Columnas > ERNESTO SALAYANDIA GARCÍA
Muerto en vida, podrido y atrapado sin salida
Sálvese quien pueda
Esta época, es extremadamente difícil en la convivencia humana, la tendencia es fracasar como matrimonio, hundirse en un hoyo y llegar al divorcio violento, por demás conflictivo; es alejarse de la paz y la armonía que se supone debe reinar en un hogar, se vive segundo a segundo en pleitos, como perros y gatos, no hay respeto ni comunicación sensata; la neurosis aflora, cometemos sendos errores, hiriendo, agrediendo todo el tiempo, dejando heridas profundas en nuestros seres cercanos, golpeamos, sabemos dónde golpear, entre hermanos, entre esposos y entre padres e hijos sabemos que nuestra lengua pega fuertemente en la parte más sensible de quien queremos lastimar, y en el otro extremo podemos ver una película pegados como muéganos, pero huecos; tendremos pocos momentos de amor profundo y excesivo, pero somos mecha corta, explotamos y enojados no medimos nuestras consecuencias, ni la magnitud de nuestras palabras y acciones, pero todo obedece a lo que señalo al principio de este párrafo, creemos tener todo el derecho de corregir a los demás y somos expertos en meternos en lo que no nos importa.
A quÉ le tenemos miedo los padres
Miedo a que los hijos fracasen, que abandonen la escuela, se pongan el uniforme del don nadie, del bueno para nada, del inútil, del fracasado; miedo a que la novia o el novio abuse de ellos, a que los utilice para beneficio personal y en lugar de novio lo convierta en chofer, en secretario particular, en el mensajero, lo lastime emocionalmente; por supuesto, miedo a que el vivales la embarace, después, como en la mayoría de los casos, le dé la espalda; hay miedo a que nuestros hijos salgan dañados, nos dan miedo las malas amistades que por su simple aspecto nos dicen en qué pasos andan, y por instinto, sufrimos cuando no sabemos dónde están nuestros hijos. Cuando no responden al celular y estamos toda la madrugada con el Jesús en la boca, especulando que algo malo les sucedió. Por supuesto, pánico a que se conviertan en alcohólicos o drogadictos, adictos a la depresión y la pereza.
El miedo que también nos invade como padres es que caigan en cualquier adicción de conductas tóxicas, que se pierdan en el juego, arruinen sus vidas, miedo a sus reacciones, a la soberbia que caracteriza a muchos adolescentes, no sabemos comunicarnos, no ponemos límites, no nos enfrentamos a nuestros hijos por miedo y es precisamente por miedo, que cometemos muchos errores, tenemos que recordar que detrás del miedo, no hay nada y de fomentar una actitud positiva ante la vida.