habido actores en el Congreso sus intervenciones en tribuna han sido mínimas porque extrañan el apuntador electrónico”. Una apreciación harto certera.
El año pasado se quiso poner un alto a los abusos de la partidocracia cuando Morena buscó aprobar en el Pleno de la Cámara de Diputados, una reforma constitucional para recortar cuando menos en un 50% el financiamiento público que reciben los partidos políticos cada año; sin embargo, le faltaron votos, incluso de sus aliados. El coordinador de la bancada mayoritaria, Mario Delgado Carrillo, lamentó que no se haya alcanzado los consensos de las demás bancadas para sacar adelante la reforma que requiere de dos terceras partes de los diputados. Pocos son los que quieren sumarse a la austeridad republicana.
El aparato electoral es un sistema de complicidades que requiere de mucho dinero para funcionar de manera adecuada, de ahí que recurran a los fondos públicos, dándose así la triste circunstancias de que el pueblo financie con el pago de impuestos a sus propios verdugos, pues los diputados no votaron para favorecer a la gente o para ver que haya más fondos para el sector salud, la educación y el bienestar social en tiempos de pandemia y en vísperas de la que puede ser la mayor crisis económica del mundo.
Tiene razón Ricardo Monreal, cuando dice que: “La crisis en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ha puesto de relieve la necesidad de una reforma a fondo de los órganos electorales, del financiamiento de las elecciones, de las reglas de operación de la estructura electoral, del papel de los partidos políticos y hasta de los esquemas de integración de las cámaras de representantes. La construcción de la democracia electoral que hoy tenemos ha seguido un largo devenir. Transitamos de la sospecha sobre la limpieza de los comicios (la larga historia de fraudes electorales desde el siglo XIX), hasta llegar al malestar ciudadano actual por el alto costo de nuestros procesos electorales”.
En la era de la inteligencia artificial, en la que se hace cada vez menos necesaria la mano del hombre en las determinación de las preferencias personales, implementar el voto electrónico es viable y barato.