Editoriales

Hay que ver

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 08 DICIEMBRE 2019
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Hay que ver

Durante los últimos años se ha manifestado con énfasis la demanda de la mujer por sus derechos, lo que, en principio, levantó simpatía en el grueso de la población, que reconoce en toda persona los derechos inalienables de libertad, igualdad, justicia y paz.

Pero, la aparición de las connotaciones sexuales ha levantado ciertas dudas que pueden restar legitimidad a los reclamos, por cuanto ningún grupo puede exigir prerrogativas por encima del resto de los integrantes de la sociedad.

Por alguna razón desconocida, ha venido a resultar que el feminismo de estos tiempos considera a los valores masculinos en términos harto negativos, ligados a la violencia, la competencia abusiva y al mantenimiento de un sistema de dominio y opresión; se llega al extremo de invocar al patriarcado, desconociendo todos los avances que se han dado para lograr la igualdad tanto en derechos como obligaciones de ambos géneros en la sociedad moderna. No pocas veces se utiliza el supuesto acoso como una forma de coacción con el propósito avieso de sacar ventaja de una supuesta desventaja.

En el discurso de las mujeres que salen a la calle y se manifiestan, entre las cuales hay provocadoras y delincuentes encubiertos que buscan llevar agua a su molino que es de otra especie, la mayor demanda es de igualdad. Pero, viene a resultar que se entiende la igualdad en sentido llano, que resulta imposible de cumplir. Por fortuna, la mujer no es igual al hombre y nunca lo será. Es posible que lo que la aspiración de las féminas sea la igualdad de oportunidades para el desarrollo.

Entonces, lo que demandan es justicia social, dadas las precarias condiciones en que las mujeres deben prestar sus servicios en los sectores productivos, especialmente en la industria, con salarios miserables, jornadas extenuantes por arriba de las que marca la ley, en condiciones inaceptables y con horarios disfuncionales que afectan su salud, sus relaciones familiares y su seguridad persona. En tal caso, la demanda es general y si se fractura por asuntos de género, las presiones del sector laboral se debilitan.

Bien visto, deben ser los varones los que deben reclamar a las mujeres la precarización del trabajo, la caída de los salarios y la extensión de las jornadas laborales, puesto que fueron ellas las que provocaron la abundancia de mano de obra poco calificada y muy barata; ellas fueron la competencia para que los varones tuvieran que aceptar el desplome de los logros que habían obtenido durante los regímenes revolucionarios y la desaparición de las prestaciones de ley si es que querían seguir con un empleo.

El cúmulo de artimañas del capitalismo salvaje que se ha apoderado del planeta y lo destruye sin miramientos, son tantas y tan ingeniosas, que no sería peregrino que una parte importante de los movimientos feministas tuvieran el propósito de dividir a la clase trabajadora para debilitar sus demandas y convertir a cada una de las partes en enemigo y esquirol de la otra, para que no junten sus fuerzas y hagan un frente común por la justicia social. La máxima de divide y vencerás viene de lejos.

Los movimientos feministas han sufrido transformaciones a lo largo de la historia y, de hecho, se vive en la actualidad la tercera ola del feminismo. Primero, fueron las aspiraciones políticas que llevaron a las féminas a ejercer su derecho al voto, un paso trascendental, que permitió los demás; luego fue la demanda de independencia económica, accediendo a la universidad y a los empleos remunerados; para llegar a la demanda de libertad sexual y erradicación de la violencia de género.

Se han venido observando movimientos con cierto nivel extremista, como los realizados en Cuba por parte de colectivos de diseñadoras y activistas sociales, quienes utilizando tatuajes como arma de empoderamiento, reivindicaron su derecho de hacer lo que les dé la gana con su cuerpo durante la muestra Grl Pwr (Poder Femenino), con la que celebraron el Día de la Mujer. Ya no se trata de lograr igualdad de derechos frente al varón, sino de exigir respeto a una forma particular de ser y de vivir.

Esto conduce a percibir la pluralidad actual del feminismo que ha ampliado sus objetivos y se ha realizado un gran esfuerzo en eliminar los estereotipos de roles y de expresión de género. Se ha expandido el feminismo para incluir feminismos representativos de las mujeres en su diversidad tanto de razas, credos, costumbres, niveles económicos, sociales y culturales. Sin embargo, se corre el riego de atomizar los esfuerzos para avanzar en el reconocimiento de la igualdad de derechos.

Nuevamente, se presenta el fenómeno de la competencia laboral que iniciaron las mujeres y se ha revertido en su contra. Es preciso avanzar en aspectos estructurales hacia la igualdad de género y reducir la violencia contra las mujeres en todos los ámbitos, empezando por ampliar el concepto de violencia de género, que será una gran aportación en la medida en que las féminas dejen de utilizar la violencia como forma de expresión de sus demandas.

También es imperativo reconocer que en México, la paridad de género ya es una realidad en la política y en la administración pública federal, un gran logro que no se da en ningún otro lugar del ancho mundo.

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