Editoriales

Más allá

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 13 DICIEMBRE 2019
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Más allá

Una vez cumplida cabalmente la primera etapa de consolidación del régimen de la Cuarta Transformación, en el que hubo logros sustantivos que sientan las bases sólidas sobre las que habrá de descansar el desarrollo de México, es necesario ir más allá. Tal vez sea el momento de entrar en los detalles y acometer la gran tarea de sacar al elefante reumático del pantano, como dijo don Jesús Reyes Heroles. Es quizá oportuno iniciar la verdadera transformación de la escuela como espacio y academia.

La escuela, lo saben quienes vivieron su infancia en los regímenes revolucionarios, era el centro de la comunidad, donde se llevaban a cabo reuniones de padres, de maestros, de alumnos, de autoridades y de todos aquellos que necesitaban un espacio abierto de diálogo y discusión para tomar medidas de interés comunitario. La escuela estaba permanentemente abierta para que en sus canchas pudieran niños y jóvenes convivir en un ambiente de cordialidad y respeto y practicar su disciplina deportiva favorita.

La escuela no necesitaba guardias porque era un local cuidado por todos los que tenían alguno grado de relación con ella y aún por lo que no. Era refugio seguro en casos de desastre y todavía es alojamiento para el personal que cumple las tareas comiciales durante los procesos eleccionarios. Como punto de referencia era inconfundible y en las poblaciones pequeñas era el domicilio de los vecinos para la recepción de correspondencia. Puede decirse que era una escuela viva con actividad permanente.

Al paso de los tiempos,el papel de la escuela se ha restringido y ahora funciona apenas cinco horas al día, cinco días de la semana, con largos periodos de abandono y, desde luego, desaprovechamiento. Se utilizan de pretexto las conductas antisociales de una parte de la población; pero, si la escuela hubiera mantenido su actividad permanente no tendría que cuidarse de las maldades de personas con problemas de conducta. 

El cambio de régimen detuvo el procesos privatizar de los espacios educativos y sería bueno ver en qué han quedado los empeños de quienes se dicen dueños de los terrenos donde se fincaron escuelas bajo el modelo de patronato por cooperación, al cual las autoridades entregaron en comodato un espacio de interés público; pero que, una vez cumplido el objetivo, debe reintegrarse al municipio para destinarse a otros menesteres. El financiamiento privado para atender las necesidades de las escuelas, tiene que verse con lupa; no es procedente que las entidades financieras ahora reclamen los terrenos en pago.

Las escuelas como espacios con construcciones y adecuaciones físicas se configuran para responder a ciertas necesidades pedagógicas en determinado contexto. Las configuraciones están, inevitablemente, impregnada del pensamiento cultural predominante al momento de su concepción, por lo que resulta importante destacar que para que la escuela sea funcional debe ser diseñada adecuadamente para que en ella se cumplan cabalmente las actividades físicas, culturales y espaciales de la comunidad escolar.

La idea tradicional de grupos numerosos que deben permanecer sentados, callados y atentos a la exposición de los profesores, que ´dan la clase´ en un entorno opresivo, pudo resultar buena en determinado momento; pero, no puede tomarse como un modelo constante. Niños y jóvenes son personas con mucha energía y una necesidad permanente de satisfacer su curiosidad por el mundo que les rodea y que les genera sentimientos y pensamientos que no siempre corresponden a lo que expone el profesor.

Convertir los espacios educativos en laboratorios de todo tipo, no necesariamente con probetas y tubos de ensaye, sino con actividades que planteen retos que estimulen la imaginación, la creatividad, el pensamientos racional y la crítica de los muchachos para tener un mayor conocimiento del entorno en que les ha tocado vivir. Indispensables son los componente visuales o recursos que ayuden con la actividad docente.

Entregar los espacios educativos a los padres de familia para que éstos les den un uso más amplio y de mayor provecho, sería un buen principio. Si los maestros se olvidan de la escuela una vez que termina su jornada laboral, muchos de ellos con residencia lejana, que sea la comunidad la que se haga cargo del plantel con normas y reglamentos claros y precisos que incluyan la responsabilidad de su cuidado y preservación, al mismo tiempo que su mejor aprovechamiento. Siempre hay que ir más allá. 

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