Editoriales

El Oficio Decente

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 11 JUNIO 2020
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El Oficio Decente

La confrontación entre la prensa y el poder público, de la misma suerte que la colusión entrambos, viene de muy lejos. El término Cuarto Poder es un juego de palabras relacionado con la separación de poderes: Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial. Los medios de comunicación no son un poder del Estado; son un poder autónomo al servicio del pueblo, pero dada su gran importancia para el óptimo funcionamiento de los otros tres poderes, hace tiempo que se le denominó como Cuarto Poder.

La historia moderna registra a la Revolución Mexicana como la primera derrota del capitalismo salvaje, quizá por ello, el magnate de la prensa estadounidense, Randolph Hearst, instaba al gobierno de los Estados Unidos a acabar con ´la farsa revolucionaria´ que afectaba a la enorme cantidad de tierras y haciendas de su propiedad en territorio mexicano. Fue a él que respondió el secretario de Estado Robert Lansing que no era necesario gastar parque ni dinero; sino educar a los jóvenes ambiciosos en el estilo de vida americano para que entregaran el país y lo sometieran mejor de lo que ellos pudieran hacerlo.

Ese es un ejemplo de colusión de intereses entre lo público (el gobierno) y lo privado (la prensa), que tardó más de 50 años; pero que, finalmente, dio los frutos esperados. Hearst no sólo se entrometió con México; también hincó sus garras en Cuba, Panamá, España y el Oriente, donde quedó de manifiesto su gran poder. Su desenfreno y extravagancias llegaron al extremo de que en España realizó la compra del Monasterio Cisterciense de Santa María de Óvila, en Trillo, mismo que envió piedra a piedra a su país.

En el otro extremo, está Joseph Pulitzer, su competidor en el diarismo, dueño del New York World, en el que denunció un pago fraudulento de 40 millones de dólares por parte de los Estados Unidos a la Compañía Francesa del Canal de Panamá. El gobierno federal arremetió contra The World acusando a Pulitzer por injuriar criminalmente al presidente Theodore Roosevelt y al banquero J.P.Morgan, entre otros. Pulitzer y The World persistieron en su investigación. Cuando los tribunales desestimaron las acusaciones, Pulitzer fue harto aplaudido por una victoria crucial en nombre de la libertad de prensa.

Pulitzer se retiró de la confrontación con Hearts, dejándole todo el campo del periodismo estridente y amarillista, que le había dado una colosal fortuna, para dedicar sus últimos días a reivindicar lo que llamó ´ la más noble de todas las profesiones´. Su visión acerca de este oficio ha quedado plasmada en Sobre el Periodismo, un libro publicado en 2011 en España por la editorial Gallo Nero en el que se recogen sus inquietudes sobre el papel de la información en la sociedad. Un compendio de integridad.

En un artículo que escribió para la North American Review, en mayo de 1904, dijo: "Nuestra República y su prensa se elevarán o caerán juntas. Una prensa apta, desinteresada, generosa, con inteligencia formada para conocer el bien y con el coraje para hacerlo, puede preservar la virtud pública sin la cual un gobierno popular es una farsa y una burla. Una prensa cínica, mercenaria y demagógica acabará dando forma con el tiempo a un pueblo tan vulgar como ella misma. El poder de moldear el futuro de la República estará en manos de los periodistas de las futuras generaciones". Palabra que siguen vigentes.

Aseguran sus biógrafos que Pulitzer, de origen húngaro, llegó a los Estados Unidos a los 17 años y que por esa época fue engañado por unos supuesto contratistas que a cambio de cinco dólares trasladaban a los trabajadores a las plantaciones de azúcar para cortar caña, quienes lo dejaron abandonado, junto con otros 40 más, en descampado, a 60 kilómetros al sur de San Luis Misuri, a las tres de la mañana. El regreso fue toda una odisea, misma que escribió para un periódico local, iniciando su exitosa carrera.

Luego de haber creado una inmensa fortuna que le permitió comprar el hotel donde le había negado alojamiento para convertirlo en el Pulitzer Building, un rascacielos de 94 metros de altura, y construir su propio yate, en el que pasó sus últimos días, el periodista quedó ciego y con ultra sensibilidad auditiva, lo que lo obligó a la reclusión casi total. Al morir en 1911, a los 64 años de edad, dejó dos millones de dólares a la Universidad de Columbia para que abriera la Escuela de Estudios Avanzados de Periodismo, que fue la primera y es la más reconocida escuela de periodismo del planeta. Además, en su testamento también dispuso la creación de un premio de periodismo que llevara su nombre y que debía gestionar la Universidad de Columbia. El primer Premio Pulitzer fue entregado en el año 1917.

Se entrega desde entonces a quienes ejercen a cabalidad El Oficio Decente.

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