Editoriales

´Cosas veredes, señor mío´

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 07 JUNIO 2020
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´Cosas veredes, señor mío´

Al final del poema Cantar del Mío Cid, aparece una leyenda que dice que fue escrito por Per Abbat en mayo de 1307, sin embargo, la mayoría de los eruditos que se han encargado de su estudio, incluyendo a don Ramón Menéndez Pidal, el gran filólogo, historiador, folclorista y medievalista español, dicen que el sentido de escribir debe entenderse como copiar, pues dentro del cuerpo del mismo poema, se indica que fue pergeñado entre los años 1140 y 1200, lo que se viene a corroborar con su estilo literario.

En uno de los pasajes de esta interesante trama que habla de la lealtad de un soldado y de la veleidosa naturaleza de los monarcas, don Rodrigo Díaz de Vivar le dice al rey Alfonso VI: "Muchos males han venido por los reyes que se ausentan" y éste le contesta: "Cosas veredes, Cid, que harán hablar a las piedras". Casi un milenio después, el mundo está viendo y viviendo circunstancias similares en las que los rectores abandonan sus responsabilidades y juramentos en aras de la ambición, la codicia, la molicie.

Y junto al abandono de las tareas que tienen como finalidad procurar el bienestar general, aparecen los grupos de poder exhibiendo, por un lado, su lamentable pobreza anímica e intelectual, y, por el otro, el entreguismo artero en defensa de sus intereses espurios. Salta a la escena Enrique Krauze, el intelectual orgánico del salinismo, a comparar al casi analfabeta Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco con Mariano Otero, y el presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana, Gustavo de Hoyos Welter, denuncia ante el rey Felipe VI de España, al gobierno de López Obrador por irracional.

Ya nada más falta que, como dijo Alfonso VI, hablen las piedras para cumplir las palabras del famoso poema medieval. Si viviera el notable comediante Héctor Suárez, se preguntaría, una vez más: "¿Qué nos pasa?". Nada hay tan alejado del otentote que gobierna Jalisco que el ilustre jurista autor del Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestión social y política que se agita en la República Mexicana, en el que propone un nuevo pacto social, un acuerdo en lo fundamental que unificara a la nación, y una nueva Constitución federalista.

Propuso que: "Para evitar lo malo de lo alto y de lo bajo, los elementos de la igualdad ciudadana y la federación llevarían a un acuerdo nacional y a una constitución duraderos, pero reformables conforme a las cambiantes necesidades populares. Esta sería la única manera de contener el expansionismo norteamericano, pues no se debe oponer contra la civilización, más que la civilización misma... debemos igualarnos con ese pueblo para vencerlo". Hacía alusión a la guerra de despojo contra México.

Es posible que los años ya calen sobre el magín de Krauze, solamente así es posible comparar al gran jurista con Alfaro. En el Congreso Constituyente de 1857, Otero fundamenta el establecimiento de un sistema mixto de protección constitucional que impida a los estados promulgar leyes que vayan en contra de la Constitución o de las leyes generales a juicio del Congreso Federal, a la vez que la mayoría de las legislaturas estatales tengan el derecho de declarar la constitucionalidad de las resoluciones del Congreso Federal. Asimismo, abogó entre otros temas, por el control popular sobre la actuación de los funcionarios públicos. Alfaro, ya se ha visto reiteradamente, es un autócrata enemigo del federalismo.

Ni al caso tiene abundar más sobre el tema, lo que desvía la mirada al otro 'denunciante'. que asegura que las medidas que ha tomado el gobierno de la Cuarta Transformación son irracionales y de corte profundamente antiempresarial. A este sí no hay forma de decir que alguna vez tuvo talento para algo más que hacer negocios al amparo de los gobiernos que, según asegura en su denuncia: "Se socavó gravemente la confianza, eso fue lo que determinó que cayera la inversión y que por consecuencia después de una década de crecimiento continúo, nuestro país no tuviera el año pasado crecimiento alguno". ¡Un crecimiento a base de bajar salarios, devaluar el peso y contraer colosal deuda externa!

Ninguna posibilidad tiene este de Hoyos de negar que el peso mexicano se devaluó un cien por ciento; que la deuda del gobierno se duplicó; que se elevaron las tasas de interés de manera irracional y que los salarios de los trabajadores mexicanos siguieron siendo los más bajos del continente y de la OCDE. ¿A eso llama crecimiento? Ahora que si se refiere a la estafa maestra, la transa del NAICM, los gasoductos, el guachicoleo, los parques eólicos, los contratos leoninos, los medicamentos adulterados, pos' entonces, sí.

El sentido antiempresarial que denunció Tavo frente al rey de España son la negativa de rescate con fondos públicos de las empresas tronadas, la negativa a condonar impuestos a las grandes empresas que transfieren sus ganancias a los paraísos fiscales, a las compra consolidadas a empresas fantasmas, a la negativa de tolerar la facturación apócrifa o adulterada, a dejar obras inconclusas o inoperantes mientras se cobran miles de millones de pesos que van a aumentar los caudales de empresas patito.

El talante antiempresarial tiene que ver con el llamado a cuentas de los organismos de la sociedad civil subsidiados con enormes sumas de dinero fiscal, a la colusión de entes empresariales con instancias de gobierno para desaparecer fondos públicos mediante elaborados sistemas de estafa, saqueo y fraude.

Quizá sería bueno que ambos personajes leyeran el discurso del presidente del Banco Mundial Jim Yong Kim: "La corrupción equivale, simplemente, a robar a los pobres. Constituye un doble menoscabo del crecimiento y la prosperidad, en lo que se refiere no solo al desvío de recursos de sus fines previstos sino también a los efectos a largo plazo de los servicios que no se prestan: falta de vacunación, falta de suministro de útiles escolares, falta de construcción de caminos. En mis viajes por el mundo he visto el efecto corrosivo de la corrupción en la vida de los pobres, y el consiguiente deterioro pronunciado de la confianza de los ciudadanos en sus Gobiernos".

Así dejaría Enrique de hacer el ridículo y Gustavo de llorar ante el rey, al revés de la postura digna del Cid Campeador, de quien se dijo:"Qué buen vasallo fuera, si tuviera buen señor".

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