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Periodismo coladera: todos son narcos... o no

Ya he tecleado en este espacio acerca de lo que nunca —jamás— debe hacer un periodista. Hace un año y medio escribí el volumen III (https://shorturl.at/pvHT5), pero por lo que leo estos días en varias columnas, en dos o tres portales y en las dulces redes sociales, creo que en el corto plazo va a ser necesario un cuarto episodio. Por lo pronto, abordo uno de los aspectos más relevantes de este oficio, que es la diferencia entre reportear y volar, entre pesquisar y mentir, entre esforzarse para investigar disciplinadamente un asunto durante meses y luego publicar algo irrefutable, soberbiamente documentado, y ser un soberano baquetón que sin la menor ética se inventa historias alucinantes que no pasarían la aduana del mínimo rigor en la Redacción de un inverosímil Macondo News.  

Conocer la diferencia entre apegarse a hechos verificables y teclear delirios de cantina —aderezados con gotas de Rivotril— es fundamental para las nuevas generaciones de periodistas, tan salpicadas por las tentaciones fantasiosas de no pocos arlequines de la tecla fácil, esos personajes taimados y abusivos que consiguen deslumbrar incautos hasta el punto de vender series en streaming y publicar libros de inaudita procedencia.    

Periodismo coladera: todos son narcos... o no

Eso, por un lado. Y por otro, deben entender los jóvenes que los periodistas no somos coladeras para que nos filtren información no verificada, salvo que quieran cultivar la poco honrosa vocación de cloaca, que no es otra cosa que servir de tirador de alguien contra alguien.

Pero bueno, si no pueden contener las tentaciones de ser coladeras y los apetitos de teclear escándalos, los noveles periodistas tendrían que seguir algunos procedimientos mínimos que quizá los salven de ir al basurero de la historia periodística.

1.- Deben saber que cuando un funcionario (mexicano o gringo, especialmente de la DEA) quiere filtrar algo es porque quiere ocultar una cosa o tergiversar otra. Ahí es cuando los periodistas deben ponerse a indagar a quién beneficia el golpe o qué tema podría ocultar.

2.- Es vital que sepan los receptores de la filtración que el que filtra quiere golpear a alguien hasta dejar su prestigio pateado y vilipendiado en la acera. De eso no deben tener la menor duda quienes reciban los documentos en cuestión: suele tratarse de una venganza, de un ajuste de cuentas, o de una guerra política.

3.- Casi siempre la información filtrada es falsa así que, si la publicas sin verificarla, tu nombre y apellido quedarán manchados aunque sobrevivas décadas navegando columnas y tripulando medios como si no te hubieran desmentido ya 49 veces, ¿verdad R...? Ok, no. Los demás periodistas sabemos que eres un volador, aunque apantalles a medio mundo allá afuera, en el país de los naífs.  

4.- ¿Ya te filtraron algo? Bueno, ahí es cuando llega el momento de tener tantita madre, digo, ética, y ponerte a trabajar, a reportear, a verificar la información, si acaso lo que pretendes es llamarle "reportaje" a un texto. Un reportaje, por definición, implica investigar y comprobar; de otra manera, es un panfleto o una soberana volada, y tú lo sabes.

5.- Cuando tú reporteas y reporteas y gracias a tu perseverancia consigues documentos, información que parece relevante, también tienes el deber de ir a verificarla con otras fuentes. De otra forma, porque tú lo pediste, corres el riesgo de ser un periodista coladera.

Bueno, ahí me avisan cuando el Departamento de Justicia compruebe que Fox, Calderón, Peña Nieto y AMLO son narcos. O cuando un periodista de verdad lo documente sin poner en página un dizque reportaje en calidad de pregunta porque, tres Doritos después (vaya, párrafos más 

adelante), no llega a nada, así que cuando mucho se trata de una columna larguísima llena de especulaciones y... ¡desmentidos en el mismo texto! ¿Quién demonios publica un texto que se desmiente a sí mismo?

Dioses del periodismo, ¡help!  

jp.becerra.acosta.m@gmail.com 

Twitter: @jpbecerraacosta