Columnas > ERNESTO SALAYANDIA GARCÍA
Muerto en vida, podrido y atrapado sin salida
Violencia engendra violencia
Muchos marihuanos que conozco han sido capaces de golpear a sus madres y a sus padres o esposas, se tornan intocables, irritables, insoportables, no se aguantan ni a sí mismos, son neuróticos en potencia, déspotas, indiferentes, groseros, altaneros, egocéntricos, solo piensan en ellos.
No tienen el más mínimo sentido de responsabilidad ni de contribución, son merecedores, todo lo quieren peladito y en la boca, servido en charola de plata, y si no es así, el desfile de reproches, quejas y berrinches no se deja esperar, son expertos en dramatizar, en exagerar a su conveniencia las cosas, pero jamás aceptan su rol, debido a que carecen de humildad y de honestidad, son adolescentes conflictivos cuyo camino sin duda es el fracaso total, como pareja, como amigo, como estudiante, como trabajador, debido a su estructura mal encausada, muy lejos del respeto a ellos mismos y en sí a todo su entorno, y cuando un joven es rebelde, no se puede decirle sus verdades, porque es como si le echáramos gasolina a la hoguera, y lo que nunca se había visto, ahora se ve en muchas casas, estos niños marihuanos, dan de patadas en las espinillas a su mamá, retan a golpes a sus papás y son extremadamente violentos, la droga los trasforma en neuróticos intocables.
Su pensamiento es cuadrado, sin ninguna posibilidad de que cedan. Confirmando que el hostigamiento, la represión, el obsesivo control, los tonos, las palabras ofensivas, el diálogo neurótico, no son buenos ingredientes para la relación entre padres e hijos.