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La buena voluntad
Gente con una larga tradición de lucha en la arena política, con una trayectoria intachable en favor de las causas populares y con un intelecto brillante, demandan apresurar el paso y adoptar medidas que para ellos son audaces, a fin de acelerar el proceso de transformación de la vida nacional. A diferencia de los contrarios, no defienden intereses sino puntos de vista de naturaleza progresista que pudieran ser muy efectivos en circunstancias menos dramáticas; pero que son imposibles en el acontecer actual.
Durante el pasado seminario virtual Economía y Sociedad a partir de la Pandemia, se llegó a cuando menos tres conclusiones tan importantes como cuestionables. La primera sugiere aplicar un plan contra cíclico para allegar más recursos al sector salud durante la contingencia sanitaria y a la reactivación de la economía en la postpandemia, 'perdiendo el miedo al déficit fiscal'. Cuando menos dos que vienen de la misma camada de izquierda: Ifigenia Martínez y Porfirio Muñoz, saben que algo así inició el desastre.
El gobierno de Luis Echeverría Álvarez, con su apertura democrática, la incorporación de intelectuales de la UNAM al gobierno, la captación de jóvenes del Movimiento del 68, estimó que para promover el desarrollo nacional, en lugar de inversión extranjera en áreas estratégicas, convenían más los créditos externos directos para que la administración pública, por medio de sus planes y programas, llevara a cabo las inversiones convenientes. Al final del régimen, la paridad peso-dólar se vino por los suelos.
Durante los primeros años del gobierno de José López Portillo, cuando se dijo que había que aprender a administrar la abundancia y el país recibía grandes carretadas de dólares por la exportación de petróleo a precios altos, se dijo, por primera vez, que no había que tener miedo al déficit fiscal ni a la inflación y se corrió una borrachera de gastos que terminaron en una dramática pérdida del valor de peso y una inflación galopante que culminaron en la declaración de moratoria de los pagos de una deuda colosal.
Ambos, Ifigenia y Porfirio fueron figuras harto importantes en la política nacional, latinoamericana y universal. Muñoz Ledo fue secretario del Trabajo y Previsión Social de Echeverría y de Educación del régimen de López Portillo, además de presidente del CEN del PRI, embajador permanente de México ante la ONU con Miguel de la Madrid y ante la Unión Europea con Vicente Fox. Ambos han tenido una larga y fructífera carrera legislativa en ambas cámaras del Congreso; pero, eso no mejora sus apreciaciones.
El grupo de expertos exige que el gobierno cumpla con los planes, programas y compromisos para que la producción energética sea limpia y renovable, evitando la producción de gases de efecto invernadero. En este punto coinciden con los opositores al régimen y lo hacen por las mismas razones: ignorancia o pura mala fe. El futuro de la humanidad será con energías limpias, sí; pero, hasta este momento eso no es posible. No es una afirmación peregrina; las experiencias de España y Alemania lo demuestran con creces. Mientras no se logre un abasto regular y confiable con fuentes eólicas o fotovoltaicas, o se logre almacenar y transportar la electricidad que así se produzca, el mundo seguirá dependiendo del Petróleo.
El tercer punto, el Ingreso Básico Universal, como se menciona en el documento final del seminario, es acuerdo general; sí, pero no en este momento en que se está bordando muy fino para aprovechar de la manera más eficaz y oportuna los escasos recursos. Ya existe un amplio programa de apoyo a los sectores más vulnerables de la sociedad y se espera que pasada la contingencia epidemiológica y la contracción de las actividades productivas, se pueda ir más adelante. No cuadra cambiar de caballo a mitad del río.
No son pocas las voces, de dentro y de fuera, que han manifestado su admiración por el manejo hábil de la economía, que ha permitido continuar con los programas sociales, afrontar con éxito los efectos de la pandemia y, además, seguir con los proyectos estratégicos que habrán de sacar adelante la economía nacional con inversiones altamente redituables, que generarán millones de empleos bien pagados en la industria, el comercio y la prestación de servicios. El Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el Plan de Desarrollo del Istmo de Tehuantepec, se están haciendo ¡sin deuda y sin déficit!
Que existen muchos y muy graves problemas que no se han logrado resolver y que, posiblemente se han agravado, es cierto; pero, aunque el grupo de 39 intelectuales alega que el gobierno tiene el apoyo del Congreso y que puede tomar las medidas que sean necesarias para atender la problemática, la realidad es muy diferente. El gobierno ha sido extremadamente cuidadoso para no caer en los terrenos del radicalismo y la imposición. A los golpes arteros, a los ataques frontales, a las calumnias reiteradas, ha respondido con la mano tendida en señal de concordia y cordialidad. No se ha enganchado en pleitos.
Quizá se han tomado medidas extraordinarias para solucionar conflictos añejos, como la corrupción, la complicidad y la impunidad; pero, todo dentro de la ley y el respeto a los derechos humanos. Se han cuestionado también las medidas de carácter procesal para evitar estas, como es el caso de la ampliación del catálogo de delitos que ameritan la prisión preventiva. Si el sistema judicial se ha tipificado como una puerta giratoria, en la que ingresan por un lado los infractores y de inmediato salen por el otro, ¿qué más puede hacerse mientras se avanza en la consecución de una nueva normalidad que sea justa?
Más que las elucubraciones intelectuales, valen las experiencias. ¿Qué dijo el 'Mochaorejas' cuando lo entrevistaron en prisión? Afirmó textualmente que a las personas como él debía de aplicarse la pena de muerte sin ningún miramiento, puesto que, si algún día quedaba en libertad, volvería a hacer lo que hizo porque ese es su oficio; así se gana la vida. Ante una filosofía tan cruel e inhumana, el Estado no puede actuar con las mismas dinámicas que se aplican en los casos de los infractores circunstanciales.
Había un muchachito con un lunar en una ceja al que los compañeros pusieron de sobrenombres el Diablo. Cuando un profesor le preguntó por qué era tan maldoso, pues sus travesuras se pasaban de la raya, simplemente contestó: "Pos´ no ve que soy el Diablo, profe". Cuando las conductas antisociales tienen origen en un estigma, el Estado y la sociedad están obligados a ver por su redención; pero, no todos los casos son así; cuando menos no en este momento en que se juegan y defienden intereses muy poderosos.
No hay fórmulas mágicas; lo que debe haber es buena voluntad para remar todos hacia adelante.