Editoriales

El mejor de los mundos posibles

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 01 SEPTIEMBRE 2020
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El mejor de los mundos posibles

Decir que la coyuntura que vive la humanidad es inédita y que se necesita de un gran esfuerzo colectivo aderezado por una magistral conducción de las fuerzas políticas, es una verdad de Perogrullo. De ahí la importancia de entender y, como dijo San Agustín en su Sermón 43, a partir de ahí creer. Los estertores del crack financiero de principios de siglo, aunados al fin del ciclo de la economía tanto neoliberal como globalizada, más la pandemia contra la cual el mundo no estaba preparado, hacen la tormenta perfecta.

Las alternativas de solución son pocas y todas tienen que ver con el uso racional de los recursos que el planeta provee a sus habitantes. Es como si la Tierra hubiera querido dar un tremendo jalón de orejas a quienes han derrochado los bienes que ha puesto a su servicio y los llamara a una profunda reflexión que tiene que culminar, inexorablemente, en un cambio en los patrones de consumo y en acatamiento de las leyes universales que en medio del caos permiten el frágil equilibrio que dio pie a la vida humana.

Para atender a una opinión autorizada, cuando le preguntaron al afamado historiador Albrecht Ritschl: "Desde la perspectiva de la Historia, ¿cuáles son las principales características de una crisis económica?". Dijo: "Disminución de la demanda, colapso de la producción, desempleo masivo, crisis financiera, y luego, a menudo, una crisis de deuda pública nacional". Esos cinco elementos son los que habría que atacar con fuerza y con imaginación, dando prioridad a lo que resulte esencial para la nación.

En ellos están empeñados todos los gobiernos, unos con pleno conocimiento de causa; otros buscando al tanteo cómo librarse de los efectos perniciosos de la gran crisis. Por desgracia, existen pesados lastres que impiden que la nave del Estado navegue rauda hacia una pronta recuperación. Un ejemplo de este empeño por impedir que entren vientos frescos a la casa si no es por su ventana, son quienes exigen que el gobierno contraiga una mayor deuda externa por la vía obtusa del déficit fiscal y la producción de billetes.

Ponen de ejemplo a otros países que lo están haciendo así; pero, no toman en cuenta las circunstancias que se dan en cada lugar. Estados Unidos tiene una deuda externa muy grande; pero su tasa de referencia es de .0, lo que permite un holgado manejo del crédito; Japón tiene también una deuda muy por encima de su Producto Interno Bruto; pero sus tasas de interés son negativas, lo que equivale a decir que quien tiene dinero en el banco, debe pagar por el manejo de su cuenta, en lugar de recibir algún dividendo.

No sería lo mismo en México, donde las tasas son altas, arriba del 4.50 por ciento, que es la tasa objetivo según señala el Banco de México. Ritschl asegura que: "La verdadera fuerza impulsora de la recuperación de una crisis es la deuda pública. Si un país tenía un nivel relativamente bajo de deuda pública antes de que se produjera una crisis, entonces será más fácil y rápido salir de la crisis. Los países más endeudados desde antes de una crisis terminaron teniendo que hacer frente a una escalada de la deuda pública. El sur de Europa después de la crisis financiera de 2008 es el ejemplo clásico y lo será de nuevo ahora".

Si a una deuda pública baja y manejable, aunque tenga tasas altas, se aúna un plan de inversiones de gran aliento, como las que está haciendo México en áreas estratégicas muy dinámicas de la economía, los resultados tendrán que ser positivos a corto, mediano y largo plazo. Con ello se pinta un panorama de empleo inmediato en los sectores menos favorecidos, con énfasis en la producción para el consumo popular en lo cortito y para el resto de la población y la exportación más adelante.

Una gran ventaja que tiene México sobre otros países, es que el cambio de modelo económico ya se había propuesto desde antes de la pandemia. Eso ha permitido que los programas sociales, cuyos recursos están garantizados, mantengan en buen nivel el consumo popular y con ello la producción de los bienes y servicios que integran la canasta básica, con algunos agregados que vienen a mejorar la calidad de vida. Una parte del remedio ya estaba siendo dosificado para la recuperación de la economía.

Los enormes recursos que se dilapidaron en el pasado para crear una casta de privilegiados, ahora son canalizados para atender los problemas reales de gente de carne y hueso. Para consolidar los programas de recuperación cuyo resultados empezarán a verse el año próximo, hay que reconocer el buen tino del gobierno mexicano y sus asesores en la negociación del nuevo tratado comercial T-Mec. ¡Enhorabuena para el país y los paisanos!

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