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La víbora de la justicia
La prisión preventiva oficiosa, se ha convertido en el país, en una extensión grotesca del abuso judicial. Luego que está figura legal, es usada por sujetos en el poder para sacar del camino a enemigos políticos o para incriminar a inocentes.
Lo más grave, es cuando por incompetencia de policías investigadores, de fiscales y de los juzgadores, recurren a este artilugio legal para ganar tiempo en imputar delitos, mientras mantienen en prisión a los imputados.
Este hecho ha llenado las prisiones de inocentes que tienen que pasar más de tres años, sin que se resuelvan sus casos.
En México, dónde Tamaulipas no es la excepción, más del 90% de los delitos quedan impunes.
El sistema penal acusatorio, que aspiraba a ser la panacea en la impartición de una justicia más apegada a la ley y expedita, ha sido una vacilada, por el hecho que se ha abusado de la prisión preventiva que contempla el artículo 19 Constitucional y que contempla el catálogo de delitos que ameritan está pena.
El problema es que se ha abusado de la misma, por lo que viola los derechos humanos de los imputados.
Detrás de ellos existen historias desgarradoras de personas que luego de ser acusadas falsamente de delitos, pasan más de dos años en las cárceles, lo cual marca sus vidas y el de sus familias.
Se estima en base a estadísticas de la población penitenciaria, que el 23.9 por ciento de las personas retenidas en las cárceles están en ese limbo legal de prisión preventiva, sin recibir sentencia de ser culpables o inocentes.
Pese a que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tiene en revisión un amparo contra la prisión preventiva que exceda de dos años para que se resuelva, eso no allanará las brutales injusticias y negligencias que se cometen con esta medida cautelar.
El problema está en el origen, que la impartición de justicia, es usada como el patíbulo dónde los gobernantes sacrifican a sus adversarios, sobre lo cual hay muchos ejemplos en los gobiernos federal y estatal.
Pero peor aún, es visto como una expresión cruda de un estado de derecho fallido, dónde la justicia sigue siendo como la víbora, que solo muerde a los que andan descalzos.