Xóchitl sólo ganará si noquea en los debates
Para que Xóchitl Gálvez pueda ganar la elección presidencial, me parece que ya sólo tendrá una oportunidad, dividida en tres rounds políticos. En el debate del 7 de abril tendrá que debilitar seriamente a su rival. En el del 28 de abril tendrá que vapulear. Y el 19 de mayo, deberá noquear.
El problema es cómo podría lograr semejante hazaña.
Lo que más he escuchado sobre ella en diferentes círculos ciudadanos son dos cosas: la primera, entre los más nostálgicos del priismo y/o del panismo (que no son pocos), la afirmación de que van a votar por ella debido a que odian a Andrés Manuel López Obrador. No es metáfora, es literal: aborrecen al Presidente y por tanto detestan a Sheinbaum y lo que ella representa como continuidad de la 4T. Es el comprensible voto del hígado.
Y dos, entre los que son demócratas centrados, gente sin filias ni fobias, personas nada afines a la 4T, pero tampoco al pasado de corruptelas y autoritarismo que representaban el PRI y el PAN, he percibido que quieren de Xóchitl una verdadera propuesta alternativa de nación. Un planteamiento viable y moderno que subsane lo que consideran pifias y excesos del gobierno de López Obrador. Un proyecto que les afiance la esperanza de que tendrán un país menos virulento, al menos políticamente hablando. Una república sin tanta polarización, sin tanta toxicidad mediática y en redes sociales.
Creo que ahí está el enorme reto de Gálvez: diferenciarse claramente de lo inadmisible que hemos visto durante el actual gobierno, pero no coquetear, bajo ninguna circunstancia, con un pasado oscuro que durante décadas agravió e indignó a la gran mayoría de los mexicanos -a millones de ciudadanos- y que provocó el advenimiento de un presidente vestido de demócrata, con la legitimidad de un voto supermasivo, pero con notorias tentaciones autoritarias al momento de ejercer el poder.
Donde veo una gran incertidumbre entre los dos grupos que quieren votar por Xóchitl, y que desean convencer a muchas más personas de hacer lo mismo, es en el perfil de la candidata. En las formas que debe adoptar durante las próximas diez semanas que le quedan de campaña. Lo más duros se sienten complacidos con su belicosidad, con que le hable recio al Presidente y de forma todavía más retadora a Claudia.
Las personas más moderadas entienden que el intento de Xóchitl por inocular miedo entre la gente, persuadir a los ciudadanos de que sí le deben tener miedo Claudia y a la 4T ("Un México sin miedo", promete Gálvez) le resultó a Ernesto Zedillo en 1994, pero probablemente no funcione hoy porque los ciudadanos, a pesar de que hay cascadas de atrocidades, percibe menos inseguridad, de acuerdo con los datos del INEGI.
Esas mismas personas -las sensatas- quisieran ver en Xóchitl a una persona, como dicen los gringos, más "presidencial". Más ecuánime, menos ocurrente, que de foxismos hemos tenido suficientes dosis. Una candidata precisa en sus propuestas, convincente en sus planteamientos, no tanto una golpeadora como AMLO (¿no tuvimos ya una tremenda saturación de enconos mañaneros?), una mujer que, en los tres debates, más allá de la velocidad de su inteligencia escénica, logre convencer a ese quince-veinte por ciento de ciudadanos que en las encuestas no declara preferencias de voto.
Si en las próximas cinco semanas Xóchitl da un gran salto y reduce los entre veinte y treinta puntos de desventaja que tiene respecto a Claudia (61-34 es lo que marca el ponderador de encuestas Oraculus), hasta dejarlos en unos quince, eventualmente cualquier cosa podría suceder en las últimas horas de campaña, pero eso no se logra exhibiendo encuestas hechas en internet -y por tanto muy sesgadas- que reducen la ventaja a diez puntos: creo que su última apuesta serán los debates donde, entonces sí, tendrá que ser una contundente noqueadora. Y ahí está el meollo: cómo noquear y hacer que los demás vean tal nocaut. Lo veo complicado.
jp.becerra.acosta.m@gmail.com
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